La presentación de la escultura en homenaje a la Reina Urraca I de León con motivo del 900 aniversario de la creación del señorío eclesiástico de Villadangos tuvo lugar ayer sábado en la plaza mayor de Villadangos.
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La localidad leonesa de Villadangos del Páramo ha inaugurado este sábado una escultura dedicada a la reina Urraca I de León para conmemorar así los novecientos años de la creación del Señorío Eclesiástico de Villadangos.
El acto de presentación de la obra del artista leonés Christian Vega Llamazares, tuvo lugar en presencia de la Muy Ilustre, Real e Imperial Cofradía del Milagroso Pendón de San Isidoro así como el glorioso e invicto Pendón de San Isidoro.
El acto comenzó con una salutación del Alcalde de la localidad el popular Alejandro Barrera García, quien además hizo una aproximación histórica tanto a la figura de Urraca I de León como a la creación del Señorío Eclesiástico de Villadangos.
Tras su intervención el joven escultor Christian Vega Llamazares presentó a los asistentes su magnífica obra.
Finalmente el Abad de la Muy Ilustre, Real e Imperial Cofradía del Milagroso Pendón de San Isidoro hizo una sentida exposición histórica de la época en que toco vivir a Urraca I y cuyo contenido se reproduce a continuación de esta reseña.
Tras estos discursos se procedió a retirar la tela que cubría esta escultura mostrando al público esta obra que de momento se ubicará en el hall de entrada de la Casa Consistorial de Villadangos.
El acto finalizó s las 21,30 horas con una tradicional paellada y la actuación de la cantante leonesa Mónica Duna
Hay que recordar que estas tierras de Villadangos, en 1.111 se dio un enfrentamiento armado entre gallegos partidarios de Doña Urraca y aragoneses partidarios de Alfonso I El Batallador, que se disputaban la posesión del príncipe Alfonso, hijo de la primera y futuro Alfonso VII. Este hecho ocurrió no lejos del actual Barrio de la Estación en el lugar conocido como “La Matanza”.
Intervención del Abad de la la Muy Ilustre, Real e Imperial Cofradía del Milagrosos Pendón de San Isidoro Hermenegildo López González,
Autoridades (civiles, militares, eclesiásticas…), Sr, Alcalde, autor de esta estatua a la Reina Urraca I de León, hermanos de la Muy Ilustre, Real e Imperial Cofradía del Pendón de San Isidoro de León, vecinos de este ayuntamiento, amigos todos:
Si bien nuestro himno comienza por un taxativo y verídico: “¡Sin León no hubiera España, que antes que, en Castilla Leyes, concilios, fueros y reyes, dieron prestigio a León!”, a fuer de ser realista, deberíamos añadir, sin vacilación ninguna, reyes y reinas: aquí tenemos la prueba.
León ha sido denominado, con toda justicia, señorío de mujeres pues, desde sus inicios, reconoce en su legislación, en sus fueros y en sus decretos, no solo a la mujer como ser individual y con derechos, sino también se insiste en el papel fundamental de esta en la sociedad leonesa.
Y ello se hace a través de instituciones de carácter tan marcado como el infantado y las dominaciones ,ajenas para otros reinos incluso posteriores, nacidos, curiosamente, de reinados femeninos leoneses, como Castilla que nace después del reinado de Sancha I de León, casada con el navarro, Fernando I,lo que le encumbraría al trono de reino más importante del momento.
La reina Urraca, a quien hoy aquí honramos, es heredera de ese señorío de mujeres, de ese reino de mujeres, en el que su impronta y participación no se limita a la mera asistencia o complemento del rey, como solía acontecer en las otras monarquías peninsulares.
La reina, en el caso leonés, es la titular de la corona, la Jefe de Estado y de la Casa Real, por lo que firma y dicta leyes. No solo eso, en caso de guerra, se pone al frente de los ejércitos, con resultados notables, como hiciera la reina Elvira Ramírez, infanta y monja, que podría ser considerada, a esos efectos, la primera reina leonesa, pues al morir su padre, Ramiro II el Grande y sus dos hermanos, se ve abocada a gobernar el reino hasta que su sobrino, Ramiro III alcanzase la mayoría de edad.
La reina Elvira, dómina del cenobio y mausoleo familiar de San Salvador de Palat de Rei, llamada al cargo de reina, sin dejar de ser monja, en una difícil situación y enfrentada a algunos condes como el siempre díscolo castellano Fernán González y otros nobles gallegos, se pone al frente de las tropas leonesas en la batalla de San Esteban de Gormaz, donde recuerda al castellano su vasallaje, obligándole a besar su manto sin ella bajarse del caballo, en señal de sometimiento, situando al conde Fernán detrás de ella en la batalla y ganándose el respeto de cristianos y cordobeses.
También, aunque solo sea desde no hace mucho tiempo, la Reina Sancha Alfónsez, ciertamente antes que nuestra Urraca, debe ser reconocida como reina titular, puesto que hereda tal legado a la muerte de su hermano Vermudo III en la batalla de Tamarón. Traemos todo ello a la memoria de ustedes para demostrar que lo de la reina Urraca no fue un mero accidente sucesorio dado que el rey Alfonso VI, el conquistador de Toledo, carecía de heredero varón. En modo alguno, existía una tradición muy asentada en la familia real leonesa, reflejo de la sociedad, en la que el papel de la mujer es ya reconocido desde los primeros historiadores griegos y romanos que narran la conquista de estas tierras en los alrededores del siglo I de nuestra era.
Pero volvamos a nuestro personaje de hoy. Urraca fue una reina que tiene que ver mucho con sus antecesoras y que no se aparta ni un ápice de la línea de conducta de la familia. Es hija, como se sabe, de Alfonso VI y de la francesa Constanza de Borgoña, emparentada con el Abad de Cluny con quien el reino de León estaba tan vinculado, incluso a nivel de financiación de este monasterio. Esta Constanza es la que impulsó, por ejemplo, por deseo expreso de Roma, la sustitución del rito visigótico mozárabe por el romano (“allá van leyes donde quieren reyes”, como se dijo sobre el momento).
Urraca, no podemos olvidarlo, es sobrina de la gran Urraca, la Zamorana que influyó en mucho en el carácter de la niña y a la que esta, sin duda, pretendió imitar. Es nieta de la reina Sancha I de León y, como más que posible heredera al trono, fue educada por el conde Pedro Ansúrez, fundador de Valladolid, como si se tratara de un muchacho. Así fue instruida en las artes liberales y en los rudimentos básicos de caza, defensa, equitación, etc. En resumen. se la educa como un futuro reyy esto es algo que moldea su carácter para siempre. La situación se mantiene hasta que nace su hermano, el infante Don Sancho, hijo de Alfonso VI y la reina Zaida (o Isabel).
Urraca será desposada, en primeras nupcias, con Raimundo de Borgoña y se nombra al nuevo matrimonio condes de Galicia. De dicho matrimonio nacen dos hijos, Sancha y Alfonso Raimúndez, el futuro emperador.
Hay que señalar que de este matrimonio no trasciende ninguna crisis, por lo que debemos deducir que se llevaban bien y así parecen referirlo las crónicas y naturalmente que el carácter de nuestra Urraca no es tan siniestro y tan avieso como el que se ha intentado transmitir por parte de los cronistas manipuladores de lo leonés en cuanto tienen la menor ocasión de hacerlo. Sin embargo, en 1107 el conde fallece y, para complicar aún más la situación en el Reino, un año más tarde muere el heredero, el infante Don Sancho, en la batalla de Uclés, lo que convierte de nuevo a Urraca en la heredera oficial.
Así las cosas, Alfonso VI, próximo a su muerte, se deja convencer para que su hija se case de nuevo, entendiendo que no sería prudente dejar a una mujer sola a la cabeza del reino más importante de la Península.
El resultado ya es harto conocido: por aquí aparece Alfonso el Batallador de Aragón, un hombre de carácter rudo y poco dado a convivir con mujeres, por decirlo suavemente. ¿Hubiera podido ser una primera unión de la Península? Ciertamente, pero, por lo constatado, el aragonés no conocía a las mujeres leonesas y mucho menos a una de la familia real. Ella era el rey, se sentía como tal y debía, naturalmente, obrar en consecuencia.
No vamos a mentar aquí y ahora los aconteceres de este desgraciado matrimonio, ni la manera tan brutal como este personaje, misógino a todas luces, llegó a tratar a la reina de León, ni tan siguiera el intento claro de acabar con la vida del príncipe Alfonso, entre otros episodios, en la propia batalla de Villadangos, ni de los episodios reiterados de depredación del Batallador, como el robo de los cetros y coronas reales o los frontales del altar mayor de San Isidoro donde tuvo el atrevimiento de entrar a caballo, ni del hurto, también, en este caso en Sahagún, de la patena del Cáliz de doña Urraca…¿Necesitamos más argumentos? Pues estos no se airean, claro está… No sería políticamente correcto meterse con Alfonso el Batallador de Aragón, ¿pero sí contra la reina Urraca de León? Que alguien nos lo explique porque no parece tener mucha lógica.
Por eso, señalémoslo una vez más, lo que hoy nos interesa, sobre todo, es limpiar de tanta indignidad y de tanta mugre como han intentado verter sobre Urraca I de León, uno de los nuestros como ahora se dice, y, para mayor abundamiento, de la persona que, en un momento determinado, se encontraba a la cabeza de los leoneses. Por eso, blanquear su nombre, restablecer la realidad de los hechos, es hacer justicia al reino de León y por ende a todos sus habitantes; los de entonces y los de ahora. Ya basta de manipulaciones interesadas y de historietas de enciclopedias hechas a la medida de algunos, en beneficio de alguien y con la clara intención de ningunear los logros de un reino, el de León, que supo estar a la altura de la historia cuando le correspondió enfrentarse a su destino.
En resumen, por mi parte, y creo que hablo en nombre de todos los presentes y de los que van a ser partícipes de esta gozosa noticia, solo me resta agradecer al Ayuntamiento de Villadangos el acierto de erigir aquí hoy una estatua que venga a recordar la importancia de una reina leonesa, la primera titular única en Europa, que supo enfrentarse a destino y puso poner, por encima de los suyos, los intereses del Reino de León cuyos ejércitos llegó a encabezar en algunas ocasiones conociendo los riesgos que ello implicaba.
Urraca, entonces, pertenece a una larga lista de mujeres leonesas con autoridad yque supieron ejercerla estando a la altura de las circunstancias, algo que no parecía ser del agrado de los poderosos en otros territorios de la Península, y por eso nuestra obligación es reconocerlo, agradecerlo y divulgarlo. Ya sabemos que lo que no se conoce es tanto como decir que no existe. Buenas tardes a todos, memoria justa y eterna a nuestra Urraca I. ¡Viva la reina Urraca y Viva el Reino de León!