En la actualidad, la ceremonia de las Cantaderas se desarrolla el domingo anterior a la fiesta de San Froilán.
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Las razones quedaron explicitadas en reflexiones anteriores y hoy tratamos de saber qué nos queda de aquellas antiguas ceremonias, recogidas por el Padre Lobera en 1596.
En la actualidad, la ceremonia de las Cantaderas se articula como sigue: el domingo anterior a la fiesta de San Froilán, sale la corporación municipal (en traje de gala) y en forma de ciudad, de la casa de Poridad, precedida de la música del clarín y el tambor, acompañada de los cuatro maceros (privilegio único reservado a esta antigua corte de reyes, por disposición de Juan II, y renovado en 1666) y de la guardia de gala.
En la citada comitiva está presente el carro de las ofrendas que, como comentamos en reflexión anterior, ya no entra en la catedral; acompañan dos músicos que interpretan sones tradicionales de esta Tierra leonesa y que servirán de fondo musical a las danzas de las Cantaderas, que les siguen, y que ya no son elegidas por las clásicas parroquias que hemos señalado.
Precede a estas jóvenes una figura que siempre causa cierta sorpresa en el público, sobre todo si no es originario de la zona: la sotadera, “ataviada a la usanza mora”. Este personaje no solo está citado en la relación que de la fiesta hace del Padre Lobera sino que lo encontramos también, por ejemplo, en La pícara Justina, cuya autoría se disputan Francisco López de Úbeda, el dominico leonés fray Andrés Pérez, o fray Baltasar Navarrete.
Según Justina, esta sotadera era “la cosa más vieja y mala que vi en toda mi vida” y de la que se burlaban los espectadores, arrojándole todo lo que tenían a mano.
En la propia explicación del nombre y de su origen (ya sea del verbo latino salio, con sentido de saltar) o de la corrupción de la antigua palabra hotadera – sotadera, podemos entender que se trata de alguien que baila para enseñar a otras personas determinados pasos de una danza.
Al propio tiempo y por ello, siempre se ha interpretado que esta mujer (en representación de algunas más) se desplazaría a los reinos del Norte para instruir a las doncellas que habrían de viajar a tierras del Sur, en las costumbres de su nueva tierra.
Después de una breve parada en la iglesia de San Marcelo, patrono de la ciudad, recordamos, en la que se entregaba una determinada cantidad de velas (antaño tan necesarias por la no existencia de luz eléctrica) y desde la Plaza de Santo Domingo, esta comitiva se encamina hacia la Catedral subiendo la Calle Ancha.
Las cantaderas y la sotadera se detienen de vez en cuando para ejecutar sus danzas, la última de ellas antes de entrar en la Catedral, ante Nuestra Señora, la Virgen de Regla, que preside el parteluz de la portada central de la fachada principal.
A continuación, la comitiva entra en el templo y se encamina hacia el claustro donde tendrá lugar un nuevo baile, la entrega de los frutos de la tierra, que se colocan en una mesa, a modo de altar, situada en un lateral del claustro, cerca del sepulcro de Ponzardi, y comienza, con el protocolo acostumbrado, la discusión entre el representante de los capitulares y el del corregimiento. Toma la palabra este último, en primer lugar y, normalmente, con una explicación histórica de los acontecimientos que los han llevado hasta ese lugar y los objetivos de su presencia. Tras esta primera exposición, será el turno del representante del Cabildo Catedral y así ocurrirá en tres intervenciones sucesivas. Naturalmente, ninguna de las dos instituciones dará su brazo a torcer y ambos intervinientes pedirán a sus respectivos secretarios que tomen nota de lo ocurrido y de que seguirán intentando convencer al otro de que la entrega es “foro” (para el Cabildo), mientras que para los representantes municipales seguirá siendo “oferta”.
Se procederá entonces a un intercambio de abrazos y el alcalde hace entrega del donativo que se va ajustando a los tiempos. En concreto, el último año de la existencia de la vieja moneda española, fue de 110.000 pts. y pasó a concretarse en 700 € al año siguiente.
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Y ahora las novedades que se han ido produciendo a lo largo de los últimos años.
De aquellos carros que se desplazaban a la Virgen del Camino (“carro a la Virgen”) y para estimular su presencia en la ciudad a modo de recordatorio y para el mantenimiento de la tradición, el Excmo. Ayuntamiento tuvo la idea de convocar sendos concursos lo que ha hecho, a pesar de la escasez de vacas, acostumbradas a estar uncidas para tirar del carro, que el número de este tipo de “medio de locomoción” tradicional de romerías antiguas, se mantenga en el entorno de una veintena. A ello hay que sumar los tirados por caballos o por burros, animal éste que resolvió tantos problemas en el campo en pasadas centurias.
Los pendones leoneses representan otro símbolo que se ha hecho cada vez más presente en esta fiesta de las tradiciones, dándose el caso de que, debido al gran número de los presentados, cuando el primero llega a la Plaza de Nuestra Señora de Regla, el último aún no ha salido de la plaza de los Pendones Leoneses, en las cercanías de San Marcos. El récord se ha batido ya más de una vez y se habla de una cifra estabilizada de unos 320 pendones que lucen sus telas al viento leonés con el orgullo que representa llevar el símbolo de un pueblo, algo que está en las raíces más profundas de nuestra identidad.
Y ahora entramos en la mayor de las diferencias con respecto al pasado: la participación de la Federación de las AA. VV. de la ciudad. El proyecto surgió cuando se presentó al Ayuntamiento de la ciudad un intento de recuperación, por parte de esta, de la antigua tradición y así las doncellas salieran representado a las antiguas parroquias.
Durante un par de años se intentó incluso que una serie de jóvenes salieran de Santa Ana, San Martín, Nuestra Señora del Mercado y San Marcelo. Incluso se intentó complementar con algún recital poético y hasta hubo un conato de representar la obra de Lope de Vega, Las famosas asturianas. Algunos cambios en la dirección de la Federación Rey Ordoño y la dificultad de coordinar los diferentes cortejos con los consiguientes cortes de circulación, especialmente la llegada desde la Plaza de Santa Ana, todo ello impuso una decisión más coherente con los tiempos actuales: las doncellas saldrían únicamente de dos puntos de la ciudad, la Plaza del Grano y la Plaza de Puerta Castillo, para confluir ambos cortejos en la Plaza de Regla y bajar luego por la Calle Ancha para hacer una presentación oficial de las doncellas ante el Ayuntamiento de la Plaza de San Marcelo; todo ello acompañado de música medieval.
Paralelamente, la concejala Doña Susana Travesí encargó a Mariluz Santos Herreras, la presidenta de la Asociación Cultural el Trovador leonés, la confección de varios trajes (probablemente ocho) que vinieron a sustituir aquellos cuatro que portaban jóvenes ataviadas a la usanza regional que estaban totalmente fuera de lugar y suponían una situación del todo punto anacrónica, a pesar de pretender representar a las mentadas “parroquias históricas”. Esos trajes vinieron a sumarse a los clásicos de las Cantaderas con lo que se recuperaba la tradición de las “doncellas nobles y las plebeyas”.
A ese respecto la Federación arriba señalada, utilizando fundamentalmente la colección de El Trovador leonés, fue implicando un número mayor cada año en la procesión oficial que acompañaba a las clásicas Cantaderas. Estas acompañantes portan un lilium, símbolo de pureza, que se deposita a los pies de la Virgen en al Claustro de la Catedral.
El año 2012 surgió una nueva idea: tratar de representar la entrega de las jóvenes que debían partir a tierras del Sur en una ceremonia que se ubicaría el sábado anterior a la fiesta para servir de preparación/sensibilización y de información a leoneses y forasteros de los pormenores de la fiesta. Así surgió la representación de La rebelión de las doncellas en la que se deja claro que fueron las propias jóvenes las que propiciaron, con su valor, que terminara la costumbre del infausto tributo.
Todos los que representan la obra son miembros de la Federación de VV Rey Ordoño de la ciudad y ninguno tiene vinculación con el teatro profesional; sin embargo, la representación, que se lleva a cabo en la Plaza de San Isidoro, concita el interés de unos 800 espectadores que, de ese modo, comprenden mucho mejor el porqué de la ceremonia de las Cantaderas, su contexto histórico y el momento en el que el citado tributo desaparecería, según las diversas leyendas.
Posteriormente, y para darle mayor contenido aún a esta preparación, en la mañana del mismo sábado, heraldos a caballo pregonan el edicto del Rey Ramiro por el casco histórico para que se tenga preparado el tributo a entregar al representante del Emir, lo que tendrá lugar “al caer la tarde” de dicho día.
Recogemos alguno de los párrafos que son más aplaudidos y que pronuncian las jóvenes cuyos nombres recogemos de diversas leyendas, aunque entendemos que algunos, al menos, son claramente anacrónicos: Elvira, Leonor de Quiñones y Leonor Garavito. En nuestra interpretación, entonces, fue el valor de unas jóvenes leonesas el que propició el fin del tributo de las 100 doncellas.
Así se expresa la joven Elvira: “¡Deteneos! Aún no está dicha la última palabra… Soy Elvira, una campesina recogida en las tierras altas de este reino. Escuchadme hombres de León. ¡Cobardes! ¿A tierra de moros nos lleváis? En el valor de vuestros corazones y no en la hermosura de vuestras mujeres debéis fundar la defensa de nuestra tierra. Escuchad ahora mi respuesta: muerta tendrá que ser, pues viva no conseguiréis llevarme”.
En términos semejantes interviene luego Leonor Garavito: “Compañeras mías de infortunio; para las que no me conocéis, me llamo Leonor Garavito y quiero decir que estoy muy de acuerdo con lo que acaba de exponer Elvira; bien sabéis que, entre los animales, que carecen de toda racionalidad, es costumbre que los padres defiendan a sus hijos. Y así vemos que una sola gallina defiende con su pico y con sus alas a sus polluelos, aunque sean veinte, del fiero gavilán. ¿Es posible que la nobleza de León, que los soldados de este reino hagan entrega de sus hijas al Moro enemigo? Es cosa bien contraria a la ley de Dios y del mundo, que bien parece que somos menos que gallinas. O quizá gallinas y muy cobardes sean más bien los que así se atreven a actuar”.
Estos argumentos cambian el parecer del representante del rey que sentenciará después de un intercambio de amenazas por parte del representante del emir: “Nos veremos, pues, en batalla, si así lo deseáis, y la Providencia dictará su ley. Nosotros confiamos en nuestro Dios y en nuestra Señora la Virgen de Regla”.
Como información última señalaremos que el drama en cuestión es obra del secretario del Trovador leonés y vicepresidente de la Federación de las AA. VV. de esta ciudad y que goza de un seguimiento muy importante por parte de un gran número de público.
- Textos: Hermenegildo López González
- Fotografías: Martínezld