Fue enterrada en Sahagún y, curiosamente, su sarcófago servirá en el futuro (17 de febrero de 1954) para recoger los restos de las otras esposas de Alfonso enterradas en el monasterio de la villa de los santos Facundo y Primitivo.
.
En la larga relación de esposas y compañeras de nuestro gran Alfonso VI, encontramos, en primer lugar, a esta dama, de origen francés, como la mayor parte de las que seguirán en la nómina de las reinas con las que se unió en matrimonio Alfonso. Estamos en el momento más palmario de nuestra apertura a Europa, política comenzada por su padre, Fernando I, especialmente en sus relaciones con la gran Abadía de Cluny.
Por lo que hace a sus parientes más próximos, cabe decir que esta primera esposa de nuestro Alfonso fue una mujer llamada Inés (Agnes) de Aquitania, a quien algunos dicen Inés de Poitiers, aunque este segundo apelativo no parezca demasiado exacto. Las fuentes consultadas nos informan que era hija de Guillermo VIII, duque de Aquitania y de Matilde de la Marche, probable hija de Aldebert (o Adalbert) II, Conde de la Marche.
Debió de nacer después de 1058, fecha del matrimonio de sus padres, y el compromiso matrimonial con Alfonso, en esa nueva política anunciada de los reyes de León de encontrar su sitio en Europa, seguramente tuvo lugar cuando apenas había cumplido 10 años (en 1069). La boda se celebraría en los finales de 1073; es decir, cuando Inés había alcanzado los 14 años, puesto que aparece firmando como reina a principios de 1074. Para entonces, Alfonso tendría ya 34, lo que no descarta que hubiera tenido algún noviazgo anterior; no olvidemos que pasó un tiempo exiliado en Toledo, en la Corte de Al Mamún (Abu l-
Hasan Yahya Ismail Di-l-Num Al-Mamún).
El hecho de que el rey hubiera llegado a esa edad sin contraer matrimonio desató, en su momento, la imaginación de los juglares y así apareció una bonita leyenda que podría hacer las delicias de los amantes de la novela histórica (¡Cuántas podrían escribirse sobre personajes del Reino de León! Sin embargo, tanto ellos, como la propia historia del Reino, parecen haber sido condenados a las mazmorras más oscuras, de las cuales alguien ha tirado la llave para evitar que «otro alguien» descubra «algo» de un pasado que parece producir resquemor, odio o simplemente envidia…).
Vayamos pues con la aludida fantasía: según refieren algunas fuentes, Alfonso, quizá por designio de sus padres, habría estado prometido en matrimonio con una noble inglesa de nombre Águeda, de la que no se sabe nada más. Se ha llegado a conjeturar que sería hija de Guillermo I de Inglaterra, el Conquistador; pero este, curiosamente, no tuvo ninguna hija con ese nombre. El más semejante podría ser Adela que contrajo matrimonio con Esteban II, conde de Blois.
Esa joven Águeda que solo aparece como “posible”, en alguna de las biografias de Guillermo, habría sido pretendida también por el duque Roberto de Hauteville o Roberto Guiscardo. Supuestamente, la joven se habría decidido por Alfonso, mas habría muerto antes de la boda.
Se presupone, entonces, que habría habido una confusión en el nombre y que estaríamos ante una mujer llamada Alberta (“de origen inglés”) que, finalmente, se casaría con Sancho, el hermano mayor de Alfonso, si bien los tres hermanos la pretendían… Hermoso argumento para una buena trama de amores no correspondidos, de envidias entre hermanos y de coronas reales que se juegan en el campo del honor… Nos suena, ¿verdad?
Mas dejemos nuestra ensoñación y recuperemos el personaje de Inés de Aquitania intentando reconstruir algo de su trayectoria vital. Si dudoso es determinar la genealogía de sus padres, otro tanto podría apuntarse con relación incluso a la vida de ella misma. Algunos han llegado hasta a negar su existencia…
Siguiendo los diplomas firmados por la reina Inés de Aquitania, acompañando a su esposo, como era costumbre, podemos deducir muy pocas cosas.
La última vez que aparece firmando un diploma regio la encontramos en Astorga, es el 22 de mayo de 1077. ¿Qué ocurre a partir de esa fecha?
Todo son especulaciones. Algunos aventuran que fue repudiada por el rey porque no le había dado descendencia. Las causas de esta separación nunca han estado claras e incluso uno de nuestros referentes, el canónigo de San Isidoro y posterior obispo de Tuy, a quien hemos citado en otras ocasiones, D. Lucas, afirma, en su Chronicon mundi que no tendría mucho sentido que Alfonso hubiera tomado esa decisión para casarse de inmediato con una mujer de la misma familia
que Inés, Constanza.
No falta quien afirma que hubiera podido morir de parto, algo que ocurría con demasiada frecuencia en la época. Y hay incluso una curiosa teoría sobre una pretendida amante, de la misma familia que la reina, lo que habría precipitado la separación; algunos creen identificar esa amante con la berciana Jimena Muñiz o Muñoz, con lo que Inés ni siquiera sería francesa. Pero otros aseguran que la supuesta amiga de Alfonso sería, en realidad, su segunda esposa: Constanza de Borgoña, lo cual, y conociendo a su familia, no parece muy probable.
Lo que sí es aceptado por la mayoría de los historiadores es que falleció, según se apunta en el Tumbo Negro de Santiago de Compostela, el 6 de junio de 1078, poco más de un año después de la firma del último documento en el que aparece. Fue, como se sabe, enterrada en Sahagún y, curiosamente, su sarcófago servirá en el futuro (17 de febrero de 1954) para recoger los restos de las otras esposas de Alfonso enterradas en el monasterio de la villa de los santos Facundo y Primitivo.
A pesar de lo dicho, algunos apuntan que la información sobre su muerte podría ser falsa y que se trataría de otra Inés, casada esta con Pedro I de Aragón, por lo que nuestra Inés de Aquitania sería la que aún en 1110 estaba casada con el conde del Maine ya que estaríamos hablando, en este caso, según la Historia eclesiástica de Orderic Vital, de una mujer abandonada por un tal Alfonso, rey de Galicia».
Tampoco esto último es comúnmente aceptado, pues determinados estudios afirman que quien se casó con Elías I de la Flèche, conde del Maine, no fue Inés sino Beatriz, la última esposa de Alfonso VI. Misteriosa mujer, pues, esta Inés que merecería, cuando menos, una aproximación novelesca.
Nos inclinamos a pensar, a pesar de todo, que la supervivencia de Inés después de su repudio es difícilmente creíble puesto que también en el Chronicon mundi de don Lucas se afirma que estaba enterrada en Sahagún y se conserva, incluso, el testimonio escrito en su lápida.
Texto: Hermenegildo López González