El recinto amurallado germinal de la ciudad va desde el castillo hasta el templo de San Ildefonso, aprovechando el fuerte desnivel de los sectores norte y sur. La fortaleza de las murallas y la resistencia pasiva a un eventual ataque hizo que la ciudad tuviera el apelativo de: «la bien cercada«.
Las excavaciones arqueológicas realizadas muestran que existieron unas murallas cuando la ciudad era un castro romano, e iban desde la Puerta de Olivares hasta la Iglesia de San Ildefonso.
Las murallas romanas se confirman por unas excavaciones realizadas en 1904 que sacaron a la luz lápidas que acabaron en la fachada del Ayuntamiento Viejo. No existen referencias de la existencia durante la ocupación de los suevos primero y los visigodos en el siglo VI.
Sin embargo, su protagonismo se documenta tras la invasión musulmana de la Península Ibérica y durante la reconquista. Es posible que el rey asturiano Alfonso I tomara la ciudad denominada Semure a los musulmanes, sin preocuparse de repoblarla.
La construcción de las murallas primitivas se inicia según las fuentes medievales en el año 893 durante el reinado de Alfonso III de Asturias. Es este rey quien repuebla la zona del valle del Duero con gentes de León y mozárabes de Toledo.
Se construyen burgos, barrios y también murallas. La ciudad de Zamora era uno de los centros cristianos más importantes en el siglo X. La primera muralla va desde el Alcázar hasta la Iglesia de San Pedro y San Ildefonso.
Se aprovecha el fuerte desnivel de cotas de los sectores norte y sur de la ciudad. La seguridad de las nuevas defensas atrae a nuevos pobladores al mismo tiempo que se convierte en un nuevo objetivo militar.
Uno de los ataques musulmanes a la ciudad se realiza en el año 901, cuando la ciudad es asediada por Ahmed-ben-Moavia (conocido como Abul Kassin) siendo su balance tan sangriento en ambos bandos que se acaba denominando: el Día de Zamora.
En el 939, tras la batalla de Simancas entre las tropas de Ramiro II de León y Abderramán III, los ejércitos del califa cordobés atacaron la ciudad en la batalla de Alhandic (denominada también del foso de Zamora) logrando entrar en la ciudad, si bien parte de la historiografía considera que dicha batalla, conocida como de Alhandega también, tuvo lugar en realidad en Fresno Alhándiga, en el entorno del río Alhándiga.
Posteriormente, en el año 980 las tropas de Almanzor lograron entrar en el recinto amurallado zamorano, invadiendo la ciudad hasta que en 1002 la abandonaron al rendirse Almanzor en la batalla de Calatañazor. Esta fue la última invasión que recibe la ciudad proveniente del Al-Ándalus.
El monarca Fernando I de León dotó en el año 1061 de un fuero propio a la ciudad de Zamora, iniciando la construcción de una nueva muralla mucho más amplia, divulgándose con ello la visión de ciudad inexpugnable.
La finalización de la cerca se produjo durante el reinado de Alfonso VI de León. El perímetro que encierra esta muralla se denomina: el primer recinto de Zamora. Abarcando la meseta rocosa de la ciudad en lo que podría considerarse el espacio románico de la actualidad. De la muralla de este primer recinto apenas queda muestras.
En el interior de este perímetro inicial se encontraban los edificios más representativos, la administración, la religión, las leyes, las sedes del poder político. En el eje este-oeste va creciendo la ciudad con el establecimiento de nuevos burgos y pueblas, una de las más importantes eran la Puebla del Valle.
Van apareciendo las iglesias en torno a los burgos. Se consolida la ciudad como residencia de la nobleza (caballeros) actuando en ella como el grupo de poder. Al morir Fernando I reparte su reino, entregando en su testamento en calidad de señorío a su hija la infanta Doña Urraca la ciudad de Zamora en herencia, siendo nombrada la ciudad en el romancero medieval
El romancero alude a la Peña Tajada y sus veintiséis cubos, con una longitud de más de dos kilómetros y ocupando un total de 25 hectáreas, ocho puertas y varios portillos auxiliares que pudo ser el escenario del asedio sufrido por las tropas de Sancho II durante el cerco de Zamora.
Hacia 1230 se irá alzando un nuevo recinto desde el torreón de Santa Ana hasta el de San Pablo, cercando el Burgo en cuyo interior convivía el caserío con parcelas ocupadas por huertos y eras.
Surgiendo entonces la Plaza Mayor como centro urbano, desde donde arrancan las principales arterias de la ciudad: Santa Clara, San Torcuato o Balborraz.
Se remataba la catedral románica y nacían los arrabales del Espíritu Santo, San Lázaro, San Frontis y la Vega. Zamora “la bien cercada” era para Juan Gil de Zamora (1250-1318) una valiosa Numancia.
Tras la reconquista y la repoblación de los extremos del Duero es cuando adquiere su actual idiosincrasia: diferentes cercos que se superponen y que incluyen dentro de sus perímetros las diferentes ampliaciones de la ciudad
Desde finales del siglo XIX y durante prácticamente la primera mitad del siglo XX, la muralla es abandonada e incluso destruida para ganar suelo a la colina donde se asienta la ciudad.
A partir del Decreto de 22 de abril de 1949 se la declara dentro del programa de protección de patrimonio español, y en 1985 dicho decreto se corrobora con la ley sobre Patrimonio Histórico Español. Del primer recinto se destruyeron las Puertas de San Martín, el Portillo de las Lonjas y la Nueva de San Juan.
Se conservan muy parcialmente la de Mercadillo o del Carmen, la de San Cebrián y la de San Pedro. Y se conserva muy trasformada la de Zambranos.
En cualquier caso, se conservan alrededor de 3 km del recinto amurallado en buen estado. De hecho, las almenas de la muralla son parte del reclamo turístico de la ciudad, y no pocos turistas se fotografían en ellas en los diversos parques y plazas que se integran a lo largo de esta construcción.
Actualmente se halla en proceso de restauración y reconstrucción, liberándose zonas que habían quedado ocultas por construcciones nuevas y consolidándose otras que habían dado lugar a ensanche de calles.
El Pórtico de la lealtad
El portillo se sitúa entre la iglesia de San Isidoro y la Catedral.
Arquitectónicamente no es destacable, ya que simplemente se trata de una alta y estrecha puerta que se levanta sobre una quebrada, en uno de los tramos del perímetro de la muralla más irregulares.
En la actualidad es perfectamente transitable, ya que une una parte de la ciudad con otra.
Se encuentra en perfecto estado de conservación y de higiene, así como de decoración, pues está rodeado de abundante vegetación que hace más romántico si cabe un lugar con tanta historia.
La importancia de este elemento arquitectónico radica en que las crónicas cuentan que por él entró Vellido Dolfos, un noble leonés del siglo XI, siendo perseguido por el Cid.
Este le perseguía por haber asesinado a Sancho II de Castilla, que se encontraba al mando de las huestes que asediaban la ciudad, entonces en manos del Reino de León.
Los historiadores no están de acuerdo en torno a la existencia de este hecho. Un grupo de profesionales afirman que sí, que está reflejado en las crónicas y que por tanto no admite discusión.
Sin embargo, otros afirman que el rey fue abatido por un soldado anónimo que ni siquiera sabía que estaba cometiendo un regicidio.
En cualquier caso, la tradición castellana recoge este hecho a través de diversos cantares de gesta y romances.
El Portillo de la Lealtad tuvo originalmente el nombre de Puerta de la Traición, que mantuvo hasta el 22 de diciembre de 2010, momento en el que se formaliza institucionalmente un acto de redenominación presidido por la alcaldesa de Zamora, Rosa Valdeón, en el que se realiza la lectura de un texto de desagravio contra Vellido Dolfos y se descubre una placa oficializando el cambio.
La bien cercada
Allá en tierra leonesa un rincón se me olvidaba, Zamora tiene por nombre, Zamora la bien cercada; de un lado la cerca el Duero, de otro Peña Tajada,
¡Quien vos la quitare, hija,la mi maldición le caiga! Todos dicen ¡Amén, amén! sino Don Sancho, que calla.