El hecho de la conquista de Toledo supone, que, por primera vez, en el periodo que se conoce como la Reconquista, un reino cristiano se hace con el dominio de una gran ciudad y además se trataba de Toledo, “la imperial Toledo”, que había representado, desde siempre, el sueño de los reinos cristianos del Norte
Nos trasladamos esta vez hasta el año 1085, en concreto al 6 de mayo, fecha en la que entró triunfante en Toledo nuestro rey/emperador Alfonso VI, uno de los hechos más importantes de toda la Edad Media hispana. Y tuvo que ser también el Reino de León, hoy tan olvidado, el que lo llevara a cabo.
Refresquemos conocimientos para mayor aclaración de lo sucedido. Alfonso es hijo de Sancha I de León y Fernando, conde de Castilla y rey consorte de León a quien la historia le reconoce como el Magno.
La desgraciada ocurrencia de este rey, en su testamento, y contradiciendo la costumbre leonesa, hace que el reino se divida entre sus hijos varones Sancho, Alfonso y García, reservando para sus hijas las ciudades de Zamora y Toro, además del Infantazgo o infantado.
Descartado muy pronto García (que terminará sus días en la torre de Luna, cargado de cadenas), la guerra se plantea entre los otros dos hermanos.
Tras algunas refriegas (Llantada, 19 de julio de 1068), en las que no quedaba muy claro quién había resultado el vencedor, se llega a la batalla de Golpejera,11 de enero de 1072. En el primer enfrentamiento vencieron claramente los leoneses y Alfonso da órdenes de que no se ataque a los castellanos que huyen en la noche y en desbandada, entendiéndose que suya ha sido la victoria. Regía una norma, quizá no escrita, que era no dar muerte a cristianos, especialmente cuando abandonaban el combate y huían, entendiendo, con ello, que daban por perdida la batalla.
Sin embargo, al parecer, por consejo del Cid, el ejército castellano vuelve grupas y, al amanecer, ataca a los leoneses que no se esperaban esta decisión. Alfonso es hecho prisionero, paseado por Castilla y enviado el destierro en Toledo junto a su fiel Pedro Ansúrez. Ambos, según se dice, aprovecharon esta circunstancia para estudiar los sistemas defensivos de la ciudad, algo que sería de gran valor para el próximo futuro.
Mas la muerte de Sancho, ante los muros de Zamora, supondrá la vuelta de Alfonso y la reunificación de los territorios de sus padres Sancha y Fernando. Castilla, pues, había sido un reino únicamente durante 7 años.
Mas, ¿por qué hablamos de la importancia de esta acción de conquista?
El hecho de la conquista de Toledo supone, que, por primera vez, en el periodo que se conoce como la Reconquista, un reino cristiano se hace con el dominio de una gran ciudad y además se trataba de Toledo, “la imperial Toledo”, que había representado, desde siempre, el sueño de los reinos cristianos del Norte; más bien, y por ser realista, el de la monarquía que surge en el Reino de Oviedo y que se continúa en el de León. Como capital del reino visigodo, o por mejor decir de los hispano-romano-visigodos, representaba el culmen de los deseos de reconstruir la patria hispana bajo un solo rey y una sola religión, como había, finalmente ocurrido, especialmente a partir de los concilios cuarto y quinto de Toledo, en los que la influencia de San Isidoro fue palmaria.
Aquel reino visigodo que se extendió desde el 507 al 711, año en el que se produjo la invasión musulmana de la península, era el espejo en el pretendía mirarse y apoyar su legitimidad de reconquista de la península ibérica la monarquía asturleonesa.
Ha habido siempre una duda entre los historiadores de si el sueño comienza ya con Pelayo, surge en la época de Alfonso II el Casto o nace en el reinado de Alfonso III el Magno. No es el caso ahora de ocuparnos de estos extremos, pero sí señalar que, lo que más tarde se denominará goticismo o neo-goticismo es una doctrina que hacen suya los diferentes reyes de León
Es perfectamente asumible que este goticismo se viera incrementado con la llegada en tromba de aquellos cristianos, los mozárabes, que huían del Sur hacia elReino de León (en la toponimia de muchos de nuestros pueblos podemos aún constatarlo) y que una de las pruebas más palpables de dicha política sea la llegada a la urbe regia, en diciembre de 1063, de las reliquias del santo obispo sevillano Isidoro que se convertirá en el patrono del reino.
Por cuanto antecede, puede colegirse, entonces, que la toma de Toledo fuera celebrada, no solo en el Reino de León, sino incluso en todos los otros reinos europeos y hasta en la misma Roma con su papa Urbano II a la cabeza; sí, el mismo que convocó la primera cruzada, lo que hay que recordar para hacerse cargo de los ideales que movían a la sociedad en aquellos momentos.
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¿Y cuáles fueron las circunstancias que dieron lugar a esta conquista tan significativa y, para algunos, tan atípica?
Ya hemos sugerido que el rey Alfonso conocía perfectamente las defensas de la ciudad (que, por otro lado, no necesitó recurrir a ello) y a esta circunstancia vinieron a sumarse otras, perfectamente planificadas por el mismo y sus consejeros. Veamos.
Como se recuerda, después de la caída del Califato de Córdoba, habían surgido toda una serie de reyezuelos en el sur musulmán que, por separado, eran fácilmente conquistables. Incluso, para no ser atacados, venían pagando fuertes impuestos al Reino de León que, además, y lo que también es importante, podía intervenir en sus asuntos y apoyar, a su conveniencia, a los unos contra los otros.
De otro lado, se trataba de consolidar definitivamente la salvaguarda de la frontera de lo que se denominó la Extremadura del Duero, avanzando, repoblando y fortaleciendo la línea del Tajo que pasaría a representar la vanguardia del Reino.
El panorama que nos encontramos, entonces, en la década de los 70 del año 1000 es el siguiente: Alfonso acaba de finalizar con éxito su enfrentamiento con Roma a cuenta de la supresión del rito mozárabe, del influjo del monje Roberto de Cluny y del de su amante francesa que había llegado, curiosamente, en el séquito de su segunda esposa, Constanza de Borgoña y que había solicitado ayuda a su primo el Abad Hugo de Cluny. La situación de Alfonso es tal que, hasta el papa, en este momento, Gregorio VII, le comunica que “Cristo le ha concedido honor y gloria sobre todos los reyes de Hispania”, reconociendo claramente la supremacía del Reino de León y del rey/emperador Alfonso VI. Ello hace que, a partir de 1077, nuestro rey adopte el título de “Emperador de toda España”.
Y como tal rey/emperador va a influir en los asuntos de sus protegidos (musulmanes y cristianos), sin perder de vista el objetivo principal: la conquista de la imperial Toledo. Para ello establece una política de aumento de las parias, de manera que los reinos del Sur vean disminuidas sus haciendas al tiempo que León ve aumentadas las suyas. Esto hace, por ejemplo, que el rey de Granada se niegue a realizar el pago correspondiente, lo que aprovecha Alfonso para atacarle, eso sí, con la ayuda de sus socios entre los que se encuentra el rey de Toledo y amigo Al-Mamún.
Semejante estrategia fue utilizada contra el rey de Sevilla por el retraso en el pago de los impuestos y su baja implicación en la conquista de Córdoba, ciudad que venía ambicionando el rey de Toledo como antigua sede del califato. De resultas de todos estos hechos, el reino de Toledo se había convertido en el más importante del Sur puesto que se había anexionado, como decimos, los reinos de Córdoba y Valencia. Sin embargo, la situación sufre un enorme cambio cuando Al Mamúnes envenenado en Córdoba, en junio de 1075,por una facción de sus enemigos, de los que no carecía, o por inspiracióndel rey de Sevilla con el que le unía una gran enemistad.
Córdoba es, entonces, ocupada por el rey de la Taifa de Sevilla que sitúa, como gobernador, a su hijo Abu Nasr al-Fath al-Ma’mun, el que se casará con Zaida, futura esposa de Alfonso VI, mientras que el nieto de Al-Mamún, Al-Qádir, sucederá a su abuelo en Toledo.
Sin embargo, Al-Qádir no tenía las dotes de mando de su abuelo y pronto comenzaron los enfrentamientos entre las diversas facciones dentro de Toledo, algunas de ellas, según se afirma, propiciadas por el propio Alfonso, que, a cambio de protección, seguía aumentando los impuestos que Toledo debía pagarle. Así se conseguía aumentar la espiral del descontento que llegó a su punto más álgido con el ataque directo del rey de Sevilla que contaba con el apoyo de Córdoba y Badajoz.
Alfonso decide entonces atacar Coria con lo que amenaza directamente al reino de Badajoz sin, por ello, renunciar a su política calculada de sembrar la discordia en la ciudad de Toledo y manteniendo una presión constante sobre las tierras circundantes. Así, sin peligro alguno para sus tropas, consigue que la misma se rinda aquel 6 de mayo, fecha en la que los leoneses entran triunfantes en la capital de los visigodos. Se firman entonces las condiciones de capitulación que siempre se han juzgado generosas pues respetaban las vidas y haciendas de los moradores de Toledo que incluso tendrían una merma en los tributos que últimamente pagaban. Se fijaron asimismo las condiciones de uso de determinadas mezquitas, incluyendo la Mezquita Mayor que, posteriormente, será causa de disturbios.
El rey leonés (insistamos una vez más sobre este adjetivo, puesto que muchos le siguen calificándole de castellano) reclamará para sí el alcázar real y los jardines y mansiones de la Huerta del Rey, antigua residencia de Al-Mamún. A partir de ese momento, Alfonso sumará a sus títulos el de Imperator Toletanus y el joven Al-Qádir se hará cargo del gobierno del Reino de Valencia, protegido por Alfonso.
Hemos de decir que, a pesar de las buenas intenciones del rey leonés, firmadas en las capitulaciones, se encontró con un grave problema en su salida de la ciudad. Un mozárabe llamado Sisnando había quedado como gobernador de la misma consiguiendo que, entre sus habitantes reinara la paz, pero los franceses que habían acompañado a la reina Constanza, segunda esposa de Alfonso, no toleraban este estado de cosas y de convivencia pacífica entre cristianos y musulmanes. A ellos se sumó el antiguo abad de Sahagún, Bernardo, ya nombrado obispo de Toledo. La chispa que prendió la hoguera fue la ocupación de la Mezquita Mayor, en la que el citado obispo ordenó colocar altares cristianos con el consiguiente descontento de los musulmanes.
A los pocos días, se presentó en Toledo el propio Alfonso, pero ya la convivencia había comenzado a tornarse difícil y muchos de los musulmanes que se habían quedado en Toledo decidieron marcharse, con lo que la ciudad entró en un declive económico que fue, en parte, resuelto por nuevos pobladores cristianos del norte.
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Debemos señalar, asimismo, que la conquista de Toledo, a la que algunos consideraban poco menos que inexpugnable, en la misma medida que aumentó la moral en las tropas leonesas, significó, para los musulmanes, un golpe terrible en su ánimo. Ello será la consecuencia directa de la llamada, por parte del rey de Sevilla, a sus hermanos de religión, los almorávides, que supusieron un innegable retroceso para los planes del que se intitularía Rey de Toledo y León, Emperador de toda España, Rey de España, etc., pero nunca rey de Castilla. Sin embargo, aún seguimos leyendo, tanto en artículos o libros de divulgación, como en otros que se presentan como de investigación Alfonso VI de Castilla, rey de Castilla, el castellano o las tropas castellanas.
A pesar de todo, debemos seguir insistiendo en un hecho claro, la conquista de Toledo se debe a los guerreros leoneses conducidos por nobles como Pedro Ansúrez y, posteriormente, durante la repoblación de la propia ciudad, Alfonso impondrá, de manera mayoritaria las leyes leonesas y la propia organización del Reino de León. Es, por ello, del todo punto inexacto y hasta un claro deseo de manipulación, seguir insistiendo en la “castellanización de Toledo”, puesto que las leyes aplicadas a los castellanos repobladores, lo mismo que a los franceses, no fueron dirigidas más que a ellos.
Lo que se impone como ley mayoritaria, tanto para los leoneses como para los mozárabes, el grupo más numeroso,es el Fuero Juzgo, LiberJudiciorum o Libro de los Jueces de Leóno, posteriormente, Ley de Toledo, que regía en todos los territorios o países, según el actual vocabulario, de la corona de León. Y esta situación aún puede rastrearse hasta en determinados documentos del siglo XV, casi cuatro siglos después de los hechos que relatamos.
Hasta D. Ramón Menéndez Pidal localizó, en amplios territorios manchegos, o lo que se denominó durante mucho tiempo el Reino de Toledo, palabras y giros absolutamente leoneses, llevados allí por los repobladores de esas zonas y procedentes de las tierras de León.
En resumen, que, con esta y otras actuaciones, podemos afirmar, sin ambages, que Alfonso VI, incluso en contra de la opinión de algunos historiadores (cada vez menos) es uno de los reyes más importantes de la nómina de los soberanos del Reino de León, incluso de nuestra común historia. La conquista de Toledo y la repoblación de todos esos territorios conquistados o asegurados son ejemplos claros de que sus decisiones estaban marcadas por una determinada manera de gobernar en la que primaba la lógica y el respeto, como había ocurrido siempre en el Reino de León.
Es más, la figura del antihéroe que han pretendido hacer con él, a cuenta de aquel Cid (“qué buen vasallo si hobiese buen señor”) que se canta, por ejemplo, en el libro de 1929, La España del Cid, no deja de ser ya una absoluta mentira, una manipulación en beneficio siempre de Castilla. Los historiadores de los últimos años ya no dan por buena ni siquiera la famosa Jura de Santa Gadea ni las explicaciones de los destierros de D. Rodrigo Díaz de Vivar; simplemente un bulo bien contado, bien cantado y mejor publicitado.
- Textos: Hermenegildo López González
- Fotografías: Martínezld