Estas son las leyendas de amor que recorren las Islas Baleares. Un viaje para descubrir las islas desde una perspectiva diferente
Madrid, 14 de febrero 2023.- Las Islas Baleares roban cada día el corazón de todos y cada uno de sus visitantes: su naturaleza, calas, miradores, puestas de sol… Mil y un rincones que visitar y conocer. Y cada una de sus islas ha sido testigo de la historia de sus habitantes. Historias que en ocasiones se convierten en leyendas, y una gran parte de sus leyendas tienen un componente esencial: el amor.
Desde historias románticas a otras con final menos feliz, realizar un recorrido por ellas nos permite descubrir el archipiélago desde otra perspectiva completamente desconocida, curiosa y única. Un plan perfecto para celebrar San Valentín en uno de los mejores escenarios que aúnan naturaleza, gastronomía e historia.
La Torre de l’Amor de Mallorca
La calle de la Torre de l’Amor, situada en el CallMajor (barrio judío), es corta y estrecha. Actualmente desemboca en la plaza de Mossèn Miquel Maura, donde se encuentra el teatro Xesc Forteza y el oratorio y convento neogóticos de las Monges del Culte Eucarístic.
Esta calle, como muchas en Palma, tiene su pequeña historia y leyenda.Era el año 1365 y en esta plaza vivía Moshé Faquim y era soltero; en cambio su vecino y rival, llamado Magaluf Natjar, estaba casado con una hermosa mujer. Como es de suponer en esta historia, Faquim y la esposa de Natjar se sentían atraídos el uno por el uno y finalmente se unieron… Todo un escándalo en la comunidad judía.
Pero esto no quedó aquí. Como ambos eran ricos, Faquim hizo construir una torre muy alta en su casa para contemplar la habitación de la mujer objeto de su pasión, la esposa de Natjar, y por ello la llamó “La Torre del Amor”. Además, se jactaba de esta construcción e invitada a nobles para que la pudiesen contemplar.
Obviamente, el enfado de Natjar fue a más y pidió en muchísimas ocasiones a su vecino que echara la torre abajo. Pero el tiempo fue pasando y la torre seguía en pie. Así que desesperado Natjar se puso en contacto con las autoridades de la ciudad y se quejó al rey Pere IV el Ceremonioso.
La petición del marido fue escuchada… catorce años después, en 1379; en aquel año la torre fue rebajada doce palmos.Actualmente, vemos una antigua atalaya con una veleta en un edificio plurifamiliar del siglo XIX.
La naveta de Tudons de Menorca
Paseando por Ciutadella es imposible no pensar en románticas historias de amor. Algunas de las leyendas más conocidas de las islas están protagonizadas por gigantes y piratas.
Cuenta la leyenda que, en tiempos remotos, cuando los gigantes poblaban Menorca, dos de ellos se enamoraron de la misma mujer. Ella, indecisa, le retó a una prueba de fuerza y habilidad. Uno, construyó una naveta (la de Tudons), un imponente edificio hecho con grandes y pesadas piedras. El otro cavó un profundo pozo (el de Sa Barrina) para encontrar agua. Cuando el primero cargaba con la última piedra, oyó gritar: “¡agua, he encontrado agua!”. Furioso, el gigante tiró al pozo la gran roca que llevaba y mató a su compañero. Seguidamente, avergonzado, huyó de la isla. Por esto, a la naveta des Tudons le falta una piedra: el gigante no pudo acabar su obra.
Ni los piratas que invadieron Menorca y la saquearon se pudieron resistir al amor. Ahí está la historia de Xoroi, que se escondió en una cueva dónde llevó a la mujer de la que se había enamorado, una bella menorquina. El invierno que los hombres del pueblo lo descubrieron, Xoroi se lanzó al mar, el mismo que le había traído a la isla. Nunca más se supo de él, pero la leyenda cuenta que descendientes de su compañera y los tres hijos que tuvieron aún viven en Alaior.
La diosa Tanit de Ibiza
Cuenta la historia que los Cartagineses conocían unas tierras en las que no crecen las víboras ni los escorpiones, bien provista de puertos, y supuestamente fácil de conquistar. Se trataba de la isla de Ibiza.
En el año 654 a.C. iniciaron su travesía para ocupar la isla. Sufrieron la fuerza de la naturaleza durante unos tempestuosos días de tormenta. Las lluvias arrastraron las rojas tierras de Ibiza tiñendo de rojo la bahía que les dio refugio, lo que les recordó los rituales baños de sangre de la diosa Tanit, cosa que interpretaron como un signo divino de buen agüero.
Seguramente fue Es Bol Nou, o Porroig, el lugar donde llegaron en primer lugar los cartagineses. En Sa Caleta aún se conserva un asentamiento, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Ibiza quedó desde aquella fecha bajo la protección de la extraña diosa del amor y de la fertilidad.
Cova de Es Culleram, al norte de Ibiza y donde se realizaban rituales y ofrendas a Tanit, ahora permanece silenciosa y mayestática, dentro de una urna en el Museo des Puig des Molins, y contempla la curiosidad, la admiración, la indiferencia de los que pasan frente a ella. Pero quien sabe si, tal vez, percibe de tanto en cuanto un ligero temblor de algún visitante que se ha sentido perdido en sus ojos de piedra.
Las lagartijas de Formentera
Tal y como cuentan las leyendas ancestrales, y al contrario que sucedía en la isla de Ibiza, en la época romana, Formentera era considerada como una tierra plagada de serpientes y otros reptiles. Plinio el Viejo defendía que este territorio de las Islas Pitiusas era el que engendraba estos animales que resultaban tan dañinos y que impedía que la isla pudiera ser habitada por los humanos.
Hoy en día, en Formentera no existe ningún rastro de serpientes y el tiempo ha demostrado que nunca las hubo. Aquellos reptiles a los que se refería Plinio son las lagartijas que se han convertido en el símbolo de la isla.
Sin embargo, varios historiadores aseguran que en Formentera habitaban dos clases de brujas que practicaban la magia blanca y negra. Pues bien, se dice que, aquellas consideradas como buenas eran las curanderas que invocaban a los santos y hadas elaborando filtros de amor; y que las malas realizaban todo tipo de conjuros que las hacían ser temidas y respetadas.
El famoso bosque de Sa Pujada era el lugar donde las brujas celebraban sus aquelarres y terminó siendo conocido como Bosque del Diablo. Sin embargo, aquellas mujeres poseían una belleza inusual que dejaba completamente cautivado a todo aquel que se postraba ante ellas, lo que hizo que los piratas y vikingos que pretendían invadir la isla fueran castigados, hechizados y convertidos en las lagartijas que recorren la geografía de Formentera en la actualidad.