En Perú la religión ha jugado un papel vital en el desarrollo social y cultural de sus habitantes desde sus orígenes.
Así, el visitante que se adentra en el país puede conocer de primera mano las diferentes costumbres, ritos y leyendas de cada una de ellas, así como el patrimonio histórico y cultural que han ido dejando a su paso.
Época preincaica: Cultura moche
Aiapaec era la principal deidad de la cultura mochica, un dios temido y adorado, llamado también “El decapitador”. Era adorado como el dios creador, protector de los mochicas, proveedor de agua y alimentos y responsable de los triunfos militares.
Además, los mochicas adoraban al sol, a la luna y a los fenómenos naturales. También rindieron culto a dioses antropozoomorfizados con rasgos de cangrejo, zorro, búho, pez, felino, pato y otros muchos.
Su misticismo se rigió por las dualidades día/noche, muerte/vida, tierra/cielo. Ello se ve muy bien reflejado en la leyenda que cuenta que Aiapaec, todas las noches, tenía que rescatar al sol, que había sido tragado por el mar. Y es que en Perú, las puestas de sol son opuestas a las del Mediterráneo (el sol se oculta en el mar y no sale por él).
Hoy en día, la mejor forma de adentrarse en esta cultura es visitar el Museo de Tumbas Reales del Señor de Sipán, las Huacas del Sol y de la Luna, y la Tumba de la Dama de Cao en el Proyecto Arqueológico El Brujo.
Época incaica
El Imperio Inca estaba conformado por muchas comunidades donde existían una gran cantidad de dioses andinos. La mayoría de las religiones de estos pueblos tenía rasgos comunes, como la existencia de la Pachamama (Madre Tierra) y Viracocha (El Creador), los dioses mas populares del imperio Inca, junto al dios Inti o «Sol». Él y su esposa, Mama Quilla (Luna), eran considerados deidades benévolas.
Una popular leyenda cuenta que Manco Cápac y Mama Ocllo, pareja de esposos y hermanos hijos del dios sol, nacieron de las espumas del lago Titicaca, con la misión de buscar un lugar fértil para fundar la capital del futuro imperio. El sitio exacto sería marcado por el hundimiento báculo sagrado de Manco Cápac, evento que –según la historia- sucedió en el valle del río Huatanay, en Cusco.
La mayor representación de esta cultura y uno de los tesoros de Perú es el santuario de Machu Picchu, una auténtica ciudad incaica con templos, palacios, andenes y canales de agua que muestran las proezas de esta gran civilización, que fue capaz de transformar el paisaje trabajando en bloques de piedra gigantescos. El conjunto histórico se ubica a 2.490 metros sobre el nivel del mar en la provincia de Urubamba, a 112,5 km al noreste de la ciudad del Cusco.
Época colonial
Aunque en Perú existe la libertad de culto, la religión mayoritaria es la católica, heredada de los colonos españoles, quienes también dejaron tras su paso costumbres y fiestas religiosas que son una expresión de su convivencia con la diversidad de creencias y cultos de las culturas prehispánicas.
De esta fusión cultural, nació la célebre escuela de pintura cusqueña, que se caracteriza por su originalidad y su gran valor artístico, como resultado de la confluencia de dos poderosas corrientes: la tradición artística occidental y el afán de los pintores indios y mestizos de expresar su realidad y su visión del mundo.
Así, la confluencia de credos, costumbres y vivencias ha generado cerca de 3.000 fiestas populares al año, entre celebraciones patronales, procesiones, carnavales y rituales, expresiones todas ellas de la fe en un Dios, el respeto a la naturaleza y la celebración de la libertad.
Las fiestas en Perú tienen un aspecto místico porque en su mayoría manifiestan la fusión del catolicismo con diversas tradiciones prehispánicas.
El pago a la tierra se realiza principalmente en regiones altoandinas, bajo el concepto de retribuir a la Pachamama por su eterna generosidad.
Todavía se puede apreciar joyas de la época colonial como las catedrales de Cuzco, de estilo barroco mestizo, y de Lima, edificada por orden de Francisco Pizarro.
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