El Museo del Prado quiere continuar haciendo partícipe al visitante de la generosa donación que realizó Plácido Arango el pasado año, en esta ocasión, con una selección de obras que reúne diferentes representaciones de un mismo tema: la Inmaculada Concepción, uno de los asuntos más habituales entre los artistas españoles del Siglo de Oro.
Esta presentación, que podrá contemplarse en la sala 10 A del edificio Villanueva hasta el 19 de febrero, incluye las cuatro Inmaculadas procedentes de la donación Arango en 2015 -dos de Zurbarán, una de Mateo Cerezo y otra de Valdés Leal-; otraInmaculada de Zurbarán que ingresó en el Museo del Prado en 1956, y que se expone junto a su radiografía; y, una nueva incorporación a la donación inicial, unaInmaculada de Herrera el Mozo, que constituye un aporte significativo a la colección de obras de este autor, cuyo catálogo es relativamente escaso.
Coincidiendo con esta muestra, se ha editado una publicación en la que se estudia de manera individualizada cada una de las 26 obras que forman la donación Arango.
Tras la generosa donación que realizó el pasado año Plácido Arango Arias, el Museo del Prado organiza una nueva presentación especial que, en esta ocasión, reúne el conjunto de obras donadas con una personalidad temática más acusada, el formado por las Inmaculadas, uno de los temas más habituales entre los artistas españoles del Siglo de Oro para expresar los sucesivos ideales de belleza femenina.
La selección de estas obras, fechadas entre las décadas de 1630 y 1680, permite comprobar cómo la representación del tema de la Inmaculada Concepción osciló entre dos versiones: la que subraya la intimidad, el recogimiento y la concentración, y la que presenta fórmulas barrocas mediante composiciones dinámicas y coloristas. En exposición se reunirán la Inmaculada más temprana de la donación y la que custodia el Prado, ambas de Zurbarán, cuya comparación permite conocer las distintas alternativas iconográficas y compositivas que se planteó el pintor al principio de su carrera: frente a la concentración formal y la introspección emotiva de la que ingresó en el museo en 1956, la procedente de la donación Arango es expansiva y destaca por el amplio vuelo de su túnica.
La segunda Inmaculada de Zurbarán de la donación, fechada en 1656, constituye un puente con la rica tradición de representaciones concepcionistas sevillanas de la segunda mitad del siglo XVII y puede compararse con la Inmaculada de uno de los grandes representantes de esta escuela, Juan Valdés Leal, que en su obra, fechada en 1682, evita el dinamismo compositivo y la expansión comunicativa que le son característicos, y compone una obra introspectiva y delicada, en la que la joven María se encuentra rodeada por un elaborado contexto teológico.
Otro foco importante de producción de imágenes concepcionistas fue en Madrid que se encuentra representado en la donación una Inmaculada de Mateo Cerezo fechable en torno a 1660 cuyo dinamismo y amplia gama cromática son características que contribuyeron a que la pintura madrileña avanzase en una dirección plenamente barroca.
Además, esta muestra presenta una nueva incorporación a la donación inicial de Plácido Arango. Se trata de una Inmaculada de Francisco de Herrera el Mozo, uno de los nombres fundamentales en Sevilla y Madrid a mediados del siglo XVII aunque con un catálogo relativamente escaso, y que se integra, en usufructo, como un aporte significativo a las colecciones del Prado.
Coincidiendo con esta presentación, el Museo del Prado ha editado una publicación en la que se estudian de manera individualizada el total de 26 obras que forman la donación Plácido Arango y en la que se incluye un texto en el que se valora la aportación del conjunto a las colecciones del Prado.
La Inmaculada Concepción de Francisco Herrera el Mozo
Nueva incorporación a la donación Plácido Arango
La incorporación de esta Inmaculada de Francisco Herrera el Mozo, autor de una de las obras maestras de la donación (El sueño de san José), supone una aportación relevante a la colección del Prado ya que no se conoce ninguna otra obra de Herrera con tema concepcionista, un asunto de los más frecuentados por los pintores españoles de su generación.
En esta obra, Herrera ofrece una alternativa a los modelos más habituales de iconografía mariana española en la segunda mitad del siglo XVII planteando una contención formal y emotiva no habitual en la época, pero que también aparece en algunas Inmaculadas contemporáneas como la de Valdés Leal procedente de esta donación.
Destacan en ella tanto la nitidez cromática, resuelta a base de la combinación de los tonos marfil de la túnica y el azul profundo del manto, como el esmero descriptivo y el cuidado con el que se ha concebido la composición.