La Universidad de Salamanca reúne en el libro seis décadas del pensamiento político de Unamuno. Los hispanistas franceses Colette y Jean-Claude Rabaté analizan en ‘Unamuno y la política’ los vínculos indisolubles que unen al Rector perpetuo con la Historia de España. El rector Ricardo Rivero considera que esta obra descubre su verdadero perfil, “el de un liberal constante en la defensa de los mejores valores democráticos”
La obra, que reúne los contenidos de la exposición celebrada en el Estudio salmantino entre octubre de 2021 y marzo de 2022, ofrece al lector abundante material iconográfico y textual a veces olvidado, incluso inédito (cartas, artículos de prensa, discursos, conferencias…). La elección deliberada de un enfoque cronológico pone de realce, a juicio de los autores, “la coherencia del pensamiento político de un intelectual reacio a cualquier clase de dogma, pero a menudo reducido a contradicciones y paradojas”.
Para Colette Rabaté este libro, de más de 512 páginas, es “una biografía política que responde a un doble objetivo: por un lado, destaca el vínculo de Unamuno con la historia de España, con la que se identifica en momentos claves: guerras coloniales, Gran Guerra, dictadura de Primo de Rivera, II República y los primeros meses de la Guerra Civil; y, por otro lado, queremos compartir la imagen de un pensador contradictorio y demostrar la gran coherencia de su largo recorrido de político, literario, siempre en busca de la justicia, libertad y paz, a pesar de la censura”.
Itinerario político
El dibujo de este itinerario político a lo largo de casi 60 años, lleva a Jean-Claude Rabaté a afirmar que Unamuno “nunca fue un político en el sentido literal de la palabra”, ya que su concepción política revela claramente “una heterodoxia en su rechazo de los dogmas religiosos, filosóficos e incluso en su aprensión de la vida en sociedad”.
Este volumen, precisa, deja constancia de “la vigencia del pensamiento político de Miguel de Unamuno, intelectual comprometido que analiza y denuncia a menudo la censura, la alianza de Trono y del Altar, los nacionalismos vascos y catalán, el fascismo y el comunismo, la violencia de la vida pública; también enjuicia el papel del Parlamento, de los partidos, de la prensa e incluso las relaciones entre España y Europa”.
En este sentido, el rector Ricardo Rivero consideró que una de las aportaciones de este volumen es que presenta el verdadero perfil de Unamuno, “el de un liberal constante en la defensa de los mejores valores democráticos”.
“Unamuno no cambiaba fácilmente de opinión porque tampoco se adaptaba a las preferencias o circunstancias de cada momento. Aborrecía siempre el autoritarismo, la arbitrariedad, la corrupción, la negligencia. Defendió el respeto a toda persona con independencia de su posición de ventaja, la alteridad, y una idea de España liberada de las peores ataduras de barbarie y atavismo”, subrayó Rivero, durante la rueda de prensa de presentación del libro.
Entre los objetivos marcados por los autores a la hora de afrontar esta publicación ha sido demostrar que, por encima de cambios de rumbo a menudo pasajeros y de evoluciones propias de cualquier ser humano durante un período tan largo, son evidentes las permanencias. Para los profesores Rabaté, Unamuno “sigue fiel hasta los últimos meses de su vida” a su concepción más ética que económica o social del liberalismo como método para conseguir la libertad y acceder a una forma de convivencia muy conforme con un individualismo visceral que puede explicar su distanciamiento con la política de masas; también sigue fiel a su ideario pacifista y anticolonial, a la defensa de la libertad de pensamiento sea político o religioso.
En este recorrido cronológico a través del ideario político de Unamuno, los autores explican su evolución como “espectador y a veces como actor de la política española de su tiempo. Así, explican cómo se erige muy temprano en agitador de los espíritus, determinado a remediar los males de la patria, incluso en actor o guía durante las horas trágicas que vivió su país. Expresa su constante deseo de “hacer opinión pública” en su ingente obra periodística desparramada en casi 300 revistas y diarios. Con motivo de la guerra de Cuba y de los procesos de Montjuic se impone en el paisaje político de su país por sus posturas pacifistas y anticolonialistas.
Durante su largo rectorado (1900-1914) Unamuno actúa como “predicador ambulante”: denuncia el poder de la Iglesia y sus campañas agrarias contra los terratenientes de la provincia de Salamanca provocan en gran parte su destitución. También empieza a oponerse a la monarquía en la persona de Alfonso XIII y al papel del Ejército durante la guerra de Marruecos.
Durante la Gran Guerra la neutralidad de España atiza su antimonarquismo y es cada vez más víctima de una censura implacable. Se refuerza su postura de intelectual europeo cuando se alza en contra de la barbarie del Ejército alemán a través de la prensa española, francesa e italiana; también se consolida su figura de tribuno.
Feroz oponente del régimen militar de Primo de Rivera
En septiembre de 1923, acontecimiento del que este año se cumplen cien años, el manifiesto del general Miguel Primo de Rivera que inaugura una dictadura constituye un nuevo giro en su vida. Entre 1924 y principios de 1930, se alza como primer y feroz oponente al régimen militar que aborrece. Desde París y luego Hendaya incentiva la resistencia al dictador colaborando en revistas clandestinas, recibiendo a políticos españoles antimonárquicos y se vale de la poesía como arma de combate. Asimismo, no vacila en denunciar el fascismo de la Italia mussoliniana y su acción como “conspirador”, hasta ahora inédita, señala claramente su compromiso político contra la dictadura y a veces contra el Gobierno francés, que quiere en varias ocasiones exiliarlo al norte de Francia.
En 1931, al poco de su vuelta triunfal a España, sale elegido diputado de la joven república, pero abandona pronto su escaño en las Cortes, defraudado por los diferentes gobiernos, en disconformidad con la política emprendida y la “brutalización” de la vida política.
Cuando se produce el golpe militar, Unamuno, hundido en un torbellino de violencia y de confusión, se adhiere durante unas semanas a los insurgentes. Pero después de su momentáneo apoyo, amplificado por la propaganda mediática de los sublevados, se alza firme y públicamente en contra de ellos durante la sonada celebración del 12 de octubre de 1936. Lo ratifica cuando apunta en su último borrador que «los hotros” —los rebeldes— son peores que “los hunos” —los marxistas—. También presagia la llegada de “una dictadura militar” y escribe poco antes de morir que “hay que renunciar a la venganza”.