Con motivo de la fecha 24 de abril ComunidadLeonesa.ES organizó por duodécimo año consecutivo, la celebración del tradicional Homenaje a los Héroes Leoneses (que, por cierto, se lleva celebrando en nuestra ciudad desde hace más de veinte años).
La comitiva partió de la Plaza de Botines a las 12,30 horas, dirigiendose por la calle Ancha, Plaza de Regla y C/Mariano Dominguez Berrueta hasta la Plaza Mayor donde se realizó la lectura del Manifiesto que este año corrió a cargo de la Asociación Cultural “El Trovador Leonés” y a la colocación de una Corona de Laurel en el balcón del Consistorio Viejo.
Otro año más los leoneses se reunieron para homenajear a los Héroes que se levantaron contra los invasores, para defender nuestra tierra leonesa contra quienes pretendieron que los leoneses se doblegaran ante sus imposiciones.
Manifiesto del 24 de abril de 2017
Leoneses, la patria está en peligro; fuera los traidores.
Si prestáis atención aún podréis oír, cierto es, ya en leve susurro, casi tan apagado como la vida de esta, sin embargo, urbe regia y capital imperial, el eco de ese grito lanzado desde estos mismos balcones, por el Coronel D. Luis de Sosa. Era una soleada mañana de domingo de hace apenas 209 años; muy pocos, es cierto, para quienes estamos habituados a contar hasta en milenios; pero la proclama de aquel patriota leonés, y lo que ella significa para nosotros, nos sigue concitando año tras año, en estos añosos lugares, en un atávico deseo, a la búsqueda de amigarnos con un pasado que sigue presente en nuestra piel, en nuestras costumbres, en nuestra vida y hasta en nuestra forma de entenderla.
Claro está que algunos nos acusan de vivir mirando por el retrovisor, pero ¿qué nos queda ya, si no es tratar de comprender nuestro pasado para encarar este presente que ni hemos elegido, ni entendemos, y un futuro que se adivina más negro que el carbón que duerme en nuestras cuencas, mientras los mineros buscan, quizás en otras tierras un mejor porvenir que aquí se les niega? ¿Y qué podemos hacer, si no es, precisamente, mirar hacia la historia para elevar la autoestima de los nuestros y, conocedores de nuestro glorioso pasado, dejemos de ser niños, como escribiera Cicerón? Hora es ya de ser mayores, de comportarnos como adultos, de actuar por nosotros mismos, de alcanzar nuestro autogobierno, sin necesidad de tutores ni de administradores ni de metrópoli que nos ampare.
¿Hasta cuándo vamos a seguir tolerando esta situación absolutamente colonialista de parte de los que, abusando de nuestra buena fe, siguen creyendo que pueden impunemente hasta pisarle la cola a este león amodorrado?
Leoneses, os lo repito: la patria pequeña está en peligro. Tan en peligro que, como afirma el escritor y filósofo George Steiner, “lo que no se nombra es que no existe”. Una simple cuestión en contrario, ¿Y existe todo lo que se nombra? La propaganda alienante repetitiva, monótona y machacona de la comunidad que nos oprime y que claramente nos perjudica es una evidente muestra de lo que afirmo. Pero, ¿estamos dispuestos a consentirlo? ¿Estáis dispuestos a malbaratar la herencia de vuestros antepasados que, a lo largo de la historia, marcaron la senda por la que caminar para ser grandes, respetados, admirados y hasta imitados?
1000 años refrendan estos mismos lugares que hoy nos contemplan. En el Fuero de León se cita ya el mercado de los miércoles, si bien se afirma que viene de larga fecha. Pero ese mismo Fuero, del que casi todo se ignora y muy poco se comenta, no vaya a ser que apreciemos su importancia, no supuso solo la agregación de una serie de normas para los pesos o las medidas de aquel mercado o situaciones semejantes. Representó un salto cualitativo en la interpretación de las leyes hasta determinar algo tan revolucionario para la época como la inviolabilidad del domicilio o la consolidación de unos derechos que la mujer solo poseía en los límites de aquel reino de León, de nuestro contexto territorial. Y eso, como mujer, no puede sino llenarme de orgullo pues, también en esto fuimos pioneros.
Leoneses, no hace falta que os lo recuerde de nuevo, pero que por mí no quede. Desde estos balcones de la ciudad, quizá tenga otra resonancia: la Tierrina se nos muere y nuestro deber, nuestra obligación y nuestro compromiso hoy, debe ser evitarlo. No esperéis de mí, sin embargo, una ya interminable y sonrojante lista de agravios que causarían vergüenza a cualquiera de nuestros representantes políticos, si tuvieran la más mínima dignidad; dicha lista, sin embargo, causaría un efecto contrario. Nos acusarían, como en otras ocasiones, de plañideras, quejicas y hasta de cobardones. Pues, si nos va tan mal, ¿por qué no actuar en contrario?
Hoy, sin embargo, quiero traeros a la memoria alguna de las gestas pasadas, en las que los nuestros debieron, en un acto de responsabilidad, dar un paso al frente; al frente en la reivindicación, al frente en la exigencia para con lo propio, al frente en la reclamación de lo que les pertenecía, al frente en los necesarios cambios, incluso beneficiosos, para la historia del mundo. ¿Acaso vamos a olvidar que León era la ley y que esta corte de reyes marcó el rumbo de la misma a lo largo de la mayor parte de la Edad Media?
1000 años nos contemplan. ¿Acaso no sentís su peso sobre vuestras espaldas? Por eso, hoy, lo más importante, lo absolutamente necesario, no lo olvidemos, es recuperar la autoestima, reconquistar la libertad y proclamar alto y claro nuestra identidad como pueblo. Levantemos la cabeza, recobremos el orgullo de ser leoneses y demos de nuevo una lección al mundo que nos reconcilie con nuestros antepasados y sea motivo de gloria para nuestros descendientes.
Convirtamos nuestros sueños de libertad colectiva en sus pesadillas diarias y no les permitamos seguir campando a sus anchas por nuestra tierra, esquilmando nuestros recursos, manipulando nuestra historia e impidiendo nuestro desarrollo como pueblo. No más villalares ni otro tipo de fiestas que no nos representan; hay en nuestro calendario suficientes fechas dignas de ser celebradas como para tener que seguir soportando una que ni es nuestra ni lo será nunca. Solo es la que sigue recordándonos, eso sí, con gastos inútiles y millonarios, que algunos nos consideran su patio trasero, su reserva de agua, su colonia a explotar. ¿No nos bastan 30 años para reconocerlo?
Cuando algunos apenas encuentran fechas que vitorear y se enorgullecen incluso de una derrota ocurrida hace apenas 500 años, nosotros celebramos, entre otros héroes y entre otras realizaciones, la conquista de los derechos de los habitantes de esta villa y de aquel reino que nos hizo grandes, que nos situó en el mapa de Europa. Así de simple, así de importante, así de extraordinario.
A nuestras manos se ha confiado una herencia que debe pasar, no solo íntegra, sino hasta embellecida y ampliada a los que vengan a sucedernos. ¿De otro modo, hasta qué límites de incuria, manipulación, desprecio y ninguneo estamos dispuestos a descender?
Resuena, de nuevo, en nuestros oídos, la historia y nos transporta, varios siglos atrás, ante otro hecho, mitad real, mitad legendario (¿y por qué no?) del intento de poner a los pies de otro invasor, francés en este caso, el reino apenas nacido. Y cuentan los romances que fue también un leonés, Bernardo del Carpio, el que lanzó aquel grito que hoy quiero recordar aquí y que se recoge en el bellísimo romance VI del ciclo a este héroe dedicado.
“Escuchadme, leoneses, los que preciáis de hijosdalgo,
de padres libres nacisteis y al buen rey Alfonso el Casto
pagáis lo que le debéis por el divino mandato;
mas no quiera el Dios del cielo que a los decretos de extraños
obliguéis los vuestros hijos, gloria de vuestros pasados.
Dé el rey su oro a los franceses, mas no les dé sus vasallos,
que en mermar las libertades no tienen los reyes mando”.
Y si, ya en la Edad Media, los buenos leoneses, los buenos patriotas se dieron cuenta de que ni el rey tenía la capacidad para mermar sus libertades, ¿cómo vamos a tolerar que este hecho ocurra en pleno siglo XXI? Que lo escuchen y tomen buena nota nuestros supuestos representantes políticos. Hasta aquí hemos llegado. Ni un paso atrás.
En esa convicción, en ese compromiso, en esa disposición de ánimo y en el amor a nuestra tierra leonesa, repetid conmigo ¡VIVA LEÓN!