De un tiempo a esta parte proliferan por toda la geografía leonesa los llamados mercados medievales y recreaciones históricas en dónde uno de los denominadores comunes es la ausencia de la bandera del Reino de León.
En la Edad Media el Reino de León era el Reino más poderoso de la Hispania medieval. Un Reino curtido en mil y una batallas, y también derrotas, un Reino en dónde nació el parlamentarismo europeo (recordemos las Cortes Leonesas de 1.188 o las de Benavente de 1.202). Un Reino que cuidaba la formación de sus ciudadanos y por ello creó entre otras Instituciones la Universidad de Salamanca “para que los mis vasallos no salgan a estudiar fuera del Reino”. Un Reino a cuya sombra nacieron Castilla o Portugal.
Y ese Reino tenía como emblema un León (primero pasante, luego rampante) púrpura, color imperial, linguado, uñado, armado de gules o rojo.
Permitidme señalar que solo dos Ciudades han dado un imperio al mundo: León y Roma, y ambas usan hoy en día el color púrpura imperial en sus enseñas.
Dice el manoseado dicho que “Ancha es Castilla”, a lo que muchos contestamos: sí, ancha es Castillla… pero largo es León. Un Reino que iba desde Asturias a Almería pasando por Cáceres, Antequera o Sevilla. Y hoy ese Reino del que nuestros antepasados nos hicieron sentirnos orgullosos languidece desde que ha sido injustamente incluido administrativamente en una macrocomunidad artificial (con la anuencia de nuestros representantes políticos) con los restos de la vieja Castilla. Hoy nuestro Reino es un reino olvidado e ignorado.
Tan olvidado que en sus ciudades, muchas de ellas cuyos sus orígenes están en las repoblaciones y Fueros que fueron otorgados por los diferentes Reyes Leoneses, se celebran mercados, torneos y recreaciones históricas de marcado acento medieval que debería servir para reivindicar sus señas de identidad, porque mal que les pese a muchos, fuimos, y no me cansare de repetirlo, el más potente Reino de la Edad Media.
Habéis oído bien. Edad Media. Mercados medievales. Reino de León. Pues bien esos mercados se llenan de enseñas con águilas, aguiluchos, cruces templarias, de malta, o de la farmacia del pueblo, castillos, flores de lis, osos, cuervos , osos amorosos, en definitiva, una impresionante fauna en donde la ausencia del elemento heráldico propio de esta tierra está ausente o cuanto menos camuflado entre una flora y fauna simplemente hortera y chabacana.
Yo, Guido de Garda, Maestre de la fortaleza de Ponsferrata, comprometo a todo el pueblo de Ponferrada para que vuelva cada año a renovar este compromiso festivo con su historia y su leyenda hasta que el tiempo llegue a borrar la línea del horizonte. Pues bien, los templarios no llegan a Ponferrada venidos poco menos que de marte. Llegan por la cesión de su castillo a la Orden del Temple por el Rey Fernando II de León con el fin de defender a los peregrinos que realizan el Camino de Santiago y asegurar además los confines occidentales del Reino.
Digo esto, porque año tras año Ponferrada realiza una magnifica recreación histórica con una cuidada puesta en escena de la llegada del arca de la alianza y del santo grial en la que la bandera y los símbolos del Reino Leonés están ausentes.
Un mes antes en Hospital de Órbigo se revive la hazaña del “Passo Honroso” de uno de nuestro más ilustres héroes, Don Suero de Quiñones acompañando de los caballeros Lope de Estúñiga, Diego de Bazán, Pedro de Nava, Suero Gómez, Sancho de Rabanal, López de Aller, Diego de Benavides, Pedro de Ríos y Gómez de Villacorta. Dice el locutor “entra al palenque con los colores del Reino Don Suero de Quiñones”. “Joer” y entra nuestro Don Suero vestido de verde. ¿Desde cuándo el verde es el color de León? ¿Es daltónico nuestro Bobby Deglané local?. Y de nuevo ausencia total de la bandera de León en tan importante justa medieval. Y recalco lo de medieval. ¿Os sigo recordando aquello de Edad Media. Mercados medievales. Reino de León?.
Llegamos a Villadangos en dónde el futuro del Reino se discute en el campo de Batalla en el otoño de 1.111 las fuerzas de Alfonso I de Aragón y los aliados gallegos de su ex esposa, Urraca de León y Castilla luchaban por evitar la proclamación de Alfonso VII como Rey de León. Es de los pocos sitios en donde los símbolos leoneses están presentes en forma de gallardetes aunque nos presentan vestido con la cruz de Malta al niño Alfonso y nuestros guerreros llevan el lábaro cántabro o runas celtas en vez de nuestro león rampante o pasante.
En la villa de Coyanza, cuna de concilios este verano también se apunta a la moda de los mercados medievales y decora el castillo con reposteros y gallardetes con unas águilas plateadas. De nuevo esta ausente la bandera del Reino de León y la blanquimorada coyantina con su cruz florenzada y sus cuñas de azur además de sus característicos escudetes sobrecargados de bezantes.
En Peñalba de Santiago el Rey Ramiro II de León devuelve la cruz de Peñalba al prior del monasterio en una recreación reivindicativa. Pues bien aparece nuestro buen rey sin ningún elemento heráldico que el caracterice como Rey de León.
En Carpio Bernardo en la provincia de Salamanca se recrea las gestas de Bernardo del Carpio y de nuevo este caballero leonés es desposeído de sus señas identitarias.
Toro, una Ciudad que ostenta el título de “Civitas superior in Regno Legionis”, con dos elementos heráldicos propios como son el toro y el león “tengo un toro que me da vino y un león que me lo bebe” que decía nuestro Alfonso IX, octavo en nuestra cronología leonesa, preside su mercado medieval nada más y nada menos que las socorridas cruces de Santiago. Kafkiano.
Llegamos a la Ciudad de León, cuna del parlamentarismo europeo y capital del viejo Reino en dónde cada año en la fiestas de San Froilán organiza un mercado medieval de tres culturas. Pues bien aquí también la bandera y escudos de León están ausentes. Menos mal que el Reino medieval se llama de León.
¿Quién habrá destruido más? ¿Aquellos que vinieron de fuera con armas y rabia saqueadora o quienes desde dentro pensaban que el esplendor del pasado estaba muerto y tener que ser enterrado y sustituido?» decía Joaquim M. Palma. En su libro ‘Por los caminos del reino materno’, de la Editorial Rimpego.
Cada año Burgos organiza el finde semana cidiano para conmemorar la bravuconada del Cid respecto a su Rey Alfonso VI, nuestro Alfonso de obligarle a jurar que no había tenido nada que ver con la muerte de su hermano. Pues bien Burgos se llena de pendones y gallardetes con las armas de Castilla. ¡Vamos, que parecido a León!
No he ido a visitar los mercados medievales de de Sabero, Mansilla de las Mulas, Zamora o Sahagún para poder constatar si en estos la bandera leonesa está presente, pero mucho me temo que es más de lo mismo.
Caso contrario son las recreaciones de la batalla de Atapuerca acaecida el 1 de septiembre de 1054 en la llanura frente a la sierra de Atapuerca (Burgos) entre Fernando I, rey de León y conde de Castilla, y su hermano García Sánchez III «el de Nájera», rey de Pamplona, hijos ambos de Sancho III el Mayor , y que año tras años se recrea en la localidad Burgalesa de Atapuerca y la Conmemoración de los 900 años de la donación de Cañizal a la orden de San Juan por la Reina Urraca en la provincia de Zamora. En ambas aparece un elemento discordante y distorsionador y que en aquella época no existía como es el pendón de Castilla y León. No sé qué es mejor la ausencia de la bandera leonesa o a presencia de la cuartelada impuesta.
Ejemplo de sensibilidad con su pasado es Antequera en dónde el pasado 10 de septiembre los miembros de la Muy Ilustre e Imperial Cofradía del Milagroso Pendón desfilaban para conmemorar el 606 aniversario de la toma de Antequera por las tropas cristianas en cuya gesta participó este ilustre pendón leonés. Pues bien el Ayuntamiento de Antequera colgó de su balcón una reprodución no solo del Pendón de San Isidoro, sino también la bandera del Reino de León. Que nos tengan que dar lecciones fuera ya es cuanto menos patético.
Con este desolador panorama solo en las recreaciones de la Cortes Leonesas de 1.188 o la coronación de Alfonso VI el pendón real leonés preside el evento. Para los que asistimos a la recreación de las Cortes Leonesas oír además a nuestro joven Rey promulgar los “Decreta” en la lengua del Reino fue una experiencia gozosa que nos hizo soñar despiertos.
Por un momento cerré los ojos y soñé que estábamos en 1.188 y en dónde el Reino de León es el Reino más potente de la cristiandad, Reino que acuñaba su moneda, nombraba sus embajadores, gestionaba sus recursos, sus ciudades, legislaba. En definitiva un Reino del que me siento orgulloso haber nacido en él. Soy Leonés, leonés, leonés… y quiero seguir siéndolo.
Mil cien años después somos un Reino olvidado, en declive, sin identidad, y ya se sabe que los pueblos sin identidad están llamados a ser colonizados.
Os imagináis ¿un mercado medieval en Cataluña sin la Senyera o en Euzkadi sin la ikurriña? Pues en León no hay que imaginárselo porque es real. Un mercado medieval sin la bandera de León
Texto y fotografías: Martínezld