El día 19 de junio de 2013, la prensa divulgó una noticia que supuso un vuelco en la historia del Parlamentarismo y por ende de la historia de los pueblos de Europa. El día anterior, los Decreta de Alfonso IX (por mejor decir Alfonso VIII de León) que configuran lo que se llama la Carta Magna leonesa, fueron declarados “Memoria del Mundo” por la Unesco, ya que representan“el testimonio más antiguo del parlamentarismo europeo”
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Celebramos hoy, no sin demasiado entusiasmo debido a la situación que padecemos, así hay que decirlo, el día de Europa. Pero seguro que alguno de los lectores se preguntará todavía el porqué, a pesar de que este 9 de mayo es uno de los símbolos europeos junto con la bandera, el himno, el lema y la moneda única. ¿Y por qué se ha elegido este día? Porque en una fecha igual a la de hoy del año 1950, el ministro francés Robert Schumann, llevó a cabo la famosa declaración que supuso la creación de la primera institución de la Comunidad Europea: la del Carbón y del Acero. Esta declaración se ha considerado siempre como el germen de la Unión Europea.
Y ya que la Unión Europea, especialmente tras el Tratado de Lisboa, se define como un espacio de libertad, seguridad y justicia, máxima expresión de la democracia, intentaremos hilvanar algunas reflexiones sobre estas características que nos definen.
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Unas consideraciones previas.
Parece que todos estamos de acuerdo al señalar que las leyes (justas, claro está) son precisamente la garantía de la libertad y de la democracia. Y esto que hoy afirmamos como algo incontestable, a lo largo de la historia del mundo no lo pareció tanto; nuestros antepasados debieron aprender a vivir “bajo el imperio de la ley”; a ir construyendo, muchas veces con sangre, lo que denominamos un Estado de Derecho.
Evidentemente no se trata de remontarnos al Código de Hammurabi, de 1760 a. C. ni tampoco hay tiempo para hablar de la democracia de la antigua Grecia, ni de los intentos de Roma ni otros varios; para no tener que buscar lejos, nos vamos a quedar aquí mismo, en León, más concretamente en el Reino de León, aquel que marcó la política de la Península Ibérica, por lo menos entre el año 910 y 1230.
Y, para comprender algunas de las afirmaciones que siguen, permitirá el lector que me remonté en algunos momentos del pasado de nuestra propia historia. Así lo aconseja Benedetto Crocce, para quien “Toda la historia es historia contemporánea”.
Primer cuadro: situémonos en 1004; en el Reino de León encontramos a un niño-rey, de apenas 5 años llamado Alfonso, el V de este reino, conocido como el Noble o el de los Buenos Fueros. ¿Por qué razón? Muy sencillo; declarado mayor de edad, se libera de algunos de sus consejeros y entiende que el Reino necesita una serie de leyes que vengan a poner orden en la vida y el devenir del mismo. Así convoca una Curia (reunión en la que están presentes los nobles y los grandes eclesiásticos) y dota a la ciudad de León, su Alfoz y posteriormente a todo el Reino de los primeros Fueros de este país. Aquello ocurrió en el año 1017; recientemente hemos cumplido mil años y, para nuestra desgracia y bochorno, muchos leoneses o no han oído hablar de ello o no conocen en profundidad lo que representó de avance para los pueblos. En efecto, podemos afirmar que, en ese momento, León dio un primer paso en la conquista de las libertades individuales y eso antes que nadie. En efecto, además de determinarse toda una serie de preceptos para la vida cotidiana, se aprueban leyes que, para muchos historiadores, suponen “la primera representación de los derechos fundamentales de los ciudadanos en la historia de Europa”. Muchas de las disposiciones de este primer fuero se copiaron en otros posteriores, traspasando, poco a poco los límites más próximos hacia otras villas más alejadas e influyendo, decididamente, a través de Logroño, por ejemplo, en los fueros vascos. De hecho, hoy se calcula que más de 200 fueros de otras tantas ciudades y villas fueron inspirados por el Fuero de León.
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¿Y cómo surgen estas conquistas sociales en el Reino de León?
Como dice un historiador de nuestra tierra, Carlos Santos de la Mota, “no se puede prohibir a una semilla que germine”, pero tampoco deberían esperarse frutos por generación espontánea. Los núcleos surgidos de la reconquista se habían constituido en comunidades de hombres libres y su forma de organizarse se basaba en el concejo, institución que aún se mantiene en nuestros pueblos, derivada de aquella forma de entender las relaciones desde la época prerromana. Se trata, como todo el mundo sabe, de una forma de democracia directa en la que todos tienen los mismos derechos e idénticos deberes.
Sin embargo, el gran campanazo estaba aún por sonar. Y utilizamos, precisamente este vocablo puesto que, según podemos colegir, aquellos días, tanto para las convocatorias como para la comunicación posterior del hecho, sonaría la campana Laurentina (de advocación a San Lorenzo), presumiblemente fabricada después de la conquista de Toledo por nuestro Alfonso VI y que es la más antigua de España y una de las más antiguas de Europa. Sería, por decirlo de algún modo nuestro particular Big Ben, la campana que despertaría al mundo del letargo medieval en el que estaba sumido.
Pero vayamos a los hechos. Exactamente, el día 19 de junio de 2013, la prensa divulgó una noticia que supuso un vuelco en la historia del Parlamentarismo y por ende de la historia de los pueblos de Europa. El día anterior, los Decreta de Alfonso IX (por mejor decir Alfonso VIII de León) que configuran lo que se llama la Carta Magna leonesa, fueron declarados “Memoria del Mundo” por la Unesco, ya que representan“el testimonio más antiguo del parlamentarismo europeo”. Si se me permite un punto de ironía, diría que, por lo menos esta vez, habíamos conseguido derrotar a “la pérfida Albión”, a su Carta Magna y al rey Juan sin Tierra. Fácilmente imaginar entonces que, también en aquel glorioso día, sonó alegre esa campana que se conserva en el claustro de San Isidoro con fama de milagrosa y que hasta habría sonado para prevenir a los leoneses de los ataques de sus enemigos.
La historia “oficial” prácticamente nunca se había hecho eco de estas cuestiones, a pesar de opiniones, como la de Juan Pedro Aparicio que afirma: “Las Cortes de León son una hazaña incluso superior al descubrimiento de América”. Sin embargo, hasta en las celebraciones del 800 aniversario de las mismas, hace 32 años, determinados investigadores habían puesto en duda la celebración de las mismas o de sus resultados. Parecían resistirse a creer que de este rincón apartado del Oeste peninsular hubiera surgido una idea que cambiaría las relaciones entre el poder y sus súbditos. Y tuvo que ser un catedrático inglés(John Keane, en su estudio TheLife and Death of Democracy) quien lo divulgara ante el mundo. Intentaré entonces componer un razonamiento lógico capaz de apoyar esta opinión.
En primer lugar, cabe preguntarse sobre la figura de este atípico rey, capaz de convocar, por primera vez, en Curia Plena, a los representantes populares. Alfonso es hijo de Fernando II y Urraca de Portugal. Cuando, en 1188, muere su padre, el Reino de León entra en una situación de pre-guerra civil. Sus primeros días de reinado no fueron precisamente fáciles; el Reino se veía presionado por las ambiciones de sus enemigos, la hacienda se encontraba en bancarrota y, en esta situación, el joven monarca, con apenas 17 años, convoca las Cortes de León a las que, por primera vez y al lado de la Nobleza y el Clero, son llamados los representantes de las ciudades más importantes del reino: León, Astorga, Oviedo, Benavente, Zamora, Toro, Salamanca, Ledesma y Ciudad Rodrigo.
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¿Y por qué podemos afirmar que el Reino de León estaba maduro para ese salto histórico? Hay argumentos y teorías que intentan encontrar explicación a este hecho singular.
De un lado, como hemos señalado, las costumbres heredadas de los antepasados y la forma de gobernarse en esas aldeas y pueblos surgidos de la repoblación. De otro algunos argumentan incluso que esta forma de relacionarse se basaba en el tipo de vivienda, la palloza circular que, por su configuración favorece una relación igualitaria y democratizadora y, en tercer lugar, podríamos citar esa comunión de intereses entre los reyes y su pueblo en la búsqueda de un objetivo común frente a los enemigos exteriores.
¿Y cuáles fueron esas novedosas leyes de los Decreta?
Citaré solo las más significativas:
- La defensa de la persona contra los abusos del poder
- La no discriminación por razón de sexo, estatus social o religión
- La inviolabilidad de correspondencia y domicilio.
- La obligación de convocar Cortes para hacer la guerra o firmar la paz
- La prohibición de devaluar la moneda durante un determinado período.
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En palabras del historiador Luís Suárez Fernández, “el Rey se había colocado debajo de las leyes y no por encima de ellas”. Situación novedosa para la época, lo que nos ha valido también la denominación de “Cuna del Parlamentarismo”.
Desde ese punto de vista, podemos argumentar que también al Reino de León le corresponde, como precursor de las formas políticas y las leyes que nos rigen, el honor de ser, en cierto modo, precursor de la idea de una Europa de los pueblos, en la que la base de la convivencia es el diálogo, las leyes justas y el control de los ciudadanos a través de su parlamento.
Mas como hay que poner fin a este breve articulo divulgativo, me permitiré hacerlo con una cita que viene a cerrar el círculo de la historia. Cuando la Legio VI Victrix, como ya se sabe, fundadora de León, se va de aquí, su largo periplo le lleva a terminar sus días en el campamento de Eboracum (York, ¿alguien ha pensado en un hermanamiento?), defendiendo el muro de Adriano. Ella es pues, para muchos, el origen del mito artúrico de los caballeros de la mesa redonda y su búsqueda del Santo Grial (curiosa coincidencia también, ¿no?) y también es conocida como “La última legión”, a la que Massimo Mamfredi dedicó una conocida novela histórica. Pues bien, en su azarosa huida, el joven Rómulo, el último emperador de Roma, quiere abandonar un libro de historia que cuida con esmero su maestro Ambrosino, el cual se lo reprocha con estas sabias palabras: «Cuando se huye y uno deja todo a sus espaldas, el único tesoro que podemos llevarnos es la memoria. Memoria de nuestras raíces, de nuestra historia. Solo la memoria puede permitirnos renacer de la nada. No importa dónde, no importa cuándo, pero si conservamos el recuerdo de nuestra pasada grandeza y de los motivos por los que la perdimos, resurgiremos”. ¡Que así sea! No olvidemos interesarnos por nuestra gloriosa historia, que es comparable, si no superior a las de otros pueblos en esta y en otras muchas facetas y realizaciones. ¡Feliz día de Europa! ¡Feliz día de la ley, y agradecimiento sincero a los que supieron dotarnos de la misma! En el Reino de León antes que en ninguna otra parte, no lo olvidemos.
Texto: Hermenegildo López González
Fecha de inicio: 09-05-2020
Fecha fín: 09-05-2020
Lugar: Basílica de San Isidoro
León
Parlamento Europeo
Bruselas