Zurita comenzó su intervención con la lectura de los primeros versos de “uno de los más grandes poemas escritos en castellano”, el que lleva por título “Hijo de la luz y la sombra” de Miguel Hernández, al tiempo que expresó su “alegría, orgullo, y al mismo tiempo pudor y vergüenza”, al recibir este premio que lo asume como “un homenaje al gran río de la poesía” de España y Portugal del cual “todos no somos sino pequeños eslabones”.
Considerado como “una de las voces más originales de la literatura contemporánea en español”, según Paqui Noguerol, catedrática de Literatura Española y Latinoamericana de la Universidad de Salamanca, responsable de la edición crítica de la antología que Ediciones USAL publicará el próximo año, Zurita se convierte así en el tercer escritor chileno en alcanzar este galardón, tras Gonzalo Rojas y Nicanor Parra.
Las bellas palabras de su discurso no hicieron otra cosa que refrendar su concepción de la poesía como el tándem “literatura y vida”, que ha inspirado su obra. “Solo desde la bondad la poesía estará cumpliendo con el único papel que le da sentido: celebrar la vida, llorar la muerte, e imprimir sobre los martillados rostros de lo humano, los rasgos aún inimaginables de una nueva eternidad. La única poesía que existe es aquella que puede ser musitada frente a un ser que muere o leída en voz alta frente al mar”, añadió.
El autor de “Purgatorio” defendió también el papel de la poesía como instrumento de lucha de los pueblos para recobrar la dignidad. “Vengo de un país de desaparecidos – precisó- que hoy se ha volcado fervorosamente a las calles en su lucha por recobrar su dignidad. No se devolvieron los cuerpos, es decir; no se le devolvió a la esposa el cuerpo de su esposo, no se le devolvió al niño pequeño el cuerpo de su padre, no se le devolvió al anciano el cadáver de su hijo, y fueron los poetas quienes debieron descender a la tibieza de la tierra que acogió esos restos, a las espumas del mar que mecieron esos cuerpos quebrados, a la piel reseca del desierto que preservó esos torsos rotos, y restaurar las palabras que ellos no alcanzaron a decirnos ni a decirse. Le correspondió a la poesía cumplir con las exequias de los ausentes, sancionar sus vidas y enterrar en las tumbas del lenguaje lo que los vivos debían haber enterrado en las tumbas de sus muertos”.
Grito de esperanza
En este año, no podía faltar una alusión al “terrible momento que el mundo está atravesando” con los centenares de miles de muertos y “la secuela de miseria, injusticias e inequidades monstruosas” que ha ocasionado la pandemia. “Asomándonos desde los bordes de la vida, hemos muerto en cada cuerpo que muere, hemos enmudecido en cada una de estos finales silenciosos, sin abrazos, sin ilusiones, y en lo más oscuro del dolor y de la pérdida, con los ojos llorosos, hemos entrevisto también la trama de un amor incancelable instalado en el corazón mismo de la tierra. De esta tierra que a pesar de todo nos ama”. Y frente a esta terrible realidad, Zurita volvió a agarrarse a la poesía para lanzar un grito de esperanza. “En un mundo de víctimas y victimarios, la poesía es siempre la primera víctima, pero es también la primera que se levanta desde su propia muerte para decirnos a los sobrevivientes que, no obstante, vendrán nuevos días”.
Un futuro que pasa por hacer de “la vida una obra de arte, el más vasto y hermoso de los cantos, la única gran sinfonía frente a la cual valía la pena luchar y morir” y al que volverán de nuevo los abrazos: “No podemos ahora abrazarnos, pero nada persiste ni nada vive fuera del abrazo. Ser un ser humano es tener de tanto en tanto la posibilidad de recordarlo”, apostilló el poeta chileno antes de concluir su intervención con la lectura de uno de sus últimos poemas.
Previamente a esta intervención, el rector de la Universidad de Salamanca, Ricardo Rivero, resaltó el simbolismo de este acto que ensalza la fuerza de la palabra en una edición que, más que nunca, abrir las puertas del Palacio Real a la poesía “evoca sentimientos necesarios en un año de confinamientos y otros encierros perimetrales y temporales”.
“Nuestra Alma mater ama la poesía victoriosa frente a la opresión”, afirmó Rivero, quien recordó la prisión y torturas provocadas por la envidia, la intolerancia y la debilidad espiritual sufridas por algunos célebres poetas del Estudio salmantino como San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús, Fray Luis de León o Miguel Unamuno, así como por algunos de los escritores reconocidos con el Premio Reina Sofía, como el venezolano Rafael Cadenas o el propio Zurita, quien padeció “los abusos de la tiranía chilena en la sentina de un barco”.
“Cada uno de estos ejemplos nos demuestra lo liviano de nuestro confinamiento reciente, pero también resalta la fuerza de la palabra, de las personas, el poder de la comunicación entre las gentes, el foco de la libertad y la dignidad humanas y su nexo con la poesía. Una poesía que hace al mundo más decente, cuánto lo necesitamos”, apostilló el rector.
Poetas galardonados
Auspiciado por Patrimonio Nacional y la Universidad de Salamanca, el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana reconoce el conjunto de la obra de un autor vivo que por su valor literario constituye una aportación relevante al patrimonio cultural común de Iberoamérica y España. Raúl Zurita se suma hoy a la larga lista de poetas reconocidos con este galardón desde 1992 hasta la actualidad: Gonzalo Rojas (Chile), Claudio Rodríguez (España), Joâo Cabral de Melo Neto (Brasil), José Hierro (España), Ángel González (España), Álvaro Mutis (Colombia), José Ángel Valente (España), Mario Benedetti (Uruguay), Pere Gimferrer (España), Nicanor Parra (Chile), José Antonio Muñoz Rojas (España), Sophia de Mello Breyner (Portugal), José Manuel Caballero Bonald (España), Juan Gelman (Argentina), Antonio Gamoneda (España), Blanca Varela (Perú), Pablo García Baena (España), José Emilio Pacheco (México), Francisco Brines (España), Fina García Marruz (Cuba), Ernesto Cardenal (Nicaragua), Nuno Júdice (Portugal), María Victoria Atencia (España), Ida Vitale (Uruguay), Antonio Colinas (España), Claribel Alegría (Nicaragua), Rafael Cadenas (Venezuela) y Joan Margarit (España).