Como dice el viejo dicho, hoy políticamente incorrecto, si los leoneses ”montáramos un circo, nos crecerían los enanos”. El error histórico sobre la corona de Alfonso VI es para nota, como lo son las peregrinas justificaciones que da sobre ella su autor Amancio González. La única catedral que hay en este sepulcro, eso sí, es el tamaño de su metedura de pata, del que se ha hecho eco incluso la prensa nacional.
.
El error histórico sobre la corona de Alfonso VI es para nota, como lo son las peregrinas justificaciones que da sobre ella su autor Amancio González. Dice el autor en su facebook que los florones que decoran la corona real que ciñe nuestro sexto Alfonso son catedrales. “Lamentablemente no son castillos. Como se puede apreciar en la foto de la corona de Sancho IV, salvo algunos añadidos es en esencia una corona real netamente de estilo románico lo que nos puede dar una idea de cómo eran las coronas reales en aquella época, observamos también que en la parte superior aparece representada lo que sería la vista frontal de una catedral románica, a pesar de estar muy esquematizada son perfectamente reconocibles todos sus elementos, pórtico, rosetón, etc. Esta corona respondía perfectamente a mi deseo de no inventar nada, al no ser posible hacer un sepulcro románico decidí hacerle realista en su mayor parte con elementos reales del estilo románico y ofrecer al espectador un panteón real de un rey muerto hace 900 años y que realizado en el siglo XXI fuese mínimamente creíble”.
La única catedral que hay en este sepulcro, eso sí, es el tamaño de su metedura de pata, del que se ha hecho eco gran parte de la prensa nacional, gracias sobre todo a la excelente y atrevida denuncia que hizo la Asociación “Comunidad Leonesa”.
Creo que ni el autor es consciente de la importancia y envergadura de la obra que se le encargó, ni el Ayuntamiento de Sahagún, ni las monjas benedictinas del Monasterio de la Santa Cruz, ni por supuesto los leoneses de a pie, que asisten estupefactos a una nueva agresión a su vapuleada historia e identidad..
.
Estamos hablando del segundo enterramiento real más importante del Reino de León y que sitúa a Sahagún dentro del selecto y escaso grupo de las localidades que acogen los más importantes lugares de enterramiento de personas regias en España junto con El Escorial (Madrid), Basílica de San Isidoro (León), Monasterio de Leyre (Navarra), Monasterio de Nájera (La Rioja), Catedral de Santiago de Compostela (La Coruña), Capilla Real de la Catedral (Sevilla), Monasterio de Poblet (Tarragona), Panteón Real de la Catedral de San Salvador (Oviedo), Capilla de los Reyes Viejos y Capilla de los Reyes Nuevos de la Catedral (Toledo), Real Monasterio de San Juan de la Peña (Huesca) o Monasterio de Las Huelgas Reales (Burgos), sin olvidar otros lugares como la Catedral de León, el Monasterio de Miraflores (Burgos), Iglesia de San Hipólito (Córdoba) o Panteón Real de San Pedro el Viejo (Huesca).
Es digno de elogio que por parte del Ayuntamiento de Sahagún se pretendiera dignificar el sepulcro de Alfonso VI de León y sus esposas, pues no en vano fue uno de los Reyes más importantes de nuestro Reino, conquistador de entre otros lugares Madrid (1083) y Toledo (1085) y quien ordenó fundar a su fiel amigo el Conde Pedro Ansúrez la Ciudad de Valladolid (1074), y el origen de nuestros males. Estamos, pues, ante la tumba de quien fue nuestro Jefe de Estado durante 42 años.
Craso error el dar libertad a un escultor para hacer una obra de esta categoría. No se puede dejar libertad a un autor para realizar esta obra como si fuera a realizar una escultura dedicada a Blancanieves y los siete enanitos, un monolito para un rotonda de tráfico o a una vieja negrilla. Nadie entiende como para un proyecto de esta envergadura no hubiera habido un proyecto público, bocetos, informes, etc… Para este proyecto debería haberse creado una comisión de expertos y en su defecto tenía que haber sido supervisado por la Comisión Provincial de Patrimonio, por la Muy Ilustre Cofradía del Milagroso Pendón de San Isidoro (encargada de preservar la memoria de los que fueron Reyes de León) y por supuesto por el Departamento de Historia Medieval de la Universidad de León.
.
Hagamos un poco de historia
Alfonso VI de León, llamado «el Bravo» fue hijo de la reina Sancha y de Fernando I de León y por tanto nieto de otro Alfonso, el quinto, el de los buenos fueros (que en este año conmemoramos el milenario del Fuero de León otorgado por este Rey).
Fue Alfonso VI rey de León entre 1065 y 1072 en un primer reinado, y entre 1072 y 1109 en un segundo, de Galicia entre 1071 y 1072 y también entre 1072 y 1109, y de Castilla entre 1072 y 1109.
No vamos a entrar en más detalles históricos, que a buen seguro mejores y más cualificados especialistas que nosotros nos aproximarían a la extraordinaria figura del Bravo Alfonso.
Según el obispo Pelayo de Oviedo, coetáneo del rey, en su “Chronicon regum legionensium”, Alfonso VI tuvo cinco esposas y dos concubinas nobilísimas. Las esposas fueron, según este obispo, Inés, Constanza, Berta, Isabel y Beatriz y las concubinas Jimena Muñoz y Zaida.
Este es el rey de la Jura de Santa Gadea
Para centrar un poco más quién es nuestro Alfonso, este es a quien según los interesados y manipuladores juglares castellanos, el mercenario Cid le obliga a jurar en Santa Gadea de Burgos que no tuvo que ver con la muerte de su bravucón hermano Sancho, cuando pretendía arrebatarle la Ciudad de Zamora a su hermana Urraca y que se frustró gracias a nuestro héroe Bellido Dolfos. Es de sobra conocido que tras ser proclamado Rey le enseñó la puerta de salida al mercenario castellano.
.
Sus líos matrimoniales y de descendencia. Un “sálvame de luxe” medieval
Alfonso, ya anciano, tuvo que ocuparse del problema sucesorio. Berta había muerto sin darle un heredero a finales de 1099; poco después nuestro Alfonso VI se casa con una francesa que le dio dos hijas, pero ningún varón. Para complicar aún más la situación, en marzo del 1105 nació Alfonso Raimúndez (nuestro otro gran Alfonso, el séptimo, y conocido en un futuro como el Emperador), hijo de Urraca y Raimundo y nieto, por tanto de Alfonso VI.
A este posible pretendiente a la corona se oponía el hijo de Alfonso con Zaida, Sancho Alfónsez. Algunos autores opinan que el rey legitimó a Sancho probablemente coincidiendo con la reunión de un concilio celebrado en Carrión de los Condes en enero de 1103 debido a que desde esa fecha, Sancho comienza a encabezar la lista de los confirmantes de diplomas reales, antes que sus cuñados Enrique y Raimundo de Borgoña.
En mayo del 1107 Alfonso VI impuso el reconocimiento de Sancho Alfónsez como heredero, a pesar del probable disgusto de sus hijas y yernos, en el transcurso de una curia regia celebrada en la Ciudad de León. La situación mejoró para el rey con la muerte de Raimundo en septiembre y el acuerdo con Urraca para que esta quedase como señora vitalicia de Galicia, salvo en caso de que se casase, ya que entonces pasaría a su hijo.
Pocos meses más tarde, a comienzos del 1108, falleció también Isabel, penúltima esposa de Alfonso que, pese a su edad, volvió a contraer matrimonio con la francesa Beatriz, con la que no tuvo hijos y que le sobrevivió. La derrota de Uclés había resucitado el problema de la sucesión de Alfonso al fallecer en los combates su heredero, Sancho Alfónsez.
No se conoce con certeza la edad que tenía cuando murió. Según Évariste Lévi-Provençal, parece que el heredero Sancho Alfónsez tenía 14 años y 8 meses, nacido alrededor de 1093. Menéndez Pidal y otros historiadores dicen que debió nacer hacia 1097 y que en el momento de la batalla solo tendría unos diez años. Su prematura muerte aceleró el fin de su padre, quien carecía de más hijos varones.
Para asegurar la sucesión, Alfonso eligió entonces a Urraca (la que sería conocida como Urraca I de León), pero decidió casarla con su rival y famoso guerrero Alfonso I de Aragón en el otoño del 1108.
Parte de la nobleza y del clero sugirió que la infanta desposase al principal de los nobles castellanos, Gómez González, conde de Lara, pero el rey se opuso firmemente y escogió al rey aragonés. Craso error como se demostraría mas tarde.
Aunque el matrimonio se celebró a finales del año siguiente, no condujo a la esperada estabilidad, sino a una larga guerra civil que se prolongó ocho años. El matrimonio resultó estéril y, tras la muerte de Alfonso, la mayoría de la nobleza y de los obispos del reino rehusaron someterse al Batallador.
.
La muerte, su voluntad y el enterramiento
Tras pasar Alfonso el invierno probablemente en Sahagún, marchó a finales de mayo del 1109 o poco después a Toledo, para aprestarse a defender la frontera sur del Reino de la esperada acometida almorávide consecuencia del descalabro de la batalla de Uclés.
Alfonso VI fallece en la ciudad de Toledo el día 1 de julio de 1109. El rey había acudido a la ciudad a tratar de defenderla de un inminente asalto almorávide y a proclamar Urraca como su heredera en la ciudad del Tajo. Su muerte acaeció tras la proclamación de Urraca y desbarató los planes militares.
Su cadáver fue conducido a la localidad leonesa de Sahagún, siendo sepultado en el Monasterio Real de San Benito, por su expreso deseo, a finales de julio o principios de agosto, cumpliéndose así la voluntad del monarca.
El sepulcro primitivo
Los restos mortales del rey fueron depositados en un sepulcro de piedra, que fue colocado a los pies de la iglesia del monasterio de San Benito, hasta que, durante el reinado de Sancho IV (el de la corona de Amancio), pareciéndole indecoroso a este rey que su predecesor estuviese sepultado a los pies del templo, ordenó trasladar el sepulcro al interior del templo, y colocarlo en el crucero de la iglesia, donde se hallaba el sepulcro que contenía los restos de Beatriz Fadrique, hija del infante Fadrique de Castilla, quien había sido ejecutado por orden de su hermano, Alfonso X de Castilla, en 1277.
El sepulcro que contuvo los restos del rey, desaparecido en la actualidad, se sustentaba sobre leones de alabastro, y era un arca grande de mármol blanco, de ocho pies de largo y cuatro de ancho y alto, siendo la tapa que lo cubría lisa y de pizarra negra, y estando cubierto el sepulcro de ordinario por un tapiz de seda, tejido en Flandes, en el que aparecía el rey coronado y armado, hallándose en los lados la representación de las armas de León y de Castilla, y en la parte de la cabecera del sepulcro un crucifijo.
Destrucción del sepulcro
El sepulcro que contenía los restos de Alfonso VI fue destruido en 1810, durante el incendio que sufrió el monasterio de San Benito. Los restos mortales del rey y los de varias de sus esposas, fueron recogidos y conservados en la cámara abacial hasta el año 1821, en que fueron expulsados los religiosos del monasterio, siendo entonces depositados por el abad Ramón Alegrías en una caja, que fue colocada en el muro meridional de la capilla del Crucifijo, hasta que, en enero de 1835, los restos fueron recogidos de nuevo e introducidos en otra caja, siendo llevados al archivo, donde se hallaban en esos momentos los despojos de las esposas del soberano.
El propósito era colocar todos los restos reales en un nuevo santuario que se estaba construyendo entonces. No obstante, cuando el monasterio de San Benito fue desamortizado en 1835, los religiosos entregaron las dos cajas con los restos reales a un pariente de un religioso, que las ocultó, hasta que en el año 1902 fueron halladas por el catedrático del Instituto de Zamora Rodrigo Fernández Núñez.
Hasta la realización del nuevo sepulcro, los restos mortales de Alfonso VI el Bravo reposaban en el monasterio de las monjas benedictinas de Sahagún, situado al lado del de San Benito, a los pies del templo, en un arca de piedra lisa y con cubierta de mármol moderna, mientras que en un sepulcro cercano, igualmente liso, yacían los restos de varias de las esposas del rey.
.
Miembros de la realeza que recibieron sepultura en el Monasterio Real de San Benito de Sahagún
- 1: Alfonso VI Rey de León
- 2: Inés de Aquitania (1059-1078), primera esposa de Alfonso VI de León.
- 3: Constanza de Borgoña (1046-1093), segunda esposa de Alfonso VI.
- 4: Berta (m. 1100), tercera esposa de Alfonso VI.
- 5: Zaida, cuarta esposa de Alfonso VI y madre del infante Sancho Alfónsez.
- 6: Isabel, hija de Luis VI de Francia, quinta esposa de Alfonso VI .
- 7: Constanza de Portugal (1290-1313). Hija de Dionisio I de Portugal, esposa de Fernando IV de Castilla y de León y madre de Alfonso XI de Castilla y de León.
- 8: Sancho Alfónsez (1093-1108), hijo del rey Alfonso VI y de la reina Zaida, falleció en la Batalla de Uclés.
- 9: Elvira de Castilla (1081/1082 – d. 1156), hija de Alfonso VI y de la dama Jimena Muñoz.
- 10: Beatriz Fadrique (1242-1277), hija del infante Fadrique de Castilla y nieta de Fernando III, rey de Castilla y de León.
- 11: Cuatro infantes anónimos, hijos del rey Alfonso VI y de la reina Constanza de Borgoña.
- .
.
El desaguisado
La descripción de la corona. Amancio González niega la mayor. “Mire vuestra merced, que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento”.
El autor del sepulcro se enroca como se indica al comienzo de este artículo. “Lamentablemente no son castillos. Como se puede apreciar en la foto de la corona de Sancho IV, salvo algunos añadidos es en esencia una corona real netamente de estilo románico lo que nos puede dar una idea de cómo eran las coronas reales en aquella época”
Pues bien, con motivo de la exposición realizada en el Museo Arqueológico Nacional «El poder del pasado. 150 años de arqueología en España» celebrada del 2 de octubre de 2017 al 1 de abril de 2018 para conmemorar los 150 años de la creación de este museo describía esta pieza de la siguiente forma «La corona es sencilla, muy bonita y está compuesta por ocho placas articuladas y flexibles, donde se alternan piedras preciosas, cuatro zafiros y cuatro camafeos, con ágatas, mientras que en cada placa se erige un castillo de tres torres para destacar el reino de Castilla», según explicó a la agencia Efe en una entrevista el responsable de Patrimonio de la Catedral Primada de Toledo (lugar en el que se custodia esta corona), Juan Pedro Sánchez.
Abundando en lo expuesto en el trabajo “La llamada corona de Sancho IV y los emblemas de poder real” de Isidro G. Bango Torviso catedrático de arte antiguo y medieval de la Universidad Autónoma de Madrid y publicado por el Instituto de Estudios alfonsíes afirma lo que literalmente se transcribe “La corona consta de ocho placas o eslabones rectangulares bordeados por una sencilla moldura fileteada. Cada eslabón se corona por un castillo. El conjunto de placa y castillo forman una sola pieza fundida y repasada con cincel de manera muy superficial y grosera. Este descuido técnico habla por sí solo de la baja calidad de la pieza. Los problemas pasan al concretar el material, mientras que para algunos es de plata (Relanzón), otros la consideran de plata sobredorada y por último simplemente latón fundido y dorado”.
Y añade “Al tratar del posible significado de la corona, el aspecto del castillo ha dado lugar a una interpretación curiosa, a la que ya hemos aludido. Que yo sepa ha sido Relanzón el primero en ver en estas fortalezas la imagen de una catedral. Álvaro Soler ha ido más lejos y considera que en realidad es la fachada de una “catedral gótica, rematada en torres almenadas que dan paso a un cuerpo inferior diferente del adarve de los castillos del emblema contemporáneo. En la puerta central se aprecia claramente un crucifijo con el sudario de Cristo enrollado sobre el madero trasversal, evocación inequívoca de un edificio religioso”.
Y sentencia “En todo caso es indiscutible que se trata de un castillo y, lo que es más importante, de una fundición mala y peor repasada después de salir del molde. Por su factura técnica la calificaríamos de una obra de orfebrería menor. El chapado que cubría el conjunto se ha perdido prácticamente en su totalidad, dejando ver el rojo cobre de un latón con muy poca aleación de cinc. Cuatro zafiros y cuatro camafeos, dispuestos uno a uno alternadamente en cada uno de los eslabones completan el conjunto. Los cuatro zafiros son grandes: dos de ellos, sin tallar, y los otros dos, con una talla octogonal muy tosca. Todos van encapsulados en unas cajitas con cordoncillo granulado periférico, que a su vez se fijan al eslabón con dos remaches”.
La Tribuna de Toledo de 13 de agosto 2020 se hace eco de la polémica de esta corona y tampoco deja lugar a dudas “La plataforma Comunidad Leonesa ha criticado duramente que el escultor Amancio González Andrés se haya servido de este símbolo castellano del siglo XIII para rendir homenaje, precisamente, a Alfonso VI, un monarca leonés dos siglos anterior y cuyos restos reposan en el monasterio de San Benito de Sahagún. González, un escultor muy conocido en León, reprodujo esta corona -formada por ocho frentes, cada uno de ellos rematado por un castillo de tres torres- sobre las sienes del rey sin ser consciente de las críticas que acabaría desatando, las cuales han llevado al Ayuntamiento de Sahagún, incluso, a plantearse la modificación del monumento funerario”
.
La corona real leonesa
No debería ir muy lejos para documentarse el autor de este sepulcro. En el Libro de las estampas, conocido también como Libro de los testamentos de los reyes de León, códice medieval de finales del siglo XII o principios del siglo XIII conservado en el Archivo de la catedral de León y que recibe su nombre por contener retratos de varios reyes de León y la condesa Sancha, figuras nobiliarias que contribuyeron con sus donaciones a la construcción de la Catedral de León puede observarse que la corona que ciñen los retratos de siete reyes de León, entre ellos el de Alfonso VI, es la tradicional de cuatro florones.
Sin ir tan lejos si el autor hubiera consultado en la Wikipedia vería que la primera imagen que sale de Alfonso VI es la miniatura del Tumbo A de la Catedral de Santiago de Compostela (El «Tumbo A» es uno de los cinco cartularios medievales que conserva esta Catedral de Santiago) y que ciñe la corona real leonesa de… cuatro florones.
Abundando más si buscara el anteriormente citado Chronicon regum legionensium del Obispo Pelayo custodiado en la Biblioteca Nacional de España, verá que la miniatura del manuscrito de 1513 en la que representa una escena con Alfonso VI, sale con una corona de… cuatro florones
Si fuera al Ayuntamiento de León, lugar donde se encuentra la colección de retratos de reyes, realizados por José Rodríguez de Losada, copista que fuera del Museo del Prado, vería que nuestro Alfonso VI aparece machaconamente con una corona de cuatro florones.
Y lo mismo pasa con el retrato de Alfonso VI de Ramón Cortés que se encuentra en el Museo del Prado, que aparece ceñido con una corona real antigua de 6 florones. Y lo mismo ocurre con la estatua ecuestre de Alfonso VI ubicada en la rotonda del lucero de Toledo o la de Alfonso VI en Ponferrada o sin ir más lejos al esfinge del Alfonso VI que se encuentra ubicada en el centro geográfico del Camino de Santiago en la cercana Ermita de la Virgen del Puente, que por cierto las placas con las inscripciones se encuentran totalmente deterioradas.
Cambiar la corona al Rey
Cambiarle ya la corona a la escultura del Rey Alfonso debe ser una prioridad absoluta, por ser un insulto no solo a los leoneses sino al propio Alfonso VI. Pero también debería grabarse en los sepulcros, tanto las armas del Rey y/o del Reino, así como el nombre de los finados, al estilo de los sepulcros medievales. Pero desde luego con el asesoramiento de la Universidad Leonesa.
La iniciativa del Ayuntamiento de Sahagún de dignificar el conjunto funerario es simplemente digna de admiración, por ello debería empezar a trabajar en una segunda fase del sepulcro, en que cada Reina tenga su sepulcro, simplemente por dignidad hacia estas 4 mujeres, que forman parte de nuestra historia. El que en su día se recogieran sus restos y se depositaran todos juntos en una caja de madera por el motivo de la destrucción del monasterio, no quiere decir que así fueran sepultadas. De hecho, podría aprovecharse el viejo sepulcro del Rey Alfonso VI para depositar los escasísimos restos de su heredero. Pero para ello sería imprescindible contar con el asesoramiento de la Universidad de León para evitar nuevos errores.
Trabajar para conseguir dignificar los impresionantes restos del Monasterio, intentando agilizar las excavaciones arqueológicas proyectadas tanto para descubrir nuevos enterramientos regios como para poner en valor las ruinas del propio monasterio. Tenemos constancia de que el ayuntamiento de Sahagún está muy comprometido con la puesta en valor del monasterio y va a trabajar de forma constante para que por fin se pueda mostrar al mundo su espectacular patrimonio.
Una de las conclusiones del estudio sobre el Monasterio de San Benito de Sahagún desde una Perspectiva Arqueológica realizado por la empresa Cronos, presentado el pasado 7 de marzo de 2020 por Carmen Alonso, Doctora en Arqueología y Prehistoria y autora del proyecto, junto a su compañero Javier Jiménez Echevarría, es la necesidad de realizar una campaña arqueológica con una excavación sistemática que ponga al descubierto el conjunto arquitectónico. Un trabajo para el que la Junta de Castilla y León se ha comprometido a realizar una campaña de prospección con georradar para averiguar cuánto se conserva del monasterio en el subsuelo y valorar sus dimensiones.
Pero algo que se antoja imprescindible y que debería ser inmediato sería eliminar la carretera y el tráfico que pasa por el Arco de San Benito y la peatonalización del entorno del Monasterio suprimiendo los aparcamientos.
Ello, desde luego añadiría un nuevo atractivo turístico que sumar al importante legado monumental y artístico que tiene la leonesa Villa de Sahagún.
.
Bibliografía y documentación
- Informe de autenticidad-de-los-restos-mortales-de-alfonso-vi-y-sus-cuatro-mujeres–ins-constanza-zayda-y-berta-0
- La llamada corona de Sancho IV y los emblemas de poder real
- https://www.efe.com/efe/espana/cultura/la-corona-del-rey-sancho-iv-brillara-en-los-150-anos-de-museo-arqueologico-nacional/10005-3356574
- https://www.canalpatrimonio.com
- http://www.man.es/man/gl/exposicion/exposiciones-temporales/historico/2011-2020/2018/poder-del-pasado