En el ADN de los buenos leoneses hay la suficiente carga genética para seguir oponiéndose a sus intentos de conquista, como ya demostramos contra los romanos, los visigodos, los musulmanes o los franceses.
Una vez más llega el 23 de abril y la insistencia machacona de los mandamases de esta ya ni siquiera comunidad pues la misma hace aguas como cesto de vendimiar. Pero qué cansinos son algunos, qué manipuladores, qué desvergonzados, qué cínicos, qué groseros, qué arrogantes, qué vanidosos y qué insensibles ante la verdad de la historia que, de otro lado, declaran defender. Seguramente, no se habrá visto nunca utilización tan parcial de unos hechos, simplemente porque les conviene o porque el Pisuerga pasa por allí, que nada tienen que ver ni con el marco geográfico ni con el marco histórico ni con la veracidad de lo acontecido en lo que se denomina “Guerra de las Comunidades” (comuneros hubo en más de la mitad de España y, como apunte, para mayor escarnio, Burgos, la “Caput Castellae”, apoyaba al Emperador).
Ya en los comienzos de la democracia se había confundido comunero con comunista (una verdadera aberración histórica), pero estos aprendices de brujo, del aborto comunitario castellano-viejo, han intentado dar un paso más: convertir una derrota de los burgueses que se oponían al rey Carlos I (algunas de cuyas razones podrían hasta ser compartidas) en la fiesta de una comunidad autónoma, a todas luces anticonstitucional, fracasada y hasta cada vez más repudiada por la mayoría de los ciudadanos, y no solo los leoneses.
Su insolencia ha llegado, sin embargo, tan lejos en este 2021 de la pandemia y de la anulación de la voluntad por medio de leyes y disposiciones incomprensibles y contradictorias, amén de la igualitaria mascarilla que despersonaliza al individuo, que han decidido atacar a los más débiles de la sociedad, los niños, a los que, en una especie de juego alienante, harán jurar “por Castilla”. Y hasta en la leonesa Zamora… ¡Mamarrachos!
Métanse ustedes el juramento por donde les quepa y dejen en paz a los críos. Juren ustedes por quien les dé la gana, aunque sea por Belcebú, y váyanse a ese sitio tan repetido por el gran Fernando Fernán Gómez… ¡Ah! ¿Qué no lo recuerdan? “A la mierda”…, de la que nunca debieron salir, dada su capacidad para hacer el mal y su incapacidad para hacer el bien, empatizar con aquellos a los que dicen representar o, ni tan siquiera para comprender, de una vez, que en el País Leonés no conseguirán nunca, por mucho dinero que gasten, de ganar una sola voluntad para su causa… excepto, es verdad, los vendidos y los miserables, a esos seguidores de Judas, capaces de traicionar incluso a los de su familia.
En el ADN de los buenos leoneses hay la suficiente carga genética para seguir oponiéndose a sus intentos de conquista, como ya demostramos contra los romanos, los visigodos, los musulmanes o los franceses. Ustedes, comparados con aquellos, no son más que una anécdota, una simple mota de polvo que barrerán los vientos de la historia… más pronto que tarde. Tengan las maletas preparadas…
Y no olviden, tampoco, que nosotros, con la limitación que imponen las circunstancias actuales, seguiremos celebrando el 24 de abril y recordando a aquellos héroes que, los primeros, se levantaron contra los franceses al grito de “Leoneses, la patria está en peligro: Fuera los traidores”.
El Húsar Tiburcio