Siguiendo con mis reflexiones sobre todo lo que llevamos leído y escuchado desde el pasado 21 de noviembre sobre la autonomía leonesa, no consigo comprender el empeño que están poniendo la mayoría de políticos, estatales y autonómicos en negar hasta el mínimo debate sobre el tema.
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Y repito el último párrafo de mi anterior artículo: No es inocente sino un claro intento de manipulación que algunos políticos, no sólo de PP y PSOE sino también de C’s, hablen de la “independencia” de León y de todos los males que puede acarrear cuando de lo que estamos hablando es de autonomía, un derecho constitucional que se ha incumplido por un inexplicable e inexplicado “interés general”.
Todas las reacciones inmediatas y, hasta diría que desaforadas, en las que tratan de confundir a la ciudadanía mezclando, sin ningún género de dudas con mala fe, autonomía con independencia y región con provincia, resultan cuando menos sorprendentes por varias razones.
Una, que ya tiene “una edad respetable” recuerda perfectamente aquellas declaraciones, por parte de los partidos estatales que, en la aciaga época del terrorismo etarra, decían muy serios que “en ausencia de violencia se podía hablar de todo” y se pregunta ¿cómo es posible que en León, en el TRIprovincial Reino/Región/País de León, donde siempre nos hemos distinguido por nuestro civismo, no se pueda hablar de nada porque rápidamente se denosta nuestro afán de tener los mismos derechos que el resto de los españoles?
Constantemente oímos, por otra parte, que esta autonomía que padecemos tiene muchos problemas de gestión precisamente por su gran extensión por lo que todavía nos parece más extraño ese empeño en no cambiar nada, sobre todo, si tenemos en cuenta, que nos “vendieron” que con la autonomía, se trataba de acercar la administración al ciudadano y lo que hemos conseguido, sin embargo, en estos 37 años de autonomía compartida, es una centralización de absolutamente todo en Valladolid, mayor incluso que el centralismo de Madrid en tiempos de la dictadura.
Baste como ejemplo de ese centralismo desaforado el hecho de que hace años que los centros de Hemoterapia y Hemodonación (Donación de Sangre) que existían en las diferentes capitales provinciales se centralizaron en Valladolid. O el hecho de que una carta enviada desde una calle a otra de la ciudad de León, tenga que ir y volver a Correos de Valladolid, para su distribución.
Sin embargo, pese a todo lo anterior, cuesta trabajo entender esa negativa a hablar de una partición de la única autonomía que, ya desde su nombre, con esa y copulativa, demuestra que es un despropósito y diferente a todas las demás.
Y es precisamente en este punto cuando una empieza a pensar en todas las fundaciones y organismos que han crecido alrededor de la administración autonómica.
Pongamos como ejemplo la Fundación Villalar “tiene como fin general fundacional el de acrecentar el sentimiento de pertenencia de los castellanos y leoneses a una Comunidad Autónoma con identidad propia en el marco de su Estatuto de Autonomía, el de extender por todo el territorio de la misma este sentimiento y el de fomentar, promover y realizar todo tipo de actividades encaminadas a que la localidad de Villalar de los Comuneros aparezca como depositaria de los símbolos históricos y de las tradiciones de la Comunidad de Castilla y León.”.
Pues bien, dicha Fundación, que lleva recibiendo anualmente una cantidad que, como media, ronda el millón de euros de los presupuestos generales de la comunidad, es decir del dinero de todos los castellanos y todos los leoneses, no puede ser fiscalizada por el Parlamento Autonómico porque “es privada”. Curioso que un dinero público no se pueda controlar porque se entregue a una fundación privada que, conforme a sus confesados fines, tiene un objetivo marcado por el mismo gobierno autonómico que la subvenciona ¿verdad?
También acuden a mi memoria los Fondos Europeos y su utilización arbitraria por parte del gobierno autonómico. En lo que se refiere a los Fondos de Cohesión, es un gran misterio cómo se han utilizado puesto que, desde que existe esta comunidad autónoma, las rentas de las tres provincias leonesas, no sólo no han aumentado sino que han descendido mientras las de las provincias castellanas aumentaban. Los datos, antes de la ampliación a 28 (en estos momentos 27 tras el Brexit) eran realmente demoledores. Las provincias castellanas (excepto Ávila) superaban el 100% de la renta media europea, sin embargo las rentas de las tres provincias leonesas eran inferiores al 80% de la citada renta media, siendo sangrante la situación de Zamora cuya renta media del 72% era inferior en 39 puntos porcentuales a las de Valladolid y Burgos.
En el caso concreto de los Fondos MINER, cuya finalidad era la reindustrialización de las zonas mineras y que, por propia definición, eran fondos adicionales para las comarcas afectadas, la triste realidad es que ni se utilizaron para reindustrializar, ni fueron adicionales y, para mayor INRI, algunos de ellos se gastaron en la ciudad de Valladolid en la que, como todo el mundo sabe, las únicas minas que existen son las de los lapiceros.
¿No habrá, en todo ese derroche de declaraciones políticas que se empeñan en mantener un status quo que ha demostrado, por activa y pasiva, ser tremendamente perjudicial para una de las dos partes que componen esta división administrativa, un temor a la lógica auditoría que debería hacerse de todos estos años para poder hacer una partición ordenada de la autonomía? ¿Qué es lo que todavía no nos han contado y temen que sepamos?
Texto: Alicia Valmaseda