Septiembre de 1410, el infante Fernando, corregente en Castilla en la minoría de edad de Juan II, y que llegaría a ser posteriormente rey de Aragón tras el Compromiso de Caspe, cerca la plaza fuerte de Antequera, lugar estratégico y que controla el flanco oeste del reino de Granada.
La dificultad es grande, la plaza no se rinde, el otoño se acerca y, en ese momento, Fernando recuerda que, como literalmente cuenta la Crónica de Juan II, “Los reyes, quando yvan a aver la pelea con los moros, o entravan por sus cuerpos en su tierra, llevavan siempre consigo el Pendón de Sant Esidro de León, aviendo muy grande deboción en él. E por ende el Infante, como hera muy noble e muy católico, avíendo en él muy grande deuoción, enbió mandar a León que le troxiesen el dicho pendón.
E llegó el dicho Pendón al real en diez días de setienbre, e traíalo vn monje. E hera ya tarde quando vino; e bien pluguiera al Infante que obiera venido antes. E mandólo salir a recauir, e entró aconpañado de gente de armas. E al Infante plago mucho con él, por la grande deboción que avía en él”.
En esa breve mención se encierra, entonces, una referencia clara al Pendón de San Isidoro que, ya en 1410, goza una fama bien ganada a través del tiempo y las batallas en las que seguramente ha participado… algo que, de otro lado, le hace ganar en antigüedad, sin duda. El mismo llega pues a Antequera el día 10 de septiembre y, en efecto, la plaza se toma apenas 6 días más tarde. Participó posteriormente, además, según las crónicas, en una misa de acción de gracias y en lugar muy destacado del presbiterio. Podemos afirmar, entonces, que “el sol salió por Antequera” gracias, al menos en parte, a la influencia benéfica de la presencia del Milagroso Pendón de Baeza.
Pues bien, 606 años más tarde, el mismo día 10 de septiembre, la Imperial Cofradía del Milagroso Pendón, en su incesante búsqueda de unas raíces que la reconcilien con el pasado más glorioso de este Reino de León, volvió a “tomar Antequera” con el emblema y los hábitos que la identifican. En dicho día se celebró una solemnísima procesión en honor de la “Patrona Ganadora de la ciudad”, Santa Eufemia de Calcedonia (la adjudicación de dicho patronazgo es también un bello relato), se ofrecieron tres “candelas” en recuerdo de las valientes mujeres antequeranas que, con aquellas hogueras, habían conseguido despistar a los musulmanes que pretendían cercar la ciudad y se hizo entrega a Santa Eufemia de una medalla de la Cofradía, la cual, a partir de ahora, procesionará siempre a los pies de la santa y, curiosamente, colgada al cuello de uno de los leones que, según la tradición o la leyenda, se postraron ante la joven virgen y no quisieron devorarla, castigo al que había sido condenada por no querer ofrecer ante los ídolos. Los hechos ocurrían en Calcedonia, ciudad del otro lado del Bósforo, el día 16 de septiembre del año 304.
Al día siguiente de ese remembrado 10 de septiembre, la Imperial Cofradía, en un número cercano a la treintena de Ilustres Damas y Caballeros Cofrades se personó, con su Pendón al frente, en el Arco de los Gigantes, lugar por el que había entrado en la ciudad la enseña pedida por Fernando, el de Antequera. Y allí tuvo lugar el acto entrañable de “tremolar el Pendón”, incluso desde lo alto de dicho arco, como seguramente ocurrió en aquella gloriosa jornada del 16 de septiembre de 1410.
Texto: Hermenegildo López