Situado en la Reserva de la Biosfera de los Ancares Leoneses el municipio de Villafranca del Bierzo es por su biodiversidad un paraíso para los amantes de la naturaleza, generoso en patrimonio cultural y etnográfico. Cubre parte de sus tierras de viñedos y es conocido y reconocido en España y fuera de ella por sus magníficos caldos gracias al buen hacer de sus bodegueros.
Sus tierras fueron ocupadas en primer lugar por tribus astures y posteriormente por los romanos que encontraron a lo largo del río Burbia el oro necesario para hacer más grande su Imperio, si bien fue el comienzo de las peregrinaciones a la tumba del Apóstol Santiago lo que provocó la aparición de diferentes núcleos urbanos con ciertos privilegios para la asistencia a los peregrinos. Uno de ellos fue Villafranca del Bierzo, cabecera del municipio, cuyo origen se remonta al año 1070 tras el asentamiento de comunidades de monjes cluniacenses que levantaron un monasterio en el lugar que hoy ocupa la Colegiata.
Dos hechos históricos propiciaron que con el paso del tiempo Villafranca fuese conocida como la “Pequeña Compostela”. En primer lugar, al estar situada en un punto clave en el Camino de Santiago, se convirtió en lugar propicio para la aparición de hospitales, monasterios e iglesias; por otro lado, el hecho de ser elegida como residencia por los nobles de la comarca llenó sus calles de palacios y casas solariegas como las situadas en la Calle del Agua, donde nació en 1815 el ilustre escritor romántico Enrique Gil y Carrasco.
Posee un rico y variado patrimonio en el que destacan: la iglesia de Santiago, templo románico con la “Puerta del Perdón”, que es junto con la de Santiago de Compostela la única en la que se pueden ganar las “Gracias Jubilares”; la Colegiata, mandada construir por D. Pedro de Toledo, Marqués de Villafranca y Virrey de Nápoles, fiel testimonio y reflejo del poderío del marqués; la iglesia de San Juan, construida en el siglo XII sobre un aljibe romano del siglo II d.C.; la iglesia de San Francisco, antiguo convento franciscano fundado en el siglo XIII por la Reina Doña Urraca, así como diferentes conventos y monasterios tales como el convento de La Laura, el de la Concepción, el monasterio de la Anunciada y el convento de San Nicolás el Real, declarado Bien de Interés Cultural, albergue-hospedería en la actualidad y donde se puede visitar un interesante Museo de Ciencias Naturales.
En lo que se refiere a la arquitectura civil el edificio más significativo es el castillo de los Marqueses de Villafranca, construido mayoritariamente en mampostería y en cuyas esquinas sobresalen cuatro torreones circulares
Las calles y plazas de Villafranca conservan su antiguo aspecto señorial; pasear por ellas es hacerlo por una de las villas más bonitas de España. La Calle del Agua aglutina una importante muestra de arquitectura barroca tanto civil como religiosa. En ella destacan el Palacio de los Marqueses de Villafranca y el Palacio de Torquemada, ambos del siglo XVII, sin olvidarnos de otros importantes edificios como son las Casas Torre y la Casa Morisca. El Barrio de Tejedores debe su nombre al asentamiento de los gremios de trabajadores de la villa, principalmente los dedicados al ramo textil. En la Plaza Mayor se encuentra la Casa Consistorial y uno de los más bellos teatros de toda España. De visita obligada es el Jardín de La Alameda, construido en el siglo XIX; es el escenario natural de la Fiesta de la Poesía, certamen poético del que se han celebrado ya treinta y siete ediciones.
Muchas son las posibilidades que el municipio ofrece al visitante. Pueblos de piedra y pizarra como Aira da Pedra, que, junto con sus gentes, hará sentir al forastero como en casa; Paradaseca, que conserva algún interesante ejemplar de pallozas; Villar de Acero, pueblo de agua y monte. Sus ríos son el hogar de la trucha y sacian la sed del corzo y el jabalí que se esconden en los sotos de castaños y sus montes declarados Reserva Nacional de Caza; Porcarizas, con sus prados y grandes castaños que anuncian la cercanía del pueblo o Teixeira, que se halla protegido desde las alturas por la montaña mágica de Peña Rubia, desde cuyo mirador único en el Bierzo pueden contemplarse excelentes panorámicas. También el paraje ofrece una serie de fuentes medicinales conocidas como “Pedra Cabalar”, único “médico” de la zona durante los duros años del Franquismo.
No menos interesantes son la braña de ensueño de Las Alzas del Villar y Campo del Agua, poblado de pallozas que hacía las veces de braña de Aria da Pedra y que era el lugar donde vivían los pastores con el ganado durante la primavera, el verano y el otoño.
Como recuerdo del paso de los romanos por estas tierras han perdurado las minas de oro de La Leitosa y muy cerca de ellas algunos castros como La Toralina y Campo de Castrelo, en Prado de Paradiña; El Castrillón en Ribón y El Castro en Veigueliña.
Interesante también es la Romería de Fombasallá que cada quince de agosto reúne gran cantidad de cofrades y devotos, convirtiéndola en una experiencia de hermandad y convivencia en plena naturaleza. Tiene lugar en una campa situada a más de 1.200 metros de altitud desde donde se divisan unas vistas espectaculares de la Hoya Berciana.
En cuanto al patrimonio natural el municipio de Villafranca del Bierzo ofrece una enorme riqueza y diversidad en la que se mezclan los robles, abedules y acebos propios del sistema atlántico con las encinas, los alcornoques y los madroños característicos del sistema mediterráneo. El paisaje se transforma con sorprendente naturalidad pasando de las frías y escarpadas cumbres a las suaves colinas de viñedos. Los ecosistemas naturales se mantienen prácticamente intactos debido al secular aislamiento y al respeto que sus gentes han mostrado siempre por el medio que les rodea y que les ha servido de sustento. Destacan los “Soutos” o sotos de castaños con ejemplares monumentales como el Mirandelo de Pobladura de Somoza, el Verrugoso de Porcarizas o el Campano de Villar de Acero, considerado como uno de los más grandes de España. Bosques húmedos como los de A Morteira dos Camposos, Barantés, Rodiemo o Morteira de Pedra Cabalar esconden impresionantes ejemplares de robles, pradairos, abedules, capudres, tejos y acebos. Son tierras de montaña, de verdes valles y cristalinos ríos que son refugio del oso pardo, el lobo, el urogallo, el jabalí, el corzo, el ciervo, el rebeco o la trucha.
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