Hoy, y con motivo del supuesto o real fallecimiento de la primera de sus esposas, Inés de Aquitania, ocurrido el 6 de junio de 1078 vamos a disertar brevemente, y a lo largo de algunas entregas, sobre las mujeres de este rey.
En nuestras últimas intervenciones, venimos recordando acontecimientos ocurridos en los entornos de nuestro gran rey Alfonso VI. Así, hemos reflexionado sobre lo que significó la conquista de Toledo, sin duda, el momento cumbre de su vida, y la batalla de Uclés, la situación más terrible que tuvo que afrontar, con la muerte de su único hijo y heredero, Sancho; algo que le arrastraría indefectiblemente a su fallecimiento en un plazo muy breve, apenas algo más de un año después.
Hoy, y con motivo del supuesto o real fallecimiento de la primera de sus esposas, Inés de Aquitania, ocurrido el 6 de junio de 1078, vamos a disertar brevemente, y a lo largo de algunas entregas, sobre las mujeres de este rey.
Comencemos dando pábulo a la leyenda y permítaseme una pregunta retórica: ¿cuántas novelas históricas podrían escribirse sobre acontecimientos ocurridos en el Reino de León? ¿Ni siquiera le debemos ese testimonio? Y déjenme también imaginar que a alguien se le ocurriera instituir un premio de novela histórica con el nombre de nuestro reino… ¡Qué ingenuo puede uno ser aún!
Ahí va una primera entrega. Según refieren algunas fuentes, Alfonso, quizá por designio de sus padres, habría estado prometido en matrimonio con una noble inglesa de nombre Águeda, de la que muy poco más se sabe. Se ha llegado a conjeturar que sería hija de Guillermo II; pero este rey no tuvo ninguna hija con ese nombre.
Se presupone entonces que habría habido una confusión en el nombre y que estaríamos ante una mujer de nombre Alberta que, finalmente, se casaría con Sancho, el hermano mayor de Alfonso, si bien los tres hermanos la pretendían… Hermoso argumento para una buena trama de amores no correspondidos, de envidias entre hermanos y de coronas reales que se juegan en el campo del honor…
Lo que hay de cierto es que la primera esposa de nuestro Alfonso fue una mujer llamada Inés (Agnes) de Aquitania, a quien algunos dicen Inés de Poitiers, aunque este segundo apelativo no sea correcto. Era hija de Guillermo VIII, duque de Aquitania y de Matilde de la Marche, probable hija de Aldebert(o Adalbert) II, Conde de la Marche.
Y, si dudoso es determinar la genealogía de su madre, otro tanto podría apuntarse con relación incluso a la vida y fallecimiento de nuestra Inés.
Por los diplomas firmados por ella, acompañando a su esposo, como era costumbre, podemos deducir muy pocas cosas. Debió nacer después de 1058, fecha del matrimonio de sus padres, y el compromiso matrimonial con Alfonso, en la nueva política de los reyes de León de abrirse a Europa, tuvo lugar cuando apenas había cumplido 10 años (en 1069). La boda se celebraría, entonces, en los finales de 1073, es decir, cuando Inés había alcanzado los 14 años, puesto que aparece firmando como reina a principios de 1074; para entonces, Alfonso tendría ya 34, lo que no descarta, entonces, que hubiera tenido algún noviazgo anterior; no olvidemos que pasó un tiempo exiliado en Toledo, en la corte de Al Mamún (Abul-Hasan YahyaIsmail Di-l-Num Al-Mamún)
La última vez que aparece firmando un diploma regio, tal situación se produce en Astorga, el 22 de mayo de 1077. ¿Qué ocurre a partir de esa fecha? Todo son especulaciones. Algunos aventuran que fue repudiada por el rey porque no le había dado descendencia. Las causas de esta separación nunca han estado claras e incluso uno de nuestros referentes, el canónigo de San Isidoro y posterior obispo de Tuy, a quien hemos citado en otras ocasiones, D. Lucas, afirma, en suChroniconmundi que no tendría mucho sentido que Alfonso hubiera tomado esa decisión para casarse de inmediato con una mujer de la misma familia que Inés, Constanza.
No falta quien afirma que hubiera podido morir de parto, algo que ocurría con demasiada frecuencia en la época. Y hay incluso una curiosa teoría sobre una pretendida amante del rey, de la misma familia que la reina, lo que habría precipitado la separación; algunos creen identificar esa amante con la berciana Jimena Muñiz o Muñoz, con lo que Inés ni siquiera sería francesa, y otros con la amiga de Alfonso sería la segunda esposa de Alfonso: Constanza de Borgoña, lo cual, y conociendo a su familia, no parece muy probable.
Lo que sí es aceptado por la mayoría de los historiadores es que falleció, según se apunta en el Tumbo Negro de Santiago de Compostela, el 6 de junio de 1078, poco más de un año después de la firma del último documento en el que aparece. Fue, como se sabe, enterrada en Sahagún y, curiosamente, su sarcófago servirá, en el futuro (17 de febrero de 1954) para recoger los restos de las otras esposas de Alfonso enterradas en el monasterio de la villa de los santos Facundo y Primitivo.
A pesar de lo dicho, también algunos apuntan que la información sobre su muerte podría ser falsa y que se trataría de otra Inés, casada esta con Pedro I de Aragón, por lo que nuestra Inés de Aquitania sería la que aún en 1110 estaba casada con el conde del Maine ya que estaríamos hablando, en este caso, según la Historia eclesiástica de Orderic Vital, de “una mujer abandonada por un tal Alfonso rey de Galicia”.
Tampoco esto último es comúnmente aceptado, pues determinados estudios afirman que quien se casó con Elías I de la Flèche, conde del Maine, no fue Inés sino Beatriz, la última esposa de Alfonso VI; misteriosa mujer, pues, esta Inés que merecería, cuando menos, una aproximación novelesca.
Nos inclinamos a pensar, a pesar de todo, que la supervivencia de Inés después de su repudio, es difícilmente creíble puesto que también en el Chroniconmundi de don Lucas se afirma que estaba enterrada en Sahagún y se conserva, incluso, el testimonio escrito en su lápida.
- Textos: Hermenegildo López González
- Fotografías: Martínezld
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