Versión clásica

León, historia y herencia. A pesar de todo.

Nunca es tarde para expresarlo: Castilla fue lo peor que le pasó a León en su contexto nacional, territorial y de futuro.

responso por los reyes de león 2023

Fotografía: Martínezld

pendón real de león

Fotografía: Martínezld

Fotografía: Martínezld

De momento he visto lo que se puede ver de ‘Reino’, esa serie documental histórica que ha emitido TV de León, hecha desde León y para León con las fuerzas y medios que nos asisten. Y cuando digo León puede darse por aludido también un León que ya ni siquiera sabe que lo es o lo ha sido, porque estas cosas ocurren cuando se vive a la intemperie identitaria y todo es dejadez propia y en consecuencia olvido de los tiempos. Pero a fuer de sinceros es pertinente decir que el trabajo es de una eficiencia notable aunque restringida espacialmente a lo provincial y, por ello, provinciano. Lo achaco a nuestras fuerzas menudas y por eso no me impide decir ¡felicidades! Pero siempre la palabra puede alcanzar el espacio que los pocos medios nos limitan.

Me cautiva la banda sonora con una emoción que eleva y predispone, el timbre de voz de la narradora principal, limpio, con una pizca de emoción, y las explicaciones históricas de los invitados que ayudan a completar, con la imagen y los actores, un contexto de trabajo que ya hacía mucho tiempo que se estaba haciendo esperar.

Vamos en la dirección correcta y necesaria; saber quiénes somos para poder estimarnos y volver a empezar a «ser». Dicho así, estoy diciendo en realidad que algo nos ha parado, que nos hemos detenido, despistado, y que hemos de recuperar precisamente lo que somos porque es lo que viene de lo que fuimos y así volver a nuestro propio cauce como leoneses, hijos de nuestra verdadera nación primera.

Pero a la vez que surge una oportunidad de brillar o de estar en candelero, así también surgen los oportunistas por más satisfecha que tengan éstos la notoriedad en su vida. Hace unos días me llegó un vídeo en el que se hablaba de la importancia de las Cortes de 1188. Creo que era una emisión de esa TV de CyL y allí aparecía un Arvizu Galarraga (Fernando) proclamando las bondades y la importancia histórica de aquéllas.

El señor Arvizu es un navarro catedrático emérito de Historia del Derecho en nuestra Universidad, aquí se hizo leonés de plato y lo aderezó con la política conservadora de esta provincia nuestra para negarnos, en León, lo leonés como derecho a serlo sin intromisiones ni intermediarios ni interferencias, y, entre otras cosas, también para impedir que aquí hubiera cortes legislativas pese a los aplausos que ahora dedica a aquellas primeras y que por lógica hubieran sido referente y, tal vez, ¿derecho? Otra cosa es la coherencia y conveniencia de ellas en el actual maltrato y amontonamiento territorial.

Tal vez si este mismo hecho extraordinario hubiera acontecido en su Navarra, y Navarra o el Reino de Pamplona hubiera sido el primero, seguro le habría dedicado trato de pueblo único. ¡Humm!, pero ocurrió en León. No nos bastó con aquel Sancho III, ni con el regicida y ¿okupa? de su hijo Fernando; tuvo que venirnos también Arvizu Galarraga.

Me cuesta mucho trabajo desmerecer la buena vergüenza ajena, afear destino noble a nadie siquiera de palabra, decir lo que seguro no quieren oír. Pero no encuentro congruencia entre la amable, emotiva y convencida defensa de un hecho pionero y relevante como la primacía legislativa de la era moderna que tuvo lugar aquí —sitio y sujeto adelantado y privativo—, y la negación sistemática como pueblo leonés de derechos con la que nos obsequió en su trajín político de proximidad.

La otra persona que me ocupa es la señora Torres Sevilla (Margarita), historiadora y universitaria, y de igual mimbre político, una leonesina muy prendada de amor por León en sentido «práctico», dice ella, pero que no vaya solo, ¡solo no!, acompañado de Castilla, es decir, desfigurándose todavía más. Hace unos meses nos vino a decir que los errores (autonómicos) no hay que corregirlos (Diario de León, 15-01-2023)Sentido «práctico» no, cabezonería.

Y viendo ‘Reino’ y oyéndola tropiezo con su incoherencia. Demuestra que sabe y hasta nos dice que «fuimos», de lo que se infiere que habríamos de haber devenido en «algo»…; pero habiéndonos hablado de lo que fuimos nos niega en el día a día (su partido y a través de éste ella) lo que somos y, más, lo que pretendamos ser. En realidad vive en el nebuloso ‘sí pero no’, y a una supuesta convicción emocional leonesa se sobrepone el interés político-laboral-económico-institucional que le ha sobrevenido. Nada nuevo. Sigue siendo lo de siempre: «estando yo caliente, ríase la gente». Flaco servicio público en un territorio todavía con déficit de su reconocimiento territorial. No quiero deslucir sus supuestas aportaciones en el preámbulo del estatuto, pero ¿dónde está la sustancia que beneficie o reconozca a León, siquiera distinguiéndolo en esas «dos regiones», y cuántas provincias leonesas son y que se actúe diferenciadamente en la política entre regiones? Aportación preambular inútil.

Las reflexiones históricas que he podido escuchar en ambas personas, quieran o no, con intención o sin ella, e incluso decayendo en la ingenuidad —nada probable—, están hablando en realidad de la construcción de un país nuevo, una nación, un Estado soberano que emerge y acaba constituyéndose en ello. Eso es lo que se infiere implícita y explícitamente del contenido de sus palabras admitiendo que se construye una organización social jerarquizada y administrada. Nace una nación, una aspiración de «ser» y de congregarse, y por lo tanto se crean las estructuras administrativas que ellos nos confirman. Éste es el hecho. Y tanto es verdad que a partir del tronco nacional leonés derivarán más tarde otros territorios.

Llama la atención, por lo tanto, que admitiendo realidades de un pueblo inequívocamente independiente en cuya trayectoria consigue culminar su hecho y derecho diferencial: entidad soberana (fueros, leyes, justicia, lengua, legislación, ejército, moneda), sin embargo en sus explicaciones omitan lo sustantivo y lo troncal del mismo: un grupo social vertebrado, reconocido, administrado y perfectamente asemejado a lo que hoy llamamos nación, una titularidad territorial ejerciendo soberanamente los poderes distintivos de un Estado.

Pero no me extraña que asuntos tan «graves» se omitan, primero porque hemos consentido en un devenir pobre con caminata histórica desfigurada y segundona, una autoestima baja y viniendo a menos, y el haberse solapado otro sentimiento territorial mayor (no mejor ni más beneficioso). Además ahora la dependencia política hace de estorbo y nos hablan de «inconvenientes» si nosotros queremos «ser nosotros», a los que prestamos oídos, acaso miedos también, y nosotros mismos nos impedimos.

Urge levantarse, tal vez rebelarse. Pero cuesta entender que hablando de estructuras de pueblo, de sus grandezas —que no discuten—, y por lo tanto de territorio con entidad nacional, al mismo tiempo en la práctica cotidiana los «sesudos sabios» lo ignoren cuando no toca y lo obstaculicen siempre, incluso para una obtención hoy mucho menor de lo que fue, como es la migaja del reconocimiento regional.

Dicho lo anterior, no tiren la piedra como si fueran inocentes el resto de los políticos que nos siguen sacrificando en este yugo con su política de no corregir errores, porque tampoco merecen un aplauso.

Nunca es tarde para expresarlo: Castilla fue lo peor que le pasó a León en su contexto nacional, territorial y de futuro, y después con el «emborrachamiento español» desatendiéndose León a sí mismo, todo ello acabó en esta irrelevancia. Tampoco la hegemonía castellana sobre la península se ha desarrollado ni armónica ni respetuosamente. Sus gestos siempre fueron de puño sobre la mesa y bota en el cuello, con la bendición de la Iglesia. En realidad sembró sus costumbres, no las nuestras, y es evidente que chirrían. Más si salimos a Europa. Soy de los que piensan que una hegemonía leonesa hubiera vertebrado mejor el territorio que hoy decimos de los españoles. Y digo más: un Estado leonés independiente, hoy, no hubiera desmerecido en absoluto en lo que hemos terminado. Pero se nos rompió el alma. Y sin embargo nunca es tarde para recomponerse. La ida tiene también vuelta.

Texto: Carlos Santos de la Mota.

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