Versión clásica

Un recorrido sin fronteras en las orillas del Bajo Rin.

Holanda y Alemania promocionan esta región casi desconocida y con muchas sorpresas

ENRIQUE SANCHO

Cuando cada Comunidad, cada región, cada pueblito se muestra celoso de sí mismo y no quiere compartir sus encantos con nadie más, cuando políticos ridículos exaltan lo que les diferencia de los otros en lugar de valorar lo que les une, cuando, en fin, en los viajes organizados resulta imposible visitar un pueblo, a pocos kilómetros de otro, solo porque está en otra región y «no toca», se agradecen iniciativas como la que ha puesto en marcha Cool Breaks (www.coolbreaks.com) que favorece y promociona una amplia zona entre el Sureste holandés y el Bajo Rin alemán, llena de encantos y sorpresas y donde, por supuesto, no existen fronteras. Holanda y Alemana unen sus fuerzas para promover una de las regiones menos conocidas de sus respectivos países, aunque no por ello exenta de encanto y atractivos para el viajero. La región fronteriza entre ambos países a orillas del Rin (Waal en la parte holandesa) nos descubre una zona rica en historia, cultura y naturaleza, y muy bien conectada desde numerosos aeropuertos españoles.

El ejemplo parece cundir. La zona sureste de Hungría y la oeste rumana, que no se han llevado muy bien precisamente a lo largo de la historia, han organizado viajes conjuntamente que permiten descubrir lugares poco visitados. La iniciativa es tan buena que cuenta con el patrocinio de la Unión Europea. En realidad aunque la idea parece nueva, hay más de 75 eurorregiones similares, alguna desde 1972 y también alguna que afecta hasta a seis países. España participa con Francia en la llamada Eurorregión Pirineos Mediterráneo desde 2004, en la Eurorregión Galicia Norte, entre Galicia y el norte de Portugal, creada en 2008 y en la Eurorregión Espacio Atlántico, junto con Francia, Reino Unido, Irlanda y Portugal desde 1999.

Pero volvamos al Bajo Rin y sus sorpresas, porque aquí, en pocos kilómetros es fácil encontrar ciudades llenas de encanto e historia, como las holandesas Nimega, Arnhem o Den Bosch o las alemanas Kleve, Xanten, Neuss, Duisburg o Krefeld, o una antigua prisión de 1863 convertida en espectacular hotel y restaurante, o un enorme jardín japonés en medio de otro con más de 20.000 plantas, o infinidad de castillos bien conservados y convertidos, en algunos casos, en lujosos y singulares hoteles, o pueblos blancos y medievales anclados en el tiempo, o cientos de kilómetros preparados para senderismo o paseos en bicicleta, o la mayor exposición mundial de flores y plantas, o incontables sorpresas culinarias, o…

¿Por dónde empezar?

No es tarea fácil establecer un comienzo de ruta en esta amplia región con múltiples posibilidades. Naturalmente todo está en función de lo que uno busque: ¿ir de compras a los centros de diseño, practicar turismo activo, disfrutar la naturaleza, empaparse de arte y cultura, descubrir maravillosos spas y centros de belleza, vivir como un conde en suntuosos castillos, descubrir una gastronomía tradicional e innovadora a la vez…?

Tratemos de hacer un poco de cada cosa. Empecemos por la naturaleza en la zona holandesa. En el país de las flores no hay que perder la oportunidad de visitar Floriade (www.floriade.com), en Venlo (Limburgo), la mayor exposición mundial de plantas y flores que tiene lugar cada diez años y que todavía está abierta hasta el 7 de octubre de 2012 y en la que España está teniendo un papel protagonista, con uno de los más originales pabellones que ha sido visitado ya por más de 600.000 personas.

Floriade reúne en 66 hectáreas (unos 80 campos de fútbol) las propuestas de más de cien expositores y una treintena de países que rinden conjuntamente homenaje a la horticultura. El parque comprende cinco mundos exclusivos, zonas temáticas conectadas por zonas arboladas, cada uno de los cuales tiene su propia decoración, programas y actividades. Mundos en los que poder ver, sentir y experimentar la naturaleza de una manera que cambia constantemente. Para apreciarlos a vista de pájaro hay un teleférico que cruza el parque a 30 metros de altura.

“Naturalmente diversos” es el lema en torno al cual gira el proyecto de participación de España en la sexta edición de Floriade. El Pabellón de España, está gestionado por Acción Cultural Española (AC/E) y ha sido diseñado por el equipo madrileño Pulgón Diseño en colaboración con Nussli. Para la construcción del pabellón se han usado materiales sostenibles, algunos de los cuales son reciclados, como madera de cajas de frutas, tablones y maderas de obra, restos de productos agrícolas como cáscaras de frutos secos, troncos seccionados de árboles procedentes de construcciones o de incendios forestales, cañas y cañizo utilizados en instalaciones hortícolas y en la construcción tradicional, o sarmientos de la poda de la vid o el olivo.

Los visitantes que se acerquen al Pabellón de España podrán ver primero, desde el aire, una amplia dimensión paisajística de la península y los distintos entornos y, después, un audiovisual que muestra diez entornos productivos de manera individual. En un tercer nivel, el visitante puede informarse de los aspectos técnicos más relevantes de nuestra horticultura así como acercarse a los productos expuestos. Además, el pabellón ofrece un espacio lúdico; mediante diez cabinas sensoriales los visitantes pueden experimentar los aspectos relevantes de cada uno de los paisajes que conforman el mosaico de España, combinada con jornadas de degustación de productos españoles.

Castillos y jardines señoriales

Y ya que estamos de plantas y jardines, se impone una visita a los cercanos jardines botánicos del Castillo de Arcen (www.kasteeltuinen.nl), uno de los más bellos de Holanda y en los que revivir el pasado en su fortaleza del siglo XVII, aunque no es muy espectacular y sus líneas son bastante sobrias en el exterior y barrocas en su interior. Hoy está destinado exclusivamente a la celebración de eventos, reuniones, fiestas, recepciones y bodas.

Sin embargo, los jardines sí merecen una visita y hay que dedicarles cierto tiempo, ya que son enormes. Cada estación tiene su propio encanto y en todas ofrecen un paisaje especial durante un paseo relajante. El agua tiene un papel protagonista mediante sus siete grandes estanques con plantas acuáticas asociadas a diferentes niveles. Los pequeños lagos actúan como espejos en los que los monumentales árboles se reflejan. También las esculturas ya que, regularmente, se organizan exposiciones en los jardines. En estos días hay decenas de obras de arte de Zimbabue. También tiene mucho interés las zonas dedicadas a los Jardines del Mundo en los que se recoge el estilo paisajístico de la Toscana o las Ardenas, la campiña inglesa o el estilo oriental de Japón y China.

Muy cerca está el castillo de Landgoed Daelenbroeck (www.daelenbroeck.nl), situado en el precioso entorno natural sobre los cimientos de una fortaleza del siglo XIV. El castillo principal, la entrada y su granja ofrecen cada uno su propio ambiente especial. En este lugar se unen la naturaleza y la paz con la cultura, el estilo, el lujo y el confort. En el Kasteel Daelenbroeck se puede pernoctar con elegancia y cenar como un señor.

Aunque si se quieren experimentar otras vivencias aparentemente no tan exquisitas, lo mejor sería acercarse al hotel Arresthuis (www.hetarresthuis.nl), en Roermond, que, como su nombre parece indicar fue una antigua prisión en el siglo XIX. Las habitaciones han conservado en parte el ambiente de la antigua cárcel. Las puertas de entrada a las habitaciones tienen el cierre metálico de las antiguas celdas y en el cabecero de la cama se reproducen los mensajes pintados en las paredes por los presos. Cada actual habitación ocupa tres de las viejas celdas. El viejo corredor es ahora lugar de descanso y lectura. La comida de su restaurante Damianz, con calidad y diseño, nada tiene que ver con el antiguo “rancho” que se ofrecía a los presos.

Pequeñas ciudades con encanto

El recorrido por estas tierras sin fronteras entre Holanda y Alemania, lleva ahora a dos pequeñas ciudades llenas de encanto. Todavía en la zona holandesa, aparece el pueblo blanco de Thorn que en su día llegó a ser un minúsculo principado gobernado por una abadesa y un convento de veinte damas de la nobleza, que llegó a tener un sistema jurídico y una moneda propios. Con la llegada de los franceses en 1794, los aristócratas huyeron de la zona. Los franceses exigieron un impuesto en función del tamaño de las ventanas imposible de satisfacer por la población pobre, que había ocupado las grandes casas que antes pertenecían a personas adineradas. Lo que hicieron fue tapiar muchas de las ventanas e intentar disimular su pobreza encalando las fachadas de las casas. En la actualidad se trata de un lugar histórico que atrae a muchos turistas deseosos de ver con sus propios ojos sus calles adoquinadas, la bonita iglesia de la abadía, las típicas casas blancas y sus animadas terrazas. Vale la pena acercarse a su museo municipal, llamado «La tierra de Thorn», y contemplar el Panorama Thorn, una pintura tridimensional que representa la historia del lugar.

Cerca está Nimega (www.nijmegenonline.nl), que está considerada como la ciudad más antigua de Holanda. Hoy conserva buena parte del ajetreo y el bullicio de antaño, pero también se puede disfrutar de su parte moderna, que cuenta con un muelle futurista y una excelente selección de estupendos cafés y restaurantes. Situada a orillas de un río, entre colinas y bosques, las vistas que ofrece Nimega son asombrosas. Y a un paso están las reservas naturales de Ooijpolder y Duffelt por las que pasear caminando o en bicicleta disfrutando de una naturaleza bien conservada y unos magníficos paisajes a orillas del Waal, un brazo del Rin.

Cruzando a la zona alemana hay que recorrer con calma el pequeño pueblo medieval de Zons (www.hvv-zons.de), con sus viejas fortificaciones del siglo XIV, unas de las mejor conservadas de Alemania, a mitad de camino entre las ciudades de Düsseldorf y Colonia. Sus murallas perfectamente conservadas, las torres y el viejo molino de viento siguen siendo un excelente ejemplo de una ciudad fortificada medieval en Renania. Curiosamente la perfecta conservación de la ciudad se debe a un hecho aciago en su día. Zons, a orillas del Rin, era un puesto de observación y aduana para cobrar impuestos. Pero el cauce del río se alejó unos cientos de metros y dejó a la ciudad sin su función principal y su sentido económico. Zons languideció y perdió importancia estratégica y gracias a ello ha podido conservarse tal como estaba en el siglo XIV hasta hoy.

Un paseo por sus calles adoquinadas muy bien cuidadas contemplando sus casas de ladrillo con ventanas blancas llenas de flores, vigas de madera y coquetos visillos, por sus murallas y torres que permiten contemplar el gran río a lo lejos por el que transitan barcos y gabarras, por su molino harinero con aspas que podían girarse para buscar el viento… es un viaje al pasado que emociona.

Cómo ir:
La forma más cómoda de llegar a esta región es volar al aeropuerto de Düsseldorf Weeze que prácticamente utiliza en exclusiva Ryanair (www.ryanair.com). Hay vuelos desde 17 ciudades españolas con precios a partir de unos 80 euros ida y vuelta. Para recorrer la región lo mejor es alquilar un coche.

Más información:
www.coolbreaks.com
www.holland.com/es
www.germany.travel/es

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