Unas doscientas personas llenaron el salón del Museo y noventa medios de comunicación acreditados escucharon las palabras de las personalidades que intervinieron a lo largo del acto, comenzando por la bienvenida del Gerente del Museo, Evelio Acevedo, y tomando luego la palabra, entre otros y por este orden, el Delegado de la Junta de Comunidades en Cuenca, Ángel Tomas Godoy, el presidente de la diputación Provincial, Benjamín Prieto, el alcalde de la ciudad Ángel Mariscal y el presidente de la Junta de Comunidades, Jorge Sánchez quien dijo que Cuenca “no es sólo única, es nazarena”, coincidiendo así en los numerosos elogios que todos los oradores hicieron de los nazarenos conquenses. Cerró el acto el ministro de Justicia, Rafael Catalá, que afirmó que “La Semana Santa de Cuenca es una expresión plástica y artística de una belleza inigualable y destacó su capacidad de fascinación y de evocación de sentimientos.
Los oradores, conducidos por el cronista oficial de Cuenca, Miguel Moreno, dieron voz a la promoción de la ciudad y a su Semana Santa, que, por otro lado, iba completando el interés del auditorio con los magníficos vídeos que mostraban el acontecimiento más grande de la ciudad – la Semana Santa – y, aun siendo realistas y de gran calidad, no reflejan completamente lo que se vive “in situ” por ser algo muy peculiar, sentido, tradicional y auténtico el desfile procesional que recorre sus calles, cuestas y plazas en torno a las 32 cofradías que preparan, pregonan y recuerdan los dramáticos hechos narrados en la Historia Sagrada como algo tan suyo que lo hacen acontecimiento fundamental entre las muchas festividades dignas de ser presenciadas, porque en estos días santos, el campo, al despertarse en colores, tiñe de ellos a cuantos participan en las procesiones y pasean el arcoíris con las capas, túnicas y capuces de los cofrades y en la belleza y mantos de las Vírgenes y del Ecce-Homo.
No en balde la artesanía que en Cuenca se trabaja es famosa y reconocida: Un ejemplo es el taller de Artesanía de Bordados en Oro “San Julián”, que elabora preciosos ornamentos como el ambón que yo misma encargué para la villa de Calaceite (Teruel) en honor de la Santa Espina, siendo muy admirado cuando se expone en honor de la santa reliquia, en el altar mayor de su arciprestal iglesia.
Recién casada, paseé cinco años por las calles y plazas de Cuenca, hice oración en sus iglesias, di a luz a mis tres hijos, admiré muchas tardes la belleza de sus hoces y el verdor de sus ríos Huécar y Jucar, me asomé a sus casas Colgadas y visite la Ciudad Encantada, gocé escuchando la música religiosa, en las primeras ediciones – ya son 56 – de su Semana de Música Religiosa en el entonces Convento de San Pablo, donde las aguas del cercano Huécar que besa sus pies parecen discurrir más despacio para escuchar las escogidas partituras de los conciertos que en él se realizan, dirigidas por las más famosas batutas.
La Semana Santa de Cuenca es peculiar, sentida, austera, tradicional y auténtica. Declarada de Interés Turístico Internacional, en 1980, en torno a la Junta de Cofradías, tiene como lema común ”Caminar junto a la Cruz”. Por eso Cuenca es nazarena; pregona y vive su Semana Santa con amor y fervor intensos. Los “cirineos”· y las “soledades” llevan y caminan junto a la Cruz en estas procesiones, que son resumen de un sentir íntimo, auténtico, intenso y verdadero de todos los que creemos en un Redentor. Y, aunque suenan clarines, trompetas y burlas en la mañana del Viernes Santo, que hacen del despertar un sobresalto al oír y ver tanta representación de la barbarie por las turbas, las “horquillas” de los banceros ponen eco a la incomprensión. Y como contrapunto, las súplicas al Crucificado, anónimas, traslucen los rostros que no están cubiertos y, caminando entre la muchedumbre por lugares que parecen trasladados del Camino del Calvario en Jerusalén, recordamos la Pasión muy viva en el pensamiento.
Aunque en la presentación nadie aludió a ello, quizá por un respetuoso deseo de no mezclar lo espiritual con lo terreno, la visita de Cuenca, en cualquier tiempo permite disponer de una gastronomía de gran calidad, reconocida y alabada en cada Semana Santa por los miles de personas que visitan la ciudad y han sido y serán sus mejores pregoneros.
Mientras escribo, un recuerdo especial me llega para el inefable Pedro Mercedes, que llevaba a Cuenca en el azul de sus ojos y en el movimiento de sus manos al crear sus “cacharros” como él llamaba a los diferentes, artísticos y muy particulares objetos que hacía surgir del barro. Especial emoción siento al contemplar una obra suya, “La última cena”, colgada en mi comedor, en la que Pedro Mercedes volcó su sentimiento y saber hacer, consiguiendo una creación , cuya visión me trae el recuerdo de Cuenca como el lugar único para sorprenderse, emocionarse y vivir la Semana Santa
Textos y fotografías: María Teresa Aguiló Sanmartín