Versión clásica

La muerte del Rey de León Fernándo II

La muerte le sobrevino en la villa de Benavente, que el mismo había mandado repoblar y a la que había dotado de muy ventajosos fueros.

Fernando II de León

Fernando II de León yace en el Panteón Real de la Catedral de Santiago de Compostela, hoy capilla de Santa Catalina

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Entre los días 21 y 22 de enero de 1188 fallecía en “la su villa preferida”, Benavente, el rey de León, Fernando II. Un rey que, a los efectos de un conocimiento más acusado de su persona, ha pasado, si así se nos permite señalarlo, sin pena ni gloria. Muy pocos leoneses sabrían decir algo de interés sobre su reinado.

Tumbo A Fernando II de León

Imagen de Fernando II, Rey de León en el Tumbo A de la Catedral de Santiago de Compostela

Parecería, en efecto, como si este hubiera sido una especie de paréntesis entre el del gran Alfonso VII, el Emperador, y el del nieto del mismo, Alfonso VIII de León (o IX, como se le conoce popularmente, denominación que utilizaremos para no equivocar a los lectores).

No nos ocuparemos, siguiendo nuestra costumbre, de la vida de este Fernando, sino del momento de su fallecimiento, aunque hagamos alguna que otra ligera mención a hechos anteriores y aun posteriores al mismo.

Comencemos por situarlo en el tiempo. Hablamos del segundogénito del Emperador que, en una decisión ciertamente lamentable (seguramente influido por los nobles de uno y otro bando que querían aumentar sus privilegios) y cuyas consecuencias seguimos padeciendo los leoneses, había dividido el reino entre sus hijos. Y, por desgracia, no ocurriría ya lo que en situaciones anteriores; el Reino de León, no solo sería troceado para siempre, sino que de su seno habían nacido dos realidades políticas que, como tantas veces hemos señalado, parecían encontrar la única justificación de su existencia, en la desaparición del padre, de ese reino matriz del que se habían desgajado: Portugal y Castilla. Portugal ya se había separado, en una hábil jugada de Teresa Alfónsez (hija natural del gran Alfonso VI) y su hijo Alfonso Enríquez (Afonso Henriques), hijo de Enrique de Borgoña, situación de la que nos ocuparemos cumplidamente en otro momento.

Fernando II de León, entonces, había heredado un reino acogotado, presionado y reiteradamente combatido por Castilla y Portugal, lo que, a lo largo de su existencia, habría de llevarle a tener que fluctuar en las alianzas con el uno o con el otro, en función, especialmente, de los acontecimientos y los ataques que sufría por parte de los mismos. Así sus matrimonios, la importancia que cobrarían determinadas familias, etc. y hasta la bancarrota en la que quedaba el reino en el momento de su desaparición. Sin olvidar tampoco que, por la Extremadura leonesa, seguían presionando los musulmanes, los almorávides, aquellas tribus del Norte de África que habían pasado a la Península para ayudar a sus hermanos de religión que veían amenazada su preponderancia en Hispania.

sello de Fernando II de León

Sello de Fernando II de León a la entrada del Parador de Benavente. Fotografía: Martínezld

Pero centrémonos en sus últimos años. En 1178, una vez más, y ante las continuas provocaciones de sus enemigos del Este, Fernando había tomado la decisión de invadir el reino de Castilla y, en rápida maniobra, conquistó algunas plazas, como Castrojeriz y Dueñas, ante la sorpresa de su sobrino Alfonso I de Castilla que, también, una vez más, para parar el empuje de los leoneses, se alía con los portugueses, intentando evitar males mayores. Cuando alguien se juzga tan importante y tan poderoso como para arremeter posteriormente, solo, contra el ejército musulmán, en la batalla de Alarcos (apenas 17años después), ni siquiera tiene el coraje de enfrentarse, del mismo modo, a los leoneses y decide solicitar la ayuda de los portugueses que acuden al mando del hijo de Alfonso I, el infante Sancho. Este hecho revela muchas cosas sobre el momento, las circunstancias e incluso el carácter de quien será, sin embargo, ensalzado hasta la náusea, por parte de unos historiadores a sueldo que, curiosamente, han venido marcando la pauta, de una manera indeleble, a favor del reino de Castilla y en contra del Reino de León. Y a esto se le llama imparcialidad…

Este episodio guerrero terminará, de manera oficial, en 1180, fecha en la que se firmará un tratado de paz en Tordesillas; pero es la misma fecha en la que fallece la segunda esposa de Fernando II, Teresa Fernández de Traba, al dar a luz un hijo (ambos fueron enterrados en el Panteón de San Isidoro).

A partir de ese momento, el rey comienza una relación amorosa con Urraca López de Haro, hija del Señor de Vizcaya, con la que, definitivamente, contraerá matrimonio en 1187, tras haberle dado tres hijos, legitimados después del enlace de sus padres, salvo el primero, García Fernández que había fallecido en 1184.

papa Alejandro III

El Papa Alejandro III azote del Reino de León

El segundo, Alfonso Fernández, también falleció antes que su padre, aunque en el mismo año; pero sobre el tercero, Sancho Fernández, Urraca López puso todas sus esperanzas para convertirlo en el sucesor de Fernando, saltándose los derechos de herencia de Alfonso, el primer hijo del rey, habido en 1171, con su primera esposa, Urraca de Portugal y de la que había tenido que separarse porque el Papa Alejandro III, verdadero azote del Reino de León, había declarado nulo el matrimonio por parentesco en tercer grado (por cierto que, de nada sirvieron los intentos de compra de la bula puesto que los dineros de Castilla e Inglaterra superaban con creces lo que podía ofrecer León).

Curiosa forma de hacer justicia…, pero que tampoco nos sorprende ya, a los leoneses de hoy, teniendo en cuenta la trayectoria de nuestro acontecer histórico.

Argumentando, entonces, que Alfonso era un hijo ilegítimo, puesto que, como decimos, el matrimonio con Urraca de Portugal había sido anulado, Urraca López conseguirá incluso que el rey Fernando destierre del reino a su hijo mayor, el cual se refugiará en Portugal y tratará de buscarse apoyos en Galicia, de manera especial en la persona del arzobispo de Santiago, Pedro Suárez de Deza, firme defensor de la causa de quien sería más tarde Alfonso IX, y claramente opuesto a la reina Urraca López.

El salón de plenos del Ayuntamiento de Benavente esta presidido por una reproducción de la carta Puebla de Benavente otorgado por Fernando II de León, documento mediante el cual la villa alcanza naturaleza jurídica. Fotografía: Ayto. Benavente

No era, por cierto, la primera vez que esta Urraca intentaba apartar de la carrera sucesoria al infante Alfonso: se cuenta, incluso, un milagro ocurrido en San Isidoro que resumido es como sigue. El infante que, incluso, había tenido alguna crisis de epilepsia, por la que sus enemigos le calificarán de El Baboso, había sido llevado, en una de las ocasiones, ante el Santo Isidoro que, según describe Lucas de Tuy, le salvó la vida (los médicos suponen que el propio contacto con las piedras frías del suelo de la basílica pudo influir en que el niño recuperara la conciencia y no muriera asfixiado).

Iglesia de Santa María del Azogue (Benavente).

Iglesia de Santa María del Azogue (Benavente).
Fotografía: Martínezld

Pero lo que no parecía obedecer a nada de lo dicho, fue que Alfonso comenzara a tener problemas de falta de visión: también, en este caso, nuestro bueno D. Lucas describe que se curó con el agua milagrosa que había brotado, a la muerte de Fernando I, de las piedras de la iglesia palatina. Parece más lógico que, ante los acontecimientos, su padre le hiciera trasladar a Galicia donde, fuera del alcance de su madrastra (entonces ni siquiera casada con el rey), recuperara la salud. Algunos llegan a sospechar que Urraca López le estaba suministrando un veneno que le impediría reinar si se quedaba ciego.

Llegamos así a la fecha señalada más arriba, probablemente el 22 de enero de 1188, cuando Fernando había alcanzado los 53 años de edad. La muerte le sobrevino en la villa de Benavente, que el mismo había mandado repoblar y a la que había dotado de muy ventajosos fueros. Este hecho de fallecer lejos de la corte supuso un nuevo enfrentamiento entre los partidarios de Alfonso y la reina Urraca.

panteón real de la Catedral de Santiago de Compostela

Entrada al Panteón Real de Santiago de Compostela. Fotografía: Martínezld

Fernando había señalado inequívocamente (documento expedido en Benavente el 26 de julio de 1180) que deseaba ser enterrado en la Catedral de Santiago de Compostela, al lado de su madre, la reina Berenguela y de su abuelo Raimundo de Borgoña.

Pero esto planteaba un serio problema a Urraca; si el infante Alfonso se hacía cargo del entierro de su padre en Santiago, sería coronado rey y ya nada podría hacer por impedirlo. En esas circunstancias, algunos opinan que intentó y que incluso llegaría a enterrar a su marido en el Panteón de Reyes de San Isidoro; sin embargo, falta de apoyo de los leoneses que, sin embargo, si se lo mostraban al futuro rey Alfonso, finalmente el cuerpo de Fernando sería trasladado a Santiago, según había sido su voluntad.

En este claustro de San Isidoro tuvo lugar la Curia Regia de 1188 considerada por la UNESCO como la cuna del Parlamentarismo. Fotografía: Martínezld

Así consta en un documento emitido en Zamora por el ya rey Alfonso, con fecha 4 de mayo de 1188. Año importante este, pues como bien se sabe ya (quizás aún no todos…), estamos ante el año en el que el Reino de León alumbraría una nueva forma de establecer las relaciones entre los habitantes del mismo y que sería, posteriormente, copiada por los diferentes reinos europeos: la aceptación, al lado de los representantes de la Iglesia y de la nobleza, por primera vez en la historia, de los representantes de las villas y ciudades del reino. Nuestro gran hito como país que, por lo que muestran y demuestran algunos, sigue siendo motivo de mortificación por no habérseles ocurrido antes a sus reyes… Si esto fuera una conversación entre amigos, solo cabría un colofón: “ajo y agua”… que, al parecer, es una bebida muy sana.

  • Textos: Hermenegildo López
  • Fotografías: Martínezld

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