Lunes, 10 de febrero de 2014 – Con la vista puesta en el año que comienza es el momento de empezar a soñar con la próxima escapada. Un viaje en el que descubrir un lugar mágico, romántico y rodeado de cultura durante el cual San Valentín tome todo su significado.
El destino, sin duda, República Checa y en ella, Praga. Un lugar con el que no pocos han soñado en pasear su amor por las calles de la ciudad, en un inigualable paseo nocturno, montados en un carruaje. El país checo guarda otras ciudades como Cheb, Cesky Krumlov o Karlovy Vary en los que sus callejuelas laberínticas, frondosos bosques y castillos conceden un romántico ambiente a cada de estas ciudades.
La magia de Cheb
Cheb es una de las ciudades checas más antiguas y valiosas desde el punto de vista histórico. La a gran cantidad de monumentos históricos perfectamente conservados y un ambiente medieval singular, hacen de Cheb una de las ciudades más hermosas de la República Checa.
Al pasear por la plaza medieval de Cheb, a primera vista le llama la atención el símbolo de la ciudad, Spalícek, que significa Taco. Este pintoresco conjunto de once casas comerciales medievales se fue construyendo desde el siglo XIII. En sus cercanías se alzan las dos torres altas de la iglesia gótica de San Nicolás. Aquí hay que visitar el recinto del castillo de más de ochocientos años de antigüedad. Una parte de la fortificación románica que se ha conservado hasta hoy incluye la Torre Negra y la capilla del castillo.
Cesky Krumlov: detener el tiempo
Quienes sueñan con detener el tiempo deben viajar a Ceský Krumlov. Un lugar de estrechas callejuelas tan laberínticas, que se tiene la sensación de haber sido trasladado de repente a otro siglo. Hay pocas ciudades que han mantenido hasta el día de hoy su carácter medieval y renacentista, y mucho menos lugares con un ambiente cuya tranquilidad sea tan difícil de describir.
La ciudad, dominada por un robusto castillo y un palacio, sigue guardando muchos secretos remotos: aquí, a cualquier paso se encuentran testigos mudos de historias antiguas. Como aquellas que están relacionadas con uno de los linajes aristocráticos más poderosos de antaño que llevaba en su blasón una rosa de cinco pétalos. Esta estirpe residió en el castillo de Krumlov a lo largo de tres siglos, transformándolo en una pomposa residencia renacentista que debió asemejarse a la Praga de los reyes.
Región de Karlovy Vary: entre manantiales termales
La región debe su nombre al rey checo Carlos IV, quien a mediados del siglo XIV, descubrió que los manantiales termales que brotan en el valle del río Teplá poseen extraordinarios efectos curativos. Por ello mandó construir en medio del bosque un balneario al que pronto empezaron a llamar con su nombre (Karlovy Vary – Termas de Carlos). Siglos después se convirtió en el destino termal más importante de la República Checa.
Un lugar para dejarse llevar por la palpitante vida de las cinco columnatas de Karlovy Vary y donde sorprenderán gratamente los artistas callejeros o los pequeños comerciantes.
La Columnata Vridelni (en español columnata termal) es el mejor lugar para comprender qué tipo de extraordinaria energía descansa bajo la ciudad. Asentada sobre el géiser con las reservas de agua más importantes, llamada Vrídlo. Aquí, las aguas minerales que tienen una temperatura por encima de los 73°C emanan por la presión en un chorro que alcanza una altura de hasta 12 metros. Tras contemplar tal espectacular escena, hay que visitar la exposición instalada en la zona subterránea de la columnata, donde conocer más sobre los extraños microorganismos perfectamente adaptados a estas condiciones extremas o aprender cómo se consigue sedimentar el agua termal en los souvenir de Karlovy Vary.
La capital checa es un lugar de ensueño en el que siempre es San Valentín por su ambiente singular. Si hubiera que nombrar el lugar más romántico de Praga ese sería Petrín, un lugar por el que pasear y desde el que obtener unas vistas inigualables de la ciudad. La visita ineludible está junto a la estatua del escritor romántico Karel Hynek Mácha, donde se reúnen las parejas y, según la leyenda, el amor sellado aquí con un beso persistirá para siempre.
En el recorrido por Praga, hay que vivir el encanto indescriptible de la isla Kampa, justo debajo del Puente de San Carlos, en el barrio de Malá Strana. Kampa está separada de la tierra por un canal de molino llamado Certovka donde hoy en día se puede ver la rueda del molino girando. Justo detrás, hay un puentecito, en cuyas rejas las parejas cuelgan candados como símbolo de amor eterno. Este paseo por calles con casas de coloridas fachadas, rincones románticos y placitas es uno de los más hermosos de Praga. Al atardecer además, se puede ver en muchos sitios a un farolero vestido con traje de época, encendiendo manualmente las centenarias farolas.
Otro de los lugares que no hay que perderse es el Palacio de Troja, en el que se han dado su “sí, quiero” miles de parejas de todo el mundo. Los testigos de su boda han sido, por ejemplo, la monumental escalera barroca o el elegante jardín, catalogado como uno de los más bonitos de Praga. Desde aquí se puede observar la perfecta armonía de la arquitectura y jardinería o ir al cercano Jardín Botánico. El invernadero llamado Fata Morgana, guarda un mundo de plantas y árboles exóticos en flor, donde las mariposas sobrevuelan sobre las cabezas creando un maravilloso ambiente, difícil de abandonar.
La esencia del romanticismo también se encuentra en el precioso barrio Nuevo Mundo, es decir, Novy Svet, cerca de la Plaza del Loreto. Un paseo entre casitas de colores con ventanas llenas de flores, a través de las que se puede ver a un artista local haciendo su trabajo, ya que éstos tradicionalmente buscan este lugar único para sus estudios.