El castro prerromano de la Peña del Hombre, en Paradela de Muces, ha sido restaurado y acondicionado para el turismo con una inversión de 105.000 euros a través del ILC. El presidente de la institución visita el yacimiento, cuyas obras de consolidación y rehabilitación permiten conocer la vida cotidiana de hace dos mil años
León 1 de marzo de 2021.- El castro de la Peña del Hombre -en Paradela de Muces, municipio de Priaranza del Bierzo-, uno de los emplazamientos defensivos de origen prerromano más importantes del Bierzo y de toda la provincia de León, ha sido totalmente restaurado y puesto en valor gracias a una inversión global de 116.092 euros, de los cuales su mayor parte, 104.483 euros, han sido aportados por la Diputación de León a través del Instituto Leonés de Cultura (ILC).
Con un enorme potencial turístico dada su ubicación a 1.441 metros de altitud, en las estribaciones de los Montes Aquilianos y con una impresionante vista panorámica de la hoya berciana, el castro ha sido objeto de una profunda consolidación llevada a cabo desde la primavera de 2020. Fundamentalmente, las obras han consistido en la excavación de nuevas zonas para completar los espacios arquitectónicos, el saneamiento y aplomado de los muros, la limpieza de los suelos, el cierre de hogares con arenas para su protección, y la creación de un pequeño mirador metálico para visualizar el conjunto y dar acceso al vial de circulación interior. Asimismo, la intervención fue completada con la creación de un camino de acceso y con la dotación de señalética direccional y explicativa. El presidente de la Diputación Provincial de León, Eduardo Morán, ha visitado este viernes el castro tras la finalización de los trabajos acompañado del alcalde de Priaranza, José Reguera, y del presidente de la junta vecinal de Paradela de Muces, Antonio Méndez.
El proyecto, cuyos autores han sido los arquitectos Darío Álvarez y Miguel Ángel de la Iglesia, tuvo como objetivos principales que el castro de la Peña del Hombre fuese accesible y visitable, y que existiese en él un equilibrio entre la información que proporciona, su monumentalidad revalorizada y su conservación y preservación, absolutamente necesarias para convertirse en un recurso patrimonial de primer orden.
El castro, provisionalmente datado entre los siglos III y II a.C., cuenta en su interior con más de 20 construcciones que, a juicio de los arqueólogos, se organizan en al menos siete unidades de ocupación o casas de plantas tendentes al cuadrado, con suelos de arcilla y un patio de entrada que se abre al vial principal. Ese patio da acceso a la estancia o estancias utilizadas como cocinas y a otras dependencias que se debieron emplear como talleres o almacenes. Las cocinas suelen contener en posición central un sistema complejo de elementos diferenciables, formado principalmente por un hogar compuesto por un murete cortavientos, una planchada de arcilla endurecida donde se haría el fuego, y alguna laja hincada. Junto a él se colocaba una hornilla en forma de hueco practicado en el suelo y rodeado de placas de esquisto, en la que se han encontrado cenizas y restos de hueso. El interior de estas cocinas también suele incluir un vasar construido de la misma forma que los muros, espacios para contener el grano, molinos barquiformes, posibles apoyos para asiento, etcétera.
La intervención ha sido precedida de cuatro campañas arqueológicas en las que han participado arqueólogos leoneses y portugueses pertenecientes a distintas instituciones, dirigidos por Jesús Celis, Jimena Martínez, Miguel Lage y Antonio Trigo. En ellas se aplicaron nuevas tecnologías como la fotogrametría, la modelización en 3D y la realidad virtual, y permitieron obtener hallazgos destacados como recipientes de cerámica de pequeño y mediano tamaño, con ollas de grandes panzas de tipología inscrita en la Segunda Edad del Hierro, junto a algún ejemplar de cerámica celtibérica que seguramente procede de la zona meseteña leonesa. Pero también objetos de adorno como fíbulas de tipos claramente prerromanos, enganches simétricos o laciformes, dos cuentas procedentes de collares o de los extremos de un torques, aros… En el inventario de piezas de hierro destacan cuchillos afalcatados, una punta de lanza, un gancho de extremo de pregancias para sujetar recipientes sobre el fuego, una punta de arado y distintos remaches calados y grapas.
El yacimiento presenta un recinto amurallado semicircular que parte de un crestón rocoso y que se desarrolla en forma semicircular de Noroeste a Sureste. La muralla, de mampostería en seco, tiene cerca de 200 metros de longitud y 3 metros de anchura media, y un alzado medio al exterior de unos 3 metros; además, se encuentra flanqueada en el Este por un foso excavado en la roca madre. Asimismo, en la zona Sureste y en posición dominante, se ha documentado un gran derrumbe circular que preside el castro en su espacio más alto. De tendencia circular y gran diámetro, más de 20 metros, se ha señalado como una hipotética torre o atalaya, asociada indudablemente a los elementos defensivos de la muralla y del foso.