Versión clásica

La coronación de Alfonso VII de León

La coronación se produce el 26 de mayo de 1135, día de Pentecostés, en la catedral de Santa María a la que se llega en solemne procesión y donde se procede a la aceptación, por parte del rey, de las fórmulas preceptivas para recibir la coronación imperial.

coronación Alfonso VII

Espectacular vidriera sobre la coronación de Alfonso VII en el nuevo edificio del Ayuntamiento de León. Dos vanos se cegaron para construir un ascensor. Seguro que si se busca, hay una solución para que esta vidriera luzca en todo su esplendor. Fotografía: Martínezld

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El día 26 de mayo de 1135 se produjo un hecho, en la urbe regia, en León, que llenaría de orgullo a cualquier otra ciudad de nuestro entorno europeo. Desgraciadamente, aquí y allá, una vez más, la incuria, la dejadez, el negacionismo y la manipulación, la han condenado al olvido, al desván de los trastos viejos, cuando debería ser recordada por los leoneses como uno de sus timbres de gloria. Ese día, en la catedral románica de Santa María, construida sobre lo que habían sido las Termas romanas, el palacio de Ordoño II y la primera catedral de la ciudad, se produjo la coronación del hijo de Urraca I de León, el nieto de Alfonso VI, llamado “el emperador de las tres religiones”, desde su conquista de Toledo, es decir, el rey de León Alfonso VII, que pasará, a partir de ese momento, a ser llamado, con toda justicia, el Emperador.

Y ahora nos enfrentamos a nuestra pregunta de siempre, para conocer los antecedentes de este acontecimiento, cuando menos, insólito y, si viene al caso, extraer las oportunas consecuencias: ¿Cuáles fueron las causas para que este hecho se diera en León y no en cualesquiera de los otros reinos que habían surgido en la Península ibérica?

Antecedentes

Históricamente podemos rastrear ese deseo y esa auto proclamación de Imperium desde la propia consolidación del Asturorum regnum, quizá como la manera, incluso, de encontrar un soporte a su política de reconquista de la patria hispano-goda, destruida con la llegada de los invasores musulmanes en el año 711. Es cierto que algunos argumentan que la palabra “Imperium” o aplicada al rey “imperante” podría, en determinados momentos, ser equivalente a “regnante”, aunque intentara significar la importancia del reino con relación a otros de menor enjundia.

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Retrato de Alfonso VII. Colección Cuadros Reyes de León del Ayuntamiento de León. Palacio del Conde Luna. Fotografía: Martínezld

Pero, dejando a un lado las cuestiones semánticas y por ser un poco más explícito, podríamos situar esta política, denominada posteriormente por algunos neogoticismo, con el momento del salto y consolidación de los cristianos del otro lado de la cordillera Cantábrica, de remembranzas guerreras desde antiguo, y refugio siempre seguro contra los invasores del suelo cántabro-astur.

Y, si tuviéramos que hablar de un rey concreto, citaríamos entonces a Alfonso III el Magno (el que, de facto, convirtió la antigua Legio en la nueva capital de su reino), como el que comienza a utilizar, en algunos de sus diplomas, la fórmula Ego Adefonsus totius Hispaniae imperator. Y así es también reconocido en un documento firmado por su hijo Ordoño II (Ego Hordoniusrex, filius Adefonsi magni imperatoris). Y la misma o semejante denominación podemos encontrarla en documentos firmados por reyes posteriores, aunque, también hay que señalarlo, en cantidad no muy relevante.

La fórmula, en este caso, bajo la novedosa de Regnum-imperium, aumenta sensiblemente en la época del autor del Fuero de León de 1017/20, Alfonso V, con una presencia de casi un 15 % de los diplomas firmados por el, y más del 16 % de los firmados por su hijo Vermudo III.  Lo mismo ocurrirá en el reinado de Sancha y Fernando, pero en un número sensiblemente mayor de actas regias. Ello viene a constatar la innegable relevancia del Reino de León, sin duda alguna, el más importante, dilatado e influyente de la Península.

Hasta tal punto que el Emperador alemán, Conrado II, dirige una serie de quejas a Roma pues entiende que Fernando I de León está usurpando el título de Imperator, situándose por encima del resto de los reyes e, implícitamente, no reconociendo la autoridad del Sacro Imperio Romano.

Quizás, en esta situación un tanto compleja, habremos de entender las enormes donaciones que nuestros reyes hicieron llegar a la famosa Abadía de Cluny, cuyo abad (en la época, el famosísimo San Hugo que muere, curiosamente el mismo año que Alfonso VI), según se dice, era más importante que el mismo papa.

Los tiempos se tornan aún más propicios para la consolidación de esta idea imperial leonesa, en el reinado de Alfonso VI. Ya en 1077, tras haberse anexionado, a la muerte del monarca navarro, Sancho Garcés IV, y en reparto con Aragón, los territorios de Álava, Vizcaya, Guipúzcoa y la Bureba, nuestro Alfonso se hizo llamar, y así firmaba, Imperator. Sin embargo, este título parece merecerlo aún más tras la conquista de la Imperial Toledo (1085); el rey se ve, entonces, con razones suficientes para incluso denominarse, no solo Rey de León y Toledo, Emperador de toda España (Imperator totius Hispaniae) sino Emperador de las tres religiones.

Sin embargo, “el Bravo” no pudo, especialmente tras el desastre bélico y anímico de la batalla de Uclés, llevar a cabo ceremonia alguna de coronación. El honor correspondería a su nieto, el hijo de Urraca I de León y a quien el conquistador de Toledo llegó escasamente a conocer, pues falleció (en 1109) cuando el futuro emperador contaba apenas con 4 años.

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Atributos Regios. Se exhiben en el solemne responso por los Reyes de León cada 6 de Enero. Fotografía: Martínezld

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Alfonso VII Rey-Emperador

Habremos de recordar, en primer lugar, que el hijo de Urraca no tuvo fácil consolidar ni siquiera su acceso al trono, especialmente desde que a su madre le fuera impuesto el matrimonio con Alfonso I el Batallador de Aragón; incluso estuvo a punto de perder la vida en la conocida Batalla de Villadangos en la que, gracias a la astucia del Obispo compostelano Gelmírez y a la valentía y entrega del conde Fernando que perdió la vida en la citada batalla, el infante pudo llegar vivo a la corte.

signum Alfonso VIIPrescindamos, sin embargo, de relatar en este breve, la vida del Emperador y ocupémonos, entonces, de lo que fue su tercera coronación pues, en efecto, sería coronado, en primer lugar, el 17 de septiembre de 1111, rey de Galicia, posteriormente, a la muerte de su madre, será ungido y coronado rey de León, el 10 de marzo de 1126 y, como decimos, el día 26 de mayo de 1135, Imperator totius Hispaniae. Contaba entonces con 30 años y el sueño imperial leonés se había finalmente cumplido en su persona, en otro Alfonso, como soñara su antepasado del mismo nombre.

¿Y cómo se alcanza finalmente este anhelo de la casa real leonesa? ¿Cuáles son las circunstancias concretas de esta coronación?

En la rivalidad establecida con su padrastro, Alfonso I el Batallador, y especialmente a la muerte del mismo, los asesores de Alfonso, el leonés, se dan perfecta cuenta de que su reino es el más extenso, el más importante y el más influyente. Incluso el poder almorávide, en el Sur, se encuentra ciertamente debilitado y el rey dispone, además, de un aliado, Áhmad al-Mustánsir Sayf al-Dawla, más conocido como Zafadola, que tiene la firme intención de unir a las diferentes taifas, pero bajo la protección de Alfonso VII.

Fotografía: Wikipedia/Numismática Pliego
Óbolo de Alfonso VII con la leyenda «Imperator Leoni».

El matrimonio con Berenguela, hermana de Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona y rey consorte de Aragón por su matrimonio con Petronila, también contribuyó a limar las asperezas que se habían mantenido con el Batallador, tras su divorcio de Urraca I. Incluso este Alfonso, en el Pacto de Támara (junio de 1127) había renunciado, no solo a toda una serie de posesiones en el oeste de su reino sino, de manera oficial al título de Emperador que utilizaba según la tradición leonesa.

A pesar de todo, tampoco habían sido muy fluidas las relaciones con el sucesor, Ramiro II el Monje, su hermano, que aceptaría el trono con la única intención de procurar un heredero al reino, la aludida Petronila a la que, con solo un año, casaron con el Conde de Barcelona.

De otro lado, la propia familia de Berenguela, su esposa desde hace siete años, cuenta con grandes intereses y apoyos en toda la zona sur de Francia lo que proporcionará también al rey de León, toda una serie de nobles prestos a brindarle su apoyo llegado el momento.

Toda esta política sostenida de ir ligando lazos vasalláticos con el resto de los soberanos hispánicos y los nobles del Sur de Francia, le permitirá llevar a cabo, entonces, sus indudables deseos de llegar a ostentar la corona del imperio, aunque también hemos de señalar que esta situación de alianzas y fidelidades no debía suponer ni dependencia, así entendida, ni el cobro de determinados impuestos.

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Vidriera de la Coronación de Alfonso VII en el Ayuntamiento de León. Fotografía: Martínezld

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La coronación

Llegamos así a la fecha del 25 de mayo del año 1135, Alfonso VII celebra, en el Aula Regia de León, una curia plena con la finalidad de debatir sobre una serie cuestiones de importancia para el reino y en la que el monarca hizo expreso su deseo de ser coronado emperador Imperator totius Hispaniae.

catedral de León

Fotografía: Martínezld

Estaban presentes los obispos y los abades, es decir los magnates religiosos de sus reinos además del metropolitano de Toledo figura señera de la iglesia hispana y el cardenal Guido de Vico, legado del papa Inocencio II. La solicitud del rey es aprobada por los obispos: Alfonso de Oviedo, Arias de León, Pedro de Palencia, Pedro de Segovia, Jimeno de Burgos, Íñigo de Ávila, Bernardo de Sigüenza, García de Zaragoza, Miguel de Tarazona, etc.

Se echa en falta la figura de D. Diego Gelmírez, su mentor y protector en el pasado, pero se encuentra enfermo y no puede asistir. Por eso estará sustituido por el obispo Martín de Orense.

La coronación se produce el 26 de mayo de 1135, día de Pentecostés, en la catedral de Santa María a la que se llega en solemne procesión y donde se procede a la aceptación, por parte del rey, de las fórmulas preceptivas para recibir la coronación imperial.

A continuación, le son entregados los atributos de su nueva dignidad: corona y cetro mientras el rey de Pamplona sostiene su brazo derecho y el obispo de León el izquierdo. La ceremonia se completa con una Misa Solemne al final de la cual se entona el Te Deum.

La Crónica del Emperador Alfonso nos relata también que, a continuación, fue servido un extraordinario banquete y que el monarca leonés repartió muchas limosnas a los más pobres de su reino amén de enormes prebendas a diferentes iglesias y monasterios.

A esta ceremonia de coronación y banquete posterior asistieron, entre otros, su cuñado Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona, como hemos dicho, su primo el rey García Ramírez de Pamplona, el conde Alfonso Jordán de Tolosa, Armengol conde de Urgel, el de Montpellier, el duque de Gascuña, el de Foix y otra serie de grandes señores del Sur de Francia hasta el Ródano, así como varios representantes de algunos de los principales linajes musulmanes, como, por ejemplo, el caudillo ismaelita Zafadola, al que nos hemos referido más arriba.

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El Rey de Portugal rinde vasallaje a Alfonso VII. Mosaico de la Estación de San Bento en Oporto. Fotografía: Martínezld

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Posteriormente, y aunque no asistieran a la ceremonia, también reconocerán su autoridad su primo Alfonso Enríquez, primer rey de Portugal (eso sí, con concesiones verdaderamente leoninas) y el rey aragonés Ramiro II. Dicho de otro modo, todos los reinos cristianos de la Península, gran parte del territorio francés y varios reyes de los reinos de las taifas árabes al sur de la línea del rio Tajo.

Y, ya que mucha gente ignora estos hechos hay que seguir insistiendo en que se trata del único emperador coronado en España, puesto que cuando hablamos de otro, del emperador Carlos I de España y V de Alemania, éste detentaba el título por serlo del Sacro Imperio Romano Germánico y heredero de su abuelo paterno Maximiliano de Austria. La prueba es que su hijo Felipe II heredará únicamente el trono de España y su hermano Fernando el Imperio de sus abuelos.

Las consecuencias de esta coronación son también de gran importancia en orden a las posteriores conquistas o a la independencia de Portugal, pero eso, como se suele decir, es otra historia.

Aunque, y para terminar el círculo como casi lo hemos comenzado, lo que sí es cierto es que en la “Crónica de Alfonso el Emperador” se recoge la siguiente frase sobre sus dominios, ellos abarcaban: “A mare magno Occeano, quodest a Patrono Sancto Iacobi, usque ad fluvium Rodani”. Que se entiende muy fácil: desde el gran mar-océano que está al lado del Patrono Santiago, hasta el río Ródano. Hasta allí, pues, llegó, en algún momento, la influencia y el nombre el Reino de León.

  • Textos: Hermenegildo López González
  • Fotografías: Martínezld

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