El evento estará musicalizado por la pianista Elisa Rapado e interpretado por la actriz Nuria Castaño. Se realizará en el auditorio al aire libre del castillo, con aforo controlado.
‘Los talentos perdidos de la República” es un homenaje a las corrientes intelectuales truncadas con el estallido de la Guerra Civil española. El recital versa sobre músicas de Federico García Lorca y Antonio José, ambos asesinados al inicio de la guerra; Mª Teresa Prieto, compositora ovetense exiliada en México; y María Rodrigo, primera mujer en estrenar una ópera en España, que hubo de salir de Madrid a Colombia y Puerto Rico. La música interpretada por la pianista Elisa Rapado Jambrina estará acompañada por poemas de Mª Teresa León, Nuria Parés, Carmen Martín Gaite y Federico García Lorca, recitados por Nuria Castaño Gutiérrez. El aspecto vocal correrá a cargo de la soprano coyantina Adriana Viñuela Simón.
El festival “Las Noches del Castillo” está organizado por el Ayuntamiento de Valencia de Don Juan con la colaboración del Instituto Leonés de Cultura (Diputación de León).
Los talentos perdidos de la República
El programa de concierto Los talentos perdidos de la República es un homenaje a las corrientes intelectuales y artísticas truncadas con el estallido de la Guerra Civil española en 1936. Más allá del incalculable daño causado por la pérdida de vidas humanas, el exilio de algunas de las personas más válidas del país trajo consigo el erial filosófico característico de la posguerra española. Según el violinista Cibrán Sierra, ello trajo consigo el sustrato cultural “de una mediocridad tan agresiva que aún hoy sigue dando sus últimos coletazos”.
Según algunas cartas del compositor Antonio José, la situación no era tan distinta en 1933: poco antes del triunfo electoral de los republicanos, el compositor escribe que “hace falta una revolución que arrase todo lo podrido que detiene la marcha de nuestra civilización”. Tanto Lorca como él quieren ser parte de esa revolución, deseosos de que transforme un deprimido país agrícola y ganadero -sometido a la clase acomodada y a la Iglesia católica- en una potencia intelectual. Ambos se dirigen a la esencia de la voz popular para lograrlo, apelando a sus cantos y tradiciones como forma de llegar al corazón de sus gentes. La Barraca de Lorca circula por todo el país con este mensaje, mientras Antonio José hace cantar a todo un orfeón formado por los labradores, obreros, sus esposas e hijos, convirtiéndose así y sin quererlo en objetivos para la restauración que se avecinaba inexorablemente y que les costaría la vida en plena juventud. El talento de Lorca nos fue arrebatado cuando únicamente contaba con 36 años, pero Antonio José era aún más joven: 33. El intento de silenciar la obra de Lorca se convirtió con el paso de los años en una olla a presión que hizo explotar la difusión de su obra poética y teatral hasta ser conocida en todo el mundo. Sin embargo, el franquismo sí lograría su propósito de acallar la voz de Antonio José durante cerca de 40 años, hasta que el musicólogo Andrés Ruiz Tarazona comenzase a hablar de su figura en 1977.
Menos significativas desde el punto de vista del compromiso social, pero enormemente desde el punto de vista de la liberación de la mujer en la esfera creativa y laboral, María Rodrigo y Teresa Prieto desarrollan su tarea como compositoras en un ambiente en el que las mujeres comienzan a ser un poco más visibles y significativas, pero no todas gozan de la libertad de sus colegas masculinos a la hora de formarse en el extranjero. El distinto ambiente de trabajo que se vive en sus ciudades (Madrid y Oviedo) condiciona en parte la forma en que ambas desarrollan su carrera: obsesionada por la perfección formal, María Teresa Prieto se formará en todas las épocas de su vida con los maestros que surgen a su paso. María Rodrigo, en cambio, estudiará en Alemania con Richard Strauss, cultivando a su regreso el intercambio con los distintos artistas e intelectuales que pueblan la capital madrileña. Con el estallido de la guerra, Teresa Prieto cambiaría Oviedo por México, mientras que María Rodrigo tardaría un tiempo en establecerse en Colombia y finalmente en Puerto Rico.
Todo ello afectaría tanto a la propia integridad del corpus de sus composiciones como a la posibilidad de acceder a ellas desde nuestro país: son numerosas las piezas de ambas autoras que no han podido ser estrenadas en España hasta las primeras décadas del siglo XXI.
Desde el punto de vista del lenguaje musical, Lorca como compilador y Antonio José como compositor comparten una idea común de lo popular vertido a través de la mirada del artista: la elaboración del material recogido es sumamente cuidada y respetuosa con el original: se escucha la modalidad, no se alteran las palabras ni el lenguaje sencillo tan ricamente poblado de las metáforas sobre las que tanto escribiría Lorca en sus artículos y conferencias. Antonio José coincide con él en la necesidad de difundir la canción popular, hecho que culminaría en el gran reconocimiento que se dio a su ponencia “La canción popular burgalesa”, pronunciada en el Congreso de Musicología de Barcelona en abril de 1936. María Rodrigo entronca en esta forma de aunar el estilo compositivo con la herencia tradicional, mostrando la influencia de Manuel de Falla, quien serviría de nexo para los tres autores. Actualmente sabemos que también compartieron un mismo círculo social en el Madrid de entonces: además de asistir a distintas tertulias documentadas en el entorno de los Turina, Antonio José y María Rodrigo coincidieron en el estreno de dos de sus obras en 1931, en un concierto a cargo de la Orquesta clásica de Madrid.
Sin embargo, este concierto habría estado cojo de no haber prestado atención a la más avanzada música de la vanguardia del momento: el dodecafonismo y la composición serial. Teresa Prieto, devota de la modalidad occidental, descubre el serialismo con más de cincuenta años de edad, estudiándolo “afanosamente”, según describe su sobrino Carlos Prieto. Numerosas de sus piezas de este momento exploran los límites de este lenguaje fascinante, coincidiendo con el máximo apogeo de la denominada Escuela de Darmstadt, en la que se definieron los procedimientos que habrían de dominar la composición musical durante la segunda mitad del siglo XX.
En este programa donde se aúnan la vanguardia compositiva y la tradición revisitada queremos homenajear a los talentos de la República, sintiendo como una tragedia colectiva que nuestro país los perdiera, o bien por el asesinato de sus autores o por su exilio, puesto que estaban llamados a haber cambiado de un modo que desconocemos la historia musical de nuestro país. Por suerte, la mejora de la difusión de la música en el siglo XXI a través de las plataformas digitales y un acceso más sencillo a versiones, a las partituras, permite que estos músicos, poetas y compositoras todavía hoy en día estén llamados a cambiar el mundo en que vivimos por la intensa huella del legado que nos dejaron
Fecha de inicio: 15-08-2020
Fecha fín: 15-08-2020
Lugar: Auditorio Municipal (al aire libre, con aforo limitado a 450 personas, entrada gratuita cumpliendo las normas COVID-19)
Valencia de Don Juan
23:00 horas