Existe un documento de importancia capital, del 12 de septiembre de 1118, descubierto por la doctora Irene Ruiz Albi. Se trata de una carta en la que Urraca se refiere a Teresa como “reina de Portugal”, aunque no en igualdad con el Reino de León.
Nos ocupamos ahora de la hija menor de Jimena Muñiz y del rey Alfonso a quien pusieron por nombre Teresa, asimismo infanta “bastarda” de León (adjetivo que ya no es compartido por todos los historiadores). Lo cierto es que nos hallamos ante un personaje que representará un papel de enorme trascendencia. No adelantemos acontecimientos.
Sabemos que las hijas de Jimena Muñiz se educaron en la Corte, como si se tratara de hijas legítimas y también como tales fueron utilizadas en esos intercambios a los que tantas veces hemos aludido y que acabamos de constatar en su hermana Elvira. A Teresa le correspondió en suerte casarse con un sobrino de la reina Constanza, Enrique de Borgoña (1066-1112), nieto del rey Roberto II de Francia y pariente de Raimundo de Borgoña.
Uno y otro llegaron a la Península después de la derrota de Sagrajas y la consiguiente petición de ayuda, por parte de Alfonso VI, a los otros reinos cristianos, para enfrentarse con éxito a los almorávides. Lo cierto es que algunos de los caballeros llegados a León hicieron fortuna puesto que consiguieron emparentar con la familia real leonesa. Así Jimena contraerá matrimonio con este Enrique a finales del año 1095.
Alternaron sus primeros años de matrimonio entre Toledo (en la Corte) y en Coímbra, donde Enrique ejercía labores de conde o duque y como tal estampó su firma en algún documento. El año 1096, por ejemplo, aparecen como confirmantes, ambos, en los Fueros de Guimarães.
Por esta misma fecha, Alfonso supone o sabe de cierto que sus dos yernos están intrigando en contra suya. Al parecer, habían llegado al acuerdo de repartirse las posesiones del rey y hasta el tesoro real; se sospecha que el muñidor de todo esto pudo haber sido el gran abad de Cluny, san Hugo, pariente de ambos. Por esta razón y con el simple objetivo de enfrentarlos, Alfonso reparte la parte occidental del Reino, adjudicando a Enrique la que se extendía desde el Miño al Tajo (posteriormente, incluso Astorga). Con esta decisión limitaba las posesiones de su otro yerno y, en cierto modo, les ponía en una situación de competencia puesto que Raimundo se quedaría constreñido en lo que había sido el Reino de Galicia.
El 20 de septiembre de 1107 fallece, en Grajal de Campos, Raimundo (justo dos años antes de que su esposa Urraca se convierta en reina), y Enrique hará otro tanto el 30 de abril de 1112, en Astorga, a consecuencia de una herida sufrida en batalla. En el momento de su partida de este mundo se encontraban a su lado su esposa (a partir de este momento, condesa también de Portugal, y asimismo de Astorga) y el hijo de ambos que tenía solo tres años. Algunos aventuran que pudiera haber estado presenta la madre de Teresa, Jimena Muñiz, que vivirá hasta 1128, pero no hay constancia de ello.
A partir de entonces, y hablando desde el punto de vista histórico, comienzan los episodios más interesantes, quizá, de la vida de esta infanta leonesa (y nos permitimos insistir en el apelativo puesto que durante nuestra investigación, hemos encontrado su nombre asociado, reiteradamente, a “de Castilla”; nada más falso).
Teresa se halla en una difícil situación, especialmente a partir del momento de la muerte de su padre Alfonso; su hermana ha sido elegida reina de León y ella recibe presiones de gran parte de la nobleza, para imitarla en sus posesiones de Portugal; o incluso de resucitar el viejo y efímero Reino de Galicia; eso sí, con el aparente o explícito permiso de su hermana, que está, de otro lado, agobiada por sus propios problemas de rebeliones de nobles y hasta de los que le provoca su marido Alfonso el Batallador de Aragón.
Difíciles momentos para el Reino de León que con una mujer en el trono (lo que algunos identifican como debilidad), un niño en la sucesión del mismo (al que varios nobles y prelados pretenden manejar como si de una pieza de ajedrez se tratara), tensiones en el interior del antaño poderoso Reino y fuertes enemigos en el sur… todo ello genera un caldo de cultivo que originará, más pronto que tarde, un desgarro de las costuras del mismo, desembocando en la creación de dos nuevos reinos; uno inmediato, Portugal, otro, unos años más tarde, Castilla. El fuerte árbol astur que había profundizado sus raíces basándolas en la ley (Fuero de Alfonso V) y extendido ampliamente sus ramas protectoras siendo capaz de oponerse a tantos y tan fuertes enemigos, parecía próximo a agotarse.
De cualquier modo, muchos estudiosos de la historia siguen sorprendiéndose, por ejemplo, de la independencia de Portugal y hasta se la reduce a cuestiones de envidia entre hermanas, peleas entre dos mujeres… o entre nobles, como siempre, ávidos de poder. No es este el momento ni el lugar de resolver estas dudas sino, simplemente, el de constatar la sucesión de acontecimientos que ocurrieron en vida del personaje que estamos glosando y que, como ya señalábamos, había sido de una enorme trascendencia para el futuro de la Península.
Resumamos alguno de esos acontecimientos y fechas de los mismos:
No se dispone de ningún documento que lo pruebe (en el contexto de la costumbre leonesa tampoco era necesario), mas se afirma que Enrique de Borgoña habría legado el Condado a su mujer Teresa, la cual, en un momento determinado, pasó a firmar algunos documentos, no ya como condesa, sino como reina. A pesar de todo, quedaba claro que su dependencia de la reina Urraca, su hermana, estaba fuera de duda. Así aparece en diferentes diplomas, por ejemplo, en una curia, en 1115, celebrada en Oviedo.
Digno de mención es el año 1116 en el que se produce el intento de los almorávides de reconquistar Coímbra; en aquel momento el ejército de Teresa, ocupado en este gran problema, entiende como amenaza la presencia del de la reina Urraca que se encuentra en el sur de Galicia, donde el taimado obispo Gelmírez y los partidarios del niño Alfonso (el VII), como los condes Pedro Froilaz y Fernán Pérez de Traba, también ensayan una sedición. Las fuerzas leonesas abortan esta intentona y ello hace que las aspiraciones de Teresa también bajen en intensidad.
Existe un documento de importancia capital, del 12 de septiembre de 1118, descubierto por la doctora Irene Ruiz Albi. Se trata de una carta en la que Urraca se refiere a Teresa como “reina de Portugal”, aunque no en igualdad con el Reino de León.
Las aguas parecen haber vuelto a su cauce, pero la reina Urraca que se mantiene vigilante, acusa de traición a su hermana y esta busca refugio en el castillo de Lanhoso, cerca de Braga. Urraca acepta, no obstante, por medio del tratado firmado en ese mismo castillo (Tratado de Lanhoso, 1121 y en el que intervinieron los obispos de Compostela y Braga) que su hermana siga dirigiendo el Condado de Portugal, pero que quede constancia de que dicho Condado seguirá siendo vasallo del Reino de León.
En el marco de estas revueltas aludidas emerge, cada vez con mayor fuerza, la figura del conde Fernán Pérez de Traba que frecuenta a la reina viuda Teresa Alfónsez hasta el punto de abandonar a su mujer. El año 1125 parece ser el del nacimiento de la primera hija de la pareja y los nobles portucalenses no se muestran demasiado conformes con esta relación. No aceptan esta injerencia “gallega”. Por ello se alejan cada vez más de Teresa y apoyan al príncipe Alfonso Enríquez. Así las cosas, la guerra estalla entre los partidarios de la una y del otro, situación que se prolonga hasta la definitiva derrota de los primeros en la batalla de San Mamede, cerca de Guimarães, el 25 de junio de 1128.
Teresa se ve obligada a huir de Portugal y se refugia en Galicia, en las tierras del conde Fernán donde falleció el 11 de noviembre de 1130. Posteriormente, sus restos fueron trasladados a la catedral de Braga y descansa al lado de la tumba de su marido el conde Enrique de Borgoña
Para terminar el relato de la azarosa vida de esta infanta leonesa, solo nos resta señalar, brevemente lo tocante a su descendencia.
De su matrimonio con Enrique de Borgoña, nacieron 6 hijos: Urraca Enríquez, Sancha Enríquez, Teresa de Portugal, Enrique Enríquez, Alfonso Enríquez (el primer rey de Portugal) y Pedro Enríquez (abad del Monasterio de Alcobaça),
De su segunda relación tuvo a Teresa Fernández de Traba (casó con el conde Nuño Pérez de Lara y posteriormente con el rey Fernando II de León) y Sancha Fernández de Traba.
No podemos afirmar con rotundidad que ella fuera la causante directa de la independencia de Portugal, pero sí que durante su vida se generaron las causas para que la misma se consumara durante el reinado de su hijo, Alfonso Enríquez, y todo ello, también en gran parte, apoyado en o aprovechando con astucia los deseos imperiales de su primo el rey de León, Alfonso VII. De este modo, la concreción de las ambiciones imperiales de los monarcas leoneses que venían de tan lejos que se encuentran hasta en diplomas de Alfonso III el Magno, será quizá la causa última del comienzo de la ruina del Reino.