Versión clásica

La leyenda de Viriato contada a niños y renegados

Con motivo de las primeras mociones en los Ayuntamientos a favor de la autonomía de la Región Leonesa y de las peregrinas excusas y justificaciones que algunos concejales y alcaldes han dado para votar en contra, me vino a la mente esta vieja leyenda que me contaron de niño sobre la figura del legendario Viriato

viriato zamora

Fotografía: Martínezld

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Y luego hemos visto que como la Junta tira de chequera para meter dinero en el Consejo Comarcal de Bierzo justo -casualidad- cuando se anuncian estas mociones para el mes de septiembre en la comarca leonesa del Bierzo y justo cuando Cababelos abrió la ronda con la suya.

En estos días un concejal del Ayuntamiento de Cistierna publicaba un infumable articulo en un medio de comunicación para intentar justificar lo injusticable y sobre todo autojustificarse «Excusatio non petita, accusatio manifesta».

Dicho esto, y sin entrar en mas valoraciones, ahí va la leyenda de Viriato, tal y como me la contaron a mi hace muchísimos años. Moraleja «Roma no paga traidores». Y que cada cual saque sus conclusiones

«A través de cerros y barrancadas, por entre breñas y matorrales, ha logrado escapar un pelotón de lusitanos. En sus ojos se dibuja aún el espanto que le ha producido la triste jornada. ¡Cuántos asesinatos! ¡Cuántas víctimas indefensas! ¡Qué conducta más vil la del infame pretor romano!

Después de un ligero descanso, aquellos hombres tristes y sudorosos. Con los vestidos desgarrados, se miraron unos a otros como preguntándose: “¿Qué hacemos? ¿Quedara impune la maldad de nuestros en enemigos?, ¡Imposible!” Los ancianos, las mujeres, los niños, todos los asesinados de manera tan infame por Galba, y sus secuaces, piden venganza. Mientras hay un español convida no puede cesar la lucha.

viriato zamora

Fotografía: Martínezld

De pronto, el más joven del grupo, sacando fuerzas de la misma debilidad, se levanta y dice con voz emocionado: “¡Compañeros lusitanos! Mi resolución está tomada. Desde hoy juro no descansar ni dar  paz a la mano hasta tanto no vengue la muerte de nuestros hermanos. El que se sienta con ánimos que me siga; el que tema por su vida, que se retire.”

El que así habló era Viriato, y si hasta aquel día sus ocupaciones habías sido humildes y pacíficas, como las de apacentar los rebaños, en adelante no tendrá otra ocupación que la de la guerra.

Los que con Viriato estaban, sentían en su interior lo mismo que él acababa de expresar en breves palabras.  Por ello, se pusieron sin vacilación a sus órdenes para llevar la lucha contra los romanos.

Aquel pelotón de valientes recorrió las tribus lusitanas y celtíberas enardeciendo los ánimos y arrastró tras de sí a los más decididos. En pocos meses  Viriato reunió en torno suyo un ejército de soldados, pocos en número pero ágiles en la marcha, infatigables en el trabajo y diestros en el manejo de la honda y del arco. Su táctica y manera de hacer la guerra a los romanos  no era el presentar batalla en campo abierto, cosa imposible dada la desproporción de las fuerzas; pero encambio dificultaba la marcha de las tropas romanas y caía sobre las columnas de aprovisionamiento de modo rápido, sacando el mejor partido posible de su conocimiento del terreno y la ligereza de movimientos.

Con esas artes, con este sistema de guerra, llamado de guerrillas, mantuvo en constante intranquilidad a los generales romanos, los cuales, si al principio consideraron a Viriato  como un jefe de bandoleros, con el tiempo se fueron dando cuenta de  que su rival era un verdadero capitán.

En cierta ocasión, el guerrillero lusitano entabló combate con sus enemigos, y cuando creyó llegado el  m omento oportuno ordenó a los suyos la retirada. La caballería romana se lanzó a todo escape en persecución de los lusitanos, y, engañada por éstos, se vio metida de pronto en un terreno pantanoso. A una señal, los soldados de Viriato se volvieron atrás y se arrojaron sobre sus enemigos, que se vieron inmovilizados porque los caballos estaban hundidos en el barro. La batalla se convirtió entonces en una verdadera carnicería de soldados romanos.

Roma, la orgullosa capital de la república, empezó a inquietarse por la suerte de sus armas en España. Comprendió que había que tomar la guerra con los españoles muy en serio, por lo que decidió mandar un general de prestigio, como Serviliano. Este caudillo sitió a un ejército lusitano en la Ciudad de Erisana, pero Viriato encontró el medio de introducirse en ella de noche, sin ser visto. A la mañana siguiente hizo una salida tan impetuosa como inesperada. Se lanzó sobre los sitiadores y los puso en precipitada fuga. Los siguió acosando con su empuje y logró encerrarlos en la estrecha garganta de un desfiladero sin salida.

Fácil le hubiera sido entonces a Viriato acabar con todo el ejército romano, pero el generoso guerrero español brindó la paz a Serviliano. El general romano, que ya se consideraba perdido, aceptó de buen grado las condiciones que le impuso y se firmó en el mismo campo de batalla la “paz y amistad entre el pueblo romano y Viriato”.

Algunos meses más tarde descansaba Viriato, confiado y tranquilo, en una ciudad lusitana, cuando supo con sorpresa que Cepión, faltando al pacto, venía a buscarle en son de guerra. Para evitar los horrores de la devastación, envió Viriato tres emisarios al cónsul romano para recordarle el tratado firmado por su predecesor. El perverso cónsul preparó todo para recibir a los embajadores lusitanos con grandes honores:les agasajó con halagadoras promesas de cargos y riquezas sin fin y acabó por engañarles y comprometerles a dar muerte a su propio jefe. Volvieron los enviados al campamento lusitano y se presentaron a los suyos en medio de la noche. Pidieron ver a instante a Viriato y, dada la naturaleza del mensaje que traían, nadie se atrevió a entrar en la tienda de su general. ¿Qué ocurrió allí dentro?

A la mañana siguiente todos en el campamento estaban en pie a la hora acostumbrada y veían con extrañeza que su jefe, siempre el primero en levantase, no estuviera ya es su puesto. Acudieron a la tienda y, ¡oh dolor!, el amado caudillo yacía en el lecho cosido a puñaladas.

Los tres viles traidores a su jefe y a su patria le habían asesinado, marchando aquella misma noche a reclamar el premio de su inicua acción. Los romanos, que habían hecho traición al tratado, tampoco tuvieron escrúpulo en dejar incumplidas sus promesas a los tres embajadores lusitanos y se limitaron a decirles por toda respuesta: “Romano acostumbra a premiar a los soldados que asesinan a su jefes.”

Aquellos tres traidores se llamaban: Audas, Ditalcon y Minuros, cuyos nombres conserva la Historia para eterna reprobación de su felonía.

Del libro “Historia y Leyenda”. Editorial S.M. Madrid 1972. Libro de lectura

Moraleja: Cuando reniega de tu historia, de tus gentes, de tus principios y de tu tierra te encontraras aquello de “Roma no paga traidores”

Viriato, el terror de Roma

Viriato —o Viriathus en latín, tal como fue recogido en las fuentes romanas— (muerto en 139 a. C.) fue un líder lusitano que hizo frente a la expansión de Roma en Hispania a mediados del siglo II a. C. en el territorio suroccidental de la península ibérica, dentro de las llamadas guerras lusitanas. Su posición al frente de los lusitanos tenía al parecer una naturaleza electiva, es decir, no era hereditaria, sino que se debía a sus éxitos militares.​ Se le ha llegado a considerar como «el terror de Roma»

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Fotografía: Martínezld

La bibliografía disponible sobre Viriato no permite determinar ni su lugar de nacimiento ni la fecha de este, no quedando claro si la procedencia geográfica del líder lusitano se correspondía al actual territorio de Portugal o al de España.

Según la mayor parte de las fuentes, en especial Tito Livio, Viriato era originalmente un pastor que se hizo cazador y soldado.​ Otras fuentes proponen que pertenecía a la clase de los guerreros, la ocupación de la élites gobernantes lusitanas. Para Apiano, fue uno de los guerreros que escapó de la encerrona del pretor Servio Sulpicio Galba a la flor de la juventud lusitana descrita más adelante.

Según las fuentes romanas Viriato era un guerrero y líder carismático, con buena capacidad para la oratoria. Gran estratega y hombre sobrio,​ Viriato empleaba una táctica de guerrillas, realizando emboscadas en terrenos abruptos y angostos a los ejércitos romanos y valiéndose de la noche y el uso de caminos desconocidos para la huida, además de mantener a sus tropas en constante movimiento.​ No buscaba el ataque directo ni la conquista duradera de los territorios enemigos, sino el saqueo y la captura de botines.​ Empleaba el recurso de la huida fingida del campo de batalla, para después asestar ataques emboscados al enemigo, que lo perseguía de forma desordenada, así como el de atacar con pequeños contingentes militares a las legiones romanas para despistarlas y permitir la huida, mientras tanto, del grueso de su ejército.

Según Apiano, Cepión prometió a Audax, Minuro y Ditalco la entrega de grandes riquezas, ventajas personales y tierras si se encargaban de asesinar a Viriato. ​ Se contempla tanto que la iniciativa del asesinato partiera inicialmente de estos tres, proponiéndoselo a Cepión a cambio de una recompensa, como que proviniera del mismo Cepión, quien les habría sobornado tras acudir estos sin mala fe. ​ Este hecho tendría lugar en el 139​ o el 138 a.C. ​

La leyenda cuenta que, al volver a su campamento después de la reunión con Cepión, estos lo mataron mientras dormía, clavándole un puñal en el cuello, puesto que Viriato siempre dormiría con la armadura puesta. ​ A continuación estos marcharon al campamento romano a cobrar la recompensa, donde Quinto Servilio Cepión les habría negado esta con la frase: «Roma traditoribus non praemiat», esto es, «Roma no paga a traidores».​ La historiografía posterior admite la posibilidad de que esta frase fuera una invención posterior. De cualquier modo transmite la idea de la versión tradicional que sostiene que los romanos nunca habían aprobado la muerte de un jefe rival a manos de sus propios hombres. También es posible que esta versión sobre la reacción de Roma ante el crimen fuera posterior y la República romana quisiera ocultar el hecho de ser responsable de tal traicionero asesinato.

Tras su muerte recibió por parte del ejército lusitano un magnífico funeral, en el que fue incinerado, con la realización de distintos sacrificios animales y más de doscientos combates en honor del fallecido.

Viriato y Zamora

La figura del caudillo lusitano ha llegado a nuestros días también a través del folclore, la tradición popular y las leyendas. Esto se hace especialmente patente dentro del ámbito español en la provincia de Zamora.

escudo de ZamoraEn la ciudad de Zamora la figura de Viriato ha quedado recogida en los blasones heráldicos del escudo y la bandera de la capital provincial.

En el primero aparece mencionado «el brazo de Viriato sosteniendo la Seña Bermeja», mientras que la bandera —precisamente esta «Seña Bermeja»— está compuesta por ocho tiras rojas que representarían ocho victorias obtenidas por Viriato sobre diversos pretores y cónsules romanos. ​

Es igualmente característica de la ciudad de Zamora la estatua del escultor Eduardo Barrón, situada en la plaza de Viriato. En la localidad de Torrefrades existe una construcción, conocida popularmente como «La Casa de Viriato», donde supuestamente habría habitado el caudillo lusitano, la cual, sin embargo, data del siglo XVIII;​ la localidad ha sido mencionada tradicionalmente como posible origen del caudillo.​

pendones los viriatos fariza

Pendones blancos «los viriatos». Fotografia: Martínezld

En Fariza se lleva a cabo una romería conocida como «Romería de los Viriatos», considerada de Interés Turístico Regional en Castilla y León.​ Una pequeña elevación de la comarca de Sayago, conocida como Teso de Bárate, ha sido popularmente relacionada con la presencia de Viriato.​ En la provincia de Cáceres la figura de Viriato ha terminado asociada a distintas localidades, como Guijo de Santa Bárbara,​ Coria​ o Santa Cruz de la Sierra, entre otras.

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