Los actos comenzaron el 3 de marzo con una procesión frente al Castillo de la Mota y terminarán el 5 de mayo. Medina del Campo en Valladolid vive su Semana Santa de una forma muy especial, y más aún desde 2011, cuando celebraba los 600 años de sus primeras procesiones de disciplina, y consiguió que fuera declarada Fiesta de Interés Turístico Internacional. Este año que, aparentemente, no tenía nada especial que celebrar, se ha inventado la Semana Santa más larga del mundo. El pasado 3 de marzo comenzó las celebraciones con una Procesión Extraordinaria para conmemorar el Año de la Fe, organizada por la Junta de Semana Santa de la ciudad castellana, en colaboración con las parroquias y cofradías penitenciales de la Villa y del Arciprestazgo de Medina.
La celebración central tuvo lugar en el espectacular marco del Castillo de la Mota, muy vinculado a la reina Isabel la Católica y su hija Juana, y consistió en el rezo del Vía Crucis formando las 14 estaciones ante las imágenes de los cristos crucificados de las diferentes cofradías que desfilan en Semana Santa y ante Ntra. Sra. la Virgen de las Angustias, Patrona y Alcaldesa perpetua de la localidad. Además del sentido religioso del acto, fue una oportunidad única para contemplar las magníficas tallas que atesoran las distintas iglesias de esta localidad y alrededores, realizadas entre los siglos XIV y XVII. Entre ellas estuvo por primera vez un crucificado de Gregorio Fernández de la localidad de Brahojos.
Todos los cofrades, bandas, agrupaciones musicales y miles de personas acompañaron a las diferentes tallas desde sus templos hasta el Castillo para celebrar un acto penitencial que contó con la presencia de los hermanos cofrades portugueses de la ciudad de Braga y de localidades de la comarca.
El acto fue un anticipo de lo que ofrece la Semana Santa de Medina del Campo, que este año cuenta con algún paso nuevo y distintos recorridos, y forma parte de las distintas actividades que la villa realiza para la promoción y mejor conocimiento de su Semana Santa desde casi dos meses antes del inicio de las procesiones. Este año, además, la Semana Santa en Medina del Campo retrasa su finalización hasta el primer fin de semana de mayo, en el que la Villa volverá a ser punto de encuentro de cofradías, hermandades, juntas de Semana Santa, artesanos, imagineros, bandas y agrupaciones musicales que participarán en Mundo Cofrade y disfrutarán de un amplio programa de actividades del 3 al 5 de mayo que incluirá la III Feria Cofrade y el II Encuentro Nacional de Bandas y Agrupaciones de Semana Santa San Vicente Ferrer.
La Semana Santa de Medina es una de las fiestas más profundas y arraigadas que se celebran en España, y en ella se recuerda la pasión y muerte de Jesucristo. Se considera que sus desfiles procesionales son los más antiguos de España, instituidos por San Vicente Ferrer en 1.411 y contando con el conjunto más completo de imaginería procesional renacentista del país. Las calles se convierten en escenarios de fervor y devoción religiosa, en los que se entremezclan el duelo y el recogimiento al recordar la muerte de Cristo, con la música, el arte, el colorido y la magia de las procesiones, desfiles solemnes en los que numerosas personas acompañan a las imágenes religiosas. En la actualidad, unos 3.000 cofrades acompañan a 30 pasos en 15 desfiles procesionales que recorren las calles del municipio, en silencio y con recogimiento.
Refugiada en los recios muros del castillo de la Mota o en las cercanías de su palacio en el centro de la ciudad, la reina Isabel paseaba su tristeza y contenía sus dolores. El fallecimiento de su hijoy el aborto de la esposa de éste, la muerte de su adorada primogénita Isabel y su nieto Miguel, la locura de Juana y la incertidumbre de su hija Catalina tras la muerte de su esposo inglés, la tenían sumida en una profunda pesadumbre que hizo que vistiera de luto riguroso. A ello se unían los dolores del cáncer de útero que padecía y las preocupaciones del que empezaba a ser el gran Imperio español.
Entre los muros, almenas, patios y torres, Isabel se refugiaba en su espiritualidad y esperaba con resignación su muerte. Pidió a sus súbditos que no rezaran por su recuperación sino por la salvación de su alma y acogía las malas noticias con entereza: «El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó, bendito sea su santo nombre», dijo al saber la muerte de su hijo. Seguramente alguno de los sacerdotes que la reconfortaban, le hablaría de la tradición religiosa de la villa de Medina del Campo, y de la visita de San Vicente Ferrer, casi cien años atrás, en 1.411, cuando instituyó las primeras procesiones de Semana Santa. Tal vez la reina pudo presenciar alguna de ellas.
Porque, en efecto, en esa fecha, hace más de 600 años, el que fuera conocido como martillo de herejes, estuvo en Medina del Campo y en ella instituyó por primera vez en España las llamadas procesiones de disciplina, según se recoge en numerosas fuentes documentales. No hay más noticias relacionadas con el tiempo de Pasión hasta más de un siglo después, cuando se funda en el convento dominico de San Andrés la Cofradía de la Santa Vera Cruz, San Andrés y San Vicente Ferrer cuya regla es aprobada en 1544. A mediados del siglo XVI aparecen documentadas las procesiones penitenciales encuadradas en dos grandes cofradías de gran tradición, bajo las advocaciones de la Vera Cruz y de la Quinta Angustia de la Virgen.
Aunque desde el viernes de Dolores y en los primeros días de la Semana Santa se suceden las procesiones y actos religiosos y festivos, es el Jueves Santo cuando comienzan las procesiones más emotivas. Un rumor de pasos y redobles destemplados de tambores, rompen el silencio por las calles que confluyen en la Plaza Mayor de la Hispanidad. Conocida popularmente como Procesión de los Faroles, puesto que todos los cofrades desfilan alumbrado con sus faroles las distintas imágenes, se inicia puntualmente cuando el reloj de la Colegiata da las 11 de la noche. Un impresionante silencio que se puede palpar en el ambiente, acompaña todo el recorrido que tiene su culminación en la Plaza Mayor de la Hispanidad cuando en la oscuridad de la noche a la luz de los faroles, el silencio queda roto por el canto del Miserere. Es quizás, la más emocionante de las procesiones que celebra la Semana Santa de Medina, recuperando así la antigua procesión de los Pobres, de la cofradía de la Vera Cruz.
En la madrugada del jueves al viernes, la cofradía del Descendimiento traslada el Cristo de Santa Clara desde la iglesia de San Miguel hasta el monasterio de Santa Clara, realizando diversos actos penitenciales durante el recorrido por el barrio de la Mota y pasando por el espectacular Castillo de la Mota, joya de la arquitectura europea renacentista y Monumento Nacional desde 1904, conformando así la procesión de Sacrificio, una de las tres que tienen lugar el día de Viernes Santo.
La segunda procesión, denominada del Encuentro, parte de la colegiata de San Antolín, con los pasos de Nuestro Padre Jesús Nazareno y la Virgen de la Soledad, acompañados por todas las cofradías, con sus respectivas bandas de cornetas y tambores. Cada imagen realiza un recorrido diferente, para encontrarse finalmente en la plaza Mayor, donde el hijo se inclina ante su madre, mientras los espectadores sienten una profunda emoción. Es una de las procesiones con más carisma y devoción a la que asiste gran cantidad de público que se concentra en la plaza para escuchar la meditación pronunciada por un sacerdote cuando se produce el Encuentro.
La última procesión del día es la del Silencio, tan popular en otros lugares de Castilla. A ella acuden todas las cofradías con sus pasos, congregados en la plaza Mayor de la Hispanidad y es el máximo exponente de la imaginería renacentista que caracteriza a las procesiones de Medina del Campo. En ella desfilan por las calles y plazas de la Villa de Ferias una de las colecciones de imágenes de Cristo del siglo XVI más espectaculares de España.
Los desfiles procesionales finalizan el Domingo de Resurrección, cuando tiene lugar el Encuentro entre Cristo Resucitado y la Virgen de la Alegría, junto al Sepulcro Vacío. Tras el encuentro en la plaza Mayor, inician la procesión todas las cofradías, con disparo de cohetes y suelta de palomas y globos, mientras las bandas de cornetas y tambores interpretan el Himno de la Alegría.
Para reponer fuerzas
La Tierra de Medina es una comarca dedicada a la agricultura y a la ganadería en la que los productos de la tierra son la base de su gastronomía. Lo que fundamenta la cocina medinense no es la sofisticación de sus recetas sino el uso de una materia prima de calidad que se puede disfrutar en cualquiera de sus productos. Original y auténtica de por sí, los días de Pasión se viven en torno al sabor del potaje de garbanzos y el bacalao cocinado de mil formas en los fogones de la villa: al ajo arriero, al pil-pil, en salsa verde…
La tarde de Jueves Santo es costumbre antigua recorrer siete iglesias visitando al Santísimo en los altares preparados para ello. Pero también es antigua costumbre recorrer siete iglesias, en este caso de techo bajo, es decir, bares, mesones o tabernas donde hay que matar judíos, frase probablemente inspirada por Vicente Ferrer, que no es otra cosa que beberse un vaso de limonada, como se dice en Medina, o de sangría como se conoce en otros lugares. Buen vino de la tierra, limones macerados y azúcar para preparar esta bebida dulzona que se puede acompañar con una torrija, regada con miel o con almíbar que es el postre que no puede faltar estos días en ningún hogar medinense.
Y al llegar el Domingo de Pascua, un buen lechazo de la tierra o un cochinillo asado al horno de leña al estilo de Medina. Por supuesto todo ello regado con buen vino de los muchos que da la zona. Y si de endulzarse la vida se trata, nada mejor que acercarse al obrador del convento de las Madres Clarisas donde los empiñonados, las pastas de te o los hojaldres harán las delicias de los más golosos. Este año de celebración, la capirocada, nuevo dulce artesanal de pasta con chocolate y una pequeña cocada, completará esta golosa oferta durante la Cuaresma y la Semana Santa.
Enrique Sancho.
Más información:
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