Llevado por un momento de arrebato y amparándose también en la velocidad de su caballo, se separó, apenas con cuatro compañeros más, del grueso de la tropa. Desgraciadamente, fue herido mortalmente de dos flechas que le clavaron en el cuello. Sus cuatro compañeros perdieron, asimismo, la vida en aquel lance.
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En el año 1308, resueltos una serie de problemas que enfrentaban a las casas reales de los reinos hispanos, se decide un ataque conjunto a las ciudades de Almería y Algeciras. En el acuerdo firmado en el Monasterio de Huerta de Ariza, fundada por nuestro Emperador Alfonso VII, se fijaban los siguientes términos: el rey de Aragón atacaría Almería y Fernando, rey de León y de Castilla, sitiaría Algeciras.
El compromiso suponía, además, la obligación de mantener los preparativos en secreto para coger por sorpresa al rey de Granada, por lo que no se informó más que a muy escasos prohombres lo que, a la larga, generó algunos inconvenientes graves más adelante.
Llegamos al mes de febrero de 1309 en el que el rey reunió cortes en Madrid; en ellas suponemos a don Alonso de Guzmán puesto que en fecha 20 del mismo mes aparece como confirmante de un privilegio que atañía a la Orden de Calatrava. En estas cortes, el rey dio cuenta de sus intenciones y, dado que el rey de Granada no había mantenido las paces firmadas anteriormente, se emprendería una campaña de castigo contra él y sus intereses. Sin descubrir completamente el objetivo final de la campaña, citó a todos sus magnates en Toledo para atacar la vega de Granada en primavera con el objetivo de arruinar las cosechas del enemigo, como solía hacerse de una parte y otra.
Es, en ese momento, cuando se levantaron muchas voces en contra del objetivo final del rey que comenzó a saberse, argumentando que no venían suficientemente preparados para afrontar tal hazaña. A pesar de ello, conocemos una larga lista en la que aparece, no solo don Alonso Pérez de Guzmán, sino todos sus yernos, familiares y amigos, dispuestos a apoyar a su señor y a combatir por lo que siempre habían hecho: el engrandecimiento del Reino y el avance de la Reconquista.
En aquel momento, don Alonso tenía ya más de cincuenta años; por lo tanto, podía haberse negado a participar, de manera directa, en la campaña del cerco de Algeciras que todos juzgaban de la mayor dificultad. Y en esta idea es en la que insiste Barrantes Maldonado, el autor de la primera biografía conocida sobre Guzmán, cuando pone en boca del héroe y su mujer el siguiente diálogo, antes de irse a su última campaña:
—“Paréceme, señor, que aún no son acabados los trabajos de la guerra de los moros, porque ahora tornáis, según es sabido, de nuevo a ellos”. A lo que respondió don Alonso:
—“Esos trabajos, señora, no se acabarán hasta que los moros se acaben; pero los hombres como yo los han de acabar o acabar en ellos… Yo iré a la guerra, y si volviese, holgarnos hemos, y si allá quedare, pagaré la deuda que debo a Dios de la vida, al rey de las mercedes que me ha hecho y a mi honra de morir en ella”.
Así le vemos, posteriormente, y esta vez junto a su rey, en el acontecimiento militar más importante de su reinado: en la campaña contra Algeciras de 1309, que se saldó con la conquista de Gibraltar, en la que Guzmán tuvo una participación personal muy destacada.
En efecto, en el verano de ese 1309, la ciudad de Algeciras estaba cercada y, ¡oh paradoja!, durante un tiempo, combatieron codo con codo don Alonso y el causante directo de la muerte de su hijo en Tarifa, el infante don Juan.
Una vez cercada la ciudad, se decidió ir contra Gibraltar utilizando para ello una serie de galeras aragonesas que atacarían la villa por el mar, evitando, al propio tiempo que recibiera cualquier tipo de auxilio. Así, viéndose cercados por todas partes, y después de un mes de resistencia vana, puesto que no recibían ayuda alguna, sus habitantes decidieron rendirse. Así, el 12 de septiembre terminaban casi 600 años de dominio musulmán sobre la “montaña de Tariq.”
De inmediato don Alonso, siempre consciente de las relaciones con su señor, le pasa aviso para que venga a tomar posesión de la villa, al tiempo que envía una carta, comunicando lo mismo, a su amigo el “muy noble e mucho onrrado sennor don Jaymes por la gracia de Dios Rey de Aragón de Valencia e de Córcega e de Serdenna e Conde de Barcelona e de la Santa Eglesia de Roma sennalero e almirante e capitán general. Yo Alfonso Peres de Goçman beso vuestras manos e me encomiendo en vuestra gracia assi como a sennor a qui he muy grant voluntad de servir…”.
Terminada la labor de inspección de la villa, determinadas las obras a realizar para la llegada de sus nuevos moradores y preparándose para un posible futuro ataque posterior de los enemigos, los combatientes se volvieron al sitio de Algeciras.
Convinieron, al propio tiempo, que la mejor manera de proteger las repoblaciones que se estaban produciendo en la zona era alejar la línea de la frontera privando a los musulmanes de una serie de aldeas situadas en la Sierra de Gaucín. Para hacerse cargo de los acontecimientos y establecer la táctica a llevar a cabo, don Alonso, con unos pocos caballeros, se internó en la citada sierra donde se enfrentó a una patrulla de musulmanes, algunos de los cuales, utilizando ballestas, se ocultaban detrás de las rocas, por lo que era muy difícil combatirlos. Llevado por un momento de arrebato y amparándose también en la velocidad de su caballo, se separó, apenas con cuatro compañeros más, del grueso de la tropa. Desgraciadamente, fue herido mortalmente de dos flechas que le clavaron en el cuello. Sus cuatro compañeros perdieron, asimismo, la vida en aquel lance.
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Lo acontecido a dos grandes y jóvenes reyes de la historia leonesa volvía a repetirse, en este caso, en la figura del héroe de Tarifa, Guzmán el Bueno. Alfonso V, que falleció en el cerco de Viseu (7 de agosto de 1028), por culpa de la flecha de un ballestero y también por su arrojo, valentía y hasta un punto de imprudencia, y la de su hijo, Bermudo III, muerto a manos de los castellanos, en la batalla de Tamarón (entre el 30 de agosto y el 4 de septiembre de 1037), a causa de la fogosidad del jinete y el ímpetu y agilidad de su caballo Pelayuelo.
Los hechos ocurrieron el viernes 19 de septiembre de 1309, cuando el de Guzmán contaba con cincuenta y tres años.
No nos resistimos a no recoger el momento, en palabras de doña Isabel Álvarez de Toledo, descendiente de Guamán, que, curiosamente, difiere en la fecha de la muerte, del resto de los biógrafos. “Pocos días más tarde, concretamente el 26 de septiembre de 1309, muere según los cronistas Guzmán el Bueno, víctima de un caballo veloz, que, en correría rutinaria por las sierras de Gaucín, dio con su jinete en celada de moros. El 12 de octubre, y aún en la Cerca sobre Algeciras, Fernando IV agradece los servicios prestados por el Caballero a su abuelo, el rey D. Alfonso, a su padre D. Sancho, «e a mí», «señaladamente en defendimiento de la Frontera», «al tiempo que lo mataron los moros en servicio de Dios y mío»”
De inmediato, su cuerpo fue trasladado a Algeciras en medio de la consternación general puesto que se perdía uno de los caballeros más valientes y esforzados paladines de la reconquista y una de las personas más honradas y dadivosas que había dado el siglo XIII.
Posteriormente, por Medina Sidonia, se llevaron el cuerpo a Sanlúcar y, por el Guadalquivir, hasta Sevilla, donde se celebraron los funerales preceptivos; terminados estos, de acuerdo con sus deseos, sería conducido al monasterio de San Isidoro del Campo, fundado a tal efecto.
Allí fue enterrado en un sepulcro que tenían ya dispuesto y que estaba soportado por cuatro leones, con sus armas a los lados y una inscripción que recogen todos sus biógrafos (aunque no todos coinciden en la transcripción de las fechas) y que reproducimos (si bien, en el original, aparece en letras capitales).
«Aquí iace sepultado don Alonso Pérez de Guzmán que Dios perdone, que fue bienaventurado, y que pugnó siempre por servir a Dios, y a los reyes. Y fue con el muy noble rey don Fernando en el cerco de Algezira. Y estando el rey en este cerco fue a ganar a Gibraltar. Y después que la ganó, entró en cavalgada en la sierra de Gavsín et tuvo hazienda con los moros matándole en ella viernes a IX de setiembre. Era de CIC.CCC.XL.VII”
La primitiva iglesia fue ampliada ya en la época del hijo de don Alonso, Juan Alonso Pérez de Guzmán. Mas, en el año 1609, se hicieron nuevos enterramientos para Guzmán el Bueno y su mujer María Coronel en la primitiva capilla del monasterio de Santiponce, de nuevo ampliada. Se retiraron los túmulos de mármol que había en el altar mayor y se colocaron a ambos lados del altar con imágenes orantes de madera policromada de los esposos, obra de Martínez Montañés, así como de los retablos de la iglesia.
Pero volvamos atrás en el tiempo y así culminar la información de los acontecimientos que se desarrollaban en aquel 1309. Para los que cercaban Algeciras, la pérdida de don Alonso fue de una importancia trascendental pues a ella hay que sumar la desaparición también de don Diego López de Haro y las deserciones, entre otros, del infante don Juan, don Juan Manuel (el escritor), don Alfonso y Fernán Ruiz de Saldaña con las tropas que les acompañaban.
A pesar de todo, y durante un tiempo, el rey Fernando intentó mantener el cerco, mas, como la situación no era favorable para ninguno de los dos bandos, se llegó a un acuerdo con el rey de Granada para establecer una nueva tregua. El nazarí se deshizo de dos importantes villas y entregó cincuenta mil doblas que venían a compensar los gastos de la campaña.
Recordemos, de paso, que el propio rey no sobrevivió más que tres años a quien le había servido con fidelidad y compromiso; hasta el punto de haber sido, junto con la reina doña María de Molina, uno de los más importantes puntales que sostuvieron el reino. La situación se repetía, como otras muchas veces, a lo largo de nuestra historia, pues quedaba como heredero un niño de apenas un año.
Texto: Hermenegildo López González