Zaida se convirtió al cristianismo y fue bautizada como Isabel. Según el arabista Ángel González Palencia, la influencia de Zaida fue tan grande en la corte leonesa que la misma parecía una corte musulmana
Si hemos de atenernos a la secuenciación temporal, debemos ocuparnos ahora de un personaje, quizás aún más misterioso que la primera de las esposas de Alfonso VI, Inés de Aquitania.
Los historiadores nunca se han puesto de acuerdo, ni siquiera sobre si estamos ante una o dos personas; nos atendremos, por lo tanto, a lo que la lógica nos sugiere y lo que parece realmente probado.
Diremos entonces que, como señalábamos en el capítulo anterior, en los años finales de la reina Constanza (1091-1092), aparece este personaje en la vida de Alfonso VI y, ateniéndonos a las diferentes crónicas, recordaremos, una vez más, que el rey tuvo dos “concubinas oficiales” cuyos nombres son bien conocidos: Jimena Muñiz o Muñoz, ya citada anteriormente, y la que ha sido denominada “la mora Zaida”. Veamos, en primer lugar, la historia previa del personaje.
En los años turbulentos de la conquista de Toledo, gobierna Córdoba Abbād al-Ma’mūn (c.1065-1091), hijo del rey de Sevilla, Muhámmad ibn ‘Abbad al-Mu’támid (1040-1095) y está casado con Zaida (o Zayda) de la que únicamente conocemos, hasta esa fecha, que nació entre 1063 y 1071 y que pudo ser hija (según una crónica árabe del siglo XIV descubierta en una mezquita de Fez el pasado siglo XX) del soberano de Denia. Al-Múndir al-Háyib ‘Imad ad-Dawla (1081-1090), del linaje de los Banu Hud.
En la conquista de Córdoba por parte de los almorávides (26 de marzo de 1091), previendo un fatal desenlace, el gobernador puso a salvo a su esposa Zaida y a sus hijos, enviándolos a Almodóvar del Río. En efecto, la conquista se consolida y, en la batalla, muere el propio Abbād al-Ma’mūn.
A partir de ese momento surgen una serie de preguntas, entre otras, cómo entra Alfonso en relaciones con esta princesa. Y las respuestas no están del todo claras. Podemos señalar tres líneas argumentativas: de un lado, la taifa de Denia ya tenía vínculos notables con el Reino de León, desde la época de Fernando I, el padre de Alfonso. De hecho, de acuerdo con las investigaciones sobre el denominado Cáliz de doña Urraca, llevadas a cabo por los profesores Torres y Ortega (Los reyes del Grial, 2014), el citado objeto habría llegado desde Egipto a través de dicha taifa y no es sorprendente que la familia de Zaida pidiera al rey de León amparo para ella.
Por otro lado, la presencia del Cid y de Álvar Fáñez, el más fiel caballero al servicio de Alfonso, está documentada por esas tierras en varias ocasiones, lo que facilitaría incluso esta gestión; es probable también que nuestro soberano recibiera la llamada de auxilio de la propia Zaida, en busca de protección contra un enemigo común, los almorávides, especialmente cuando estos fijaron su atención en la conquista del Reino de Sevilla, no pudiendo, entonces, encontrar refugio en casa de su suegro al-Mu’támid.
Antes de que se produjera la efectiva conquista de este Reino, algunos afirman que ya en el verano de 1091 Alfonso habría enviado tropas en auxilio, especialmente, de los que se encontraban en Almodóvar del Río. Sin embargo, tras un enfrentamiento con los almorávides, Álvar Fáñez, se habría vuelto a Toledo viendo la imposibilidad de la misión de socorro a Sevilla, pero habiendo salvado a la princesa Zaida que le habría acompañado hacia el Reino de León.
Lo cierto es que poco después de la fecha de la muerte de su marido ya la vemos próxima al rey, hasta tal el punto que la reina Constanza se queja, en algunas ocasiones, de la presencia de esta princesa musulmana en la Corte.
Así, entre el segundo semestre de 1093 y el primero de 1094 nace el varón que tanto ha esperado Alfonso, sin que se tenga constancia de que la pareja haya bendecido su relación. Recibirá por nombre Sancho, seguramente en recuerdo de su abuela paterna, la gran dama leonesa, doña Sancha.
A partir del nacimiento de este varón, el niño es reconocido por su padre como el heredero y, naturalmente, desde muy joven es asociado al gobierno por su padre; de hecho, es nombrado, ya en 1107 (apenas con 13 años), gobernador de Toledo.
No parece, sin embargo, que Alfonso consolidara, al menos de inmediato, su unión con Zaida, puesto que en 1094 contrae nuevo matrimonio, en este caso con Berta, apellidada de Toscana.
¿Habremos de deducir, entonces, que Zaida fue únicamente una concubina real, como así se nos señala en algunas crónicas? Es difícil afirmarlo y hay opiniones a favor y en contra. Resumiremos las más convincentes.
Desde la crónica del Ovetense, en la edición de Enrique Flórez, concluida en 1756, se señala que Zaida se convirtió al cristianismo y fue bautizada como Isabel. Para algunos autores, sin embargo, esto no es más que un argumento para legitimar la figura del heredero, aunque bien sabemos que, en la época, los hijos habidos fuera del matrimonio también tenían derecho a la herencia; la prueba, la propia hija de Alfonso y de su concubina, Jimena Muñiz, que recibe el Condado de Portugal.
Ya nuestro Lucas de Tuy, una vez más, referente de la historia del Reino, aporta una solución intermedia puesto que señala que Alfonso se había unido a Zaida “casi como si fuera su esposa”, convirtiéndola, de este modo, en lo que más tarde significaría Jiménez de Rada. Para él, se trataba, no de una concubina sino de una “mujer velada”.
Entre los historiadores de corte más moderno, las opiniones varían. Así, algunos mantienen la opinión del concubinato, pero otros apuntan a un matrimonio efectivo de Zaida con Alfonso para, después, cambiar su nombre por el de Isabel; así lo recoge un diploma de marzo de 1106 en el que se utiliza la palabra “regnante” para una tal Helisabet. En apoyo de esta tesis, se cita un diploma de la catedral de Astorga, del 14 de abril de 1107, donde el rey concede unos fueros y actúa “cum uxore mea Elisabet et filio nostro Sancio”. (“con mi esposa Isabel y nuestro hijo Sancho”), aunque este es el único diploma donde se señala este apelativo claro y nítido, referido a Sancho, como “nuestro hijo”, y hay que seguir insistiendo en dos cosas: en el resto de los documentos solo aparece la reina Isabel y, no lo olvidemos, siempre fue bastante fácil falsificar un diploma…
Sin embargo, también en este caso, y refiriéndose a Isabel, algunos quieren ver que se trataría de una cuarta esposa, no de una tercera, con lo que el matrimonio no se habría producido más que después del fallecimiento de Berta de Toscana, en los finales de 1099. O incluso, y en una extraña pirueta del destino, otros mencionan una cuarta esposa de Alfonso, de nombre Isabel, de la que el rey se habría divorciado para unirse, en este caso, ya de forma canónica, con Zaida-Isabel. Sigue quedando, entonces, la duda: ¿estamos ante una o dos mujeres con idéntico nombre?
Si fueran la misma, Zaida sería asimismo la madre de dos infantas: Sancha y Elvira de las que hace mención la crónica Ovetense.
Lo que sí llama la atención es lo que refiere el arabista Ángel González Palencia. Según este autor, la influencia de Zaida fue tan grande en la Corte leonesa que la misma parecía una corte musulmana: “sabios y literatos muslimes andaban al lado del monarca, la moneda se acuñaba en tipos semejantes a los árabes, los cristianos vestían a usanza mora y hasta los clérigos mozárabes de Toledo hablaban familiarmente el árabe y conocían muy poco el latín, a juzgar por las anotaciones marginales de muchos de sus breviarios”. ¿Estamos, entonces, según apuntan algunos, ante el embrión de lo que será, en el futuro, la Escuela de Traductores de Toledo?
Y llegamos a la fecha del fallecimiento de la princesa o la reina Zaida. Si difícil es precisar algunos aspectos de su vida, como se ha visto, otro tanto ocurre con su desaparición. Algunos afirman que murió de parto (algo bastante común, como hemos significado, en aquellos años), y hasta los hay que se atreven a señalar que sería incluso en el nacimiento del propio Sancho, algo que parece totalmente improbable, pues el rey no hace la más mínima mención al respecto.
En esta circunstancia los autores han propuesto diferentes fechas para fijar su fallecimiento.
Si hemos de seguir a los que opinan que habría fallecido en el parto del príncipe heredero Sancho, el hecho se habría producido en el segundo semestre de 1093 o en los comienzos de 1094, sin poder siquiera precisar ni día ni mes.
Si tenemos en cuenta otras opiniones, como que fuera la madre de Sancha y Elvira, su óbito no habría debido producirse hasta después de septiembre de 1103, fecha del nacimiento de su segunda hija. Sin embargo, algunos retrasan aún más su muerte pues suponen que fallecería en el parto de otro infante que no habría sobrevivido a sus primeros años.
A pesar de lo dicho, es extraño que llegara hasta esa fecha puesto que la primera vez que aparece el nombre de la reina Berta en los diplomas de Alfonso es el 28 de abril de 1095. ¿Querría esto decir que Zaida moriría en un segundo parto, el mes de septiembre, como señala una de sus lápidas, del año 1094?
Aquí también nos ciega el velo del misterio y hasta nos sugiere otra pregunta: si Zaida no hubiera sido bautizada, ¿cómo le hubiera sido permitido “enterrarse en sagrado”?
Y para complicar aún más la madeja, existen, como sugerimos, dos lápidas de “Isabel”: una en San Isidoro y otra en Sahagún. De nuevo, pues, la incógnita: ¿estamos ante una o quizá dos personas con el mismo nombre?