Versión clásica

La Batalla de Atapuerca, 1 de septiembre de 1054

En el lugar en el que murió García III, se colocó, al parecer a instancias del propio Fernando, una enorme piedra, de unos dos metros y medio de alto, que se denomina Fin de Rey

batalla de atapuerca

Representación histórica de la Batalla de Atapuerca. Fotografía: Asociación «Amigos de Atapuerca»

El mes de septiembre, fue muy prolífico en batallas para el Reino de León; y algunas de la máxima importancia, como la ocurrida en Tamarón, en los alrededores del 4 de septiembre de 1037, que trajo como consecuencia la muerte de nuestro rey Vermudo III y la aparición, en el Reino, de la dinastía navarra.

En este caso vamos a ocuparnos de la acontecida en 1054 y, jugarretas del destino, el día 1 del mismo mes (septiembre) que la nombrada anteriormente y casi con los mismos protagonistas; estamos aludiendo a la Batalla de Atapuerca entre dos hermanos, reyes, uno de León (Fernando I) y otro de Pamplona (García III), el sexto de la llamada dinastía de los “Jimenos” o, más propiamente, de los “Sanchos”.

¿Y cómo se llegó a esta situación de enfrentamiento entre hermanos, considerando que ambos eran ya reyes y además habían colaborado en otras situaciones y hasta enfrentamientos con el rey de León? Expliquemos, entonces, el pasado que siempre aporta las claves para la respuesta a nuestras preguntas.

Ambos eran hijos de Sancho III Garcés “el Mayor”, que, ante la debilidad del Reino de León (enfrentamientos entre hermanos por la sucesión a partir de la muerte de Ramiro II) y sus notorios afanes de expansionismo, había violentado sus fronteras, llegando a intitularse rey de León. Su deseo de convertirse en el rey cristiano más importante le llevó entonces hasta la urbe regia leonesa no sin antes haber intervenido en los asuntos legionenses a través de terceros, fundamentalmente de los condes castellanos, siempre deseosos de librarse del yugo del Reino de León al que tachaban de inmovilista, a pesar, incluso de una evidencia: el Fuero de León (1017 – 1020)de Alfonso V, Fuero que sería copiado más de 200 veces por otras tantas ciudades y villas.

bermudo III de León

Bermudo III de León. Colección de cuadros de los Reyes de León. Fotografía: Martínezld

En aquel momento, el rey de León, Vermudo III, había llegado al trono apenas con 11 años, tras la desgraciada muerte de su padre en el sitio de Viseu, mientras inspeccionaba las murallas de dicha ciudad. Para mayor abundamiento la hermana de este Sancho Garcés, Urraca de Navarra, segunda esposa de Alfonso V, ejercía como tutora del jovencísimo rey. Todo parecía confabularse para favorecer los intereses de Sancho III Garcés. Solo quedaba una ficha en el tablero que aún no cuadraba en el diseño que este pretendía trazar. El infante García, bisnieto de Fernán González, gobernaba en el Condado de Castilla, que se había ido haciendo más y más poderoso, también a expensas de León, bajo el padrinazgo de su cuñado, el propio rey de Pamplona. A este respecto no conviene olvidar que la mayor parte del tiempo del gobierno de este último conde castellano, ocurrió durante su minoría de edad; pero también, insistimos, que gozaba de la protección de dicho rey, como decimos, aspiraba a controlar, directamente, la mayor parte de la tierra conquistada a los musulmanes.

Por su parte, en el deseo de terminar con los problemas fronterizos y ante la amenaza clara del Reino de Pamplona, Vermudo, que ha conseguido, por fin, el apoyo, fundamentalmente de los nobles gallegos, y ha ganado en autoridad ante sus súbditos, expulsando, incluso, del Reino, a su madrastra, decide apoyar la boda de su hermana Sancha con el conde de Castilla, García Sánchez. A priori, terminarían entonces, no solo los problemas de los denominados Campos Góticos (siempre en disputa) puesto que serían entregados, como dote, a la joven Sancha de León, sino que, de ese modo, se buscaría un sincero apoyo de los castellanos contra los navarros.

Se produce, entonces, el nunca bien explicado asesinato del infante García, ante las puertas de la Iglesia de san Juan (en el futuro, san Isidoro) y Sancho Garcés ve despejado el Camino para su expansión hacia las tierras del condado anteriormente perteneciente al joven conde. Reclama, pues, el mismo, dado que su esposa Muniadonna, como hemos sugerido,es hermana del conde asesinado, y, de inmediato, se las cede a su hijo segundo Fernando que terminará casándose con Sancha a la que ya denominaban “la novia viuda”.

Fallecido Vermudo III, en la citada batalla de Tamarón, en la que García III apoya con su ejército a Fernando, su hermano, tenemos a este convertido en rey de León, como consecuencia de su matrimonio con la heredera Sancha.

Los problemas no acaban ahí; lo que se ha construido sobre la sangre parece tener cierta tendencia a necesitar más sangre derramada sobre el altar de la historia. Y así nos encontramos en la situación que pretendíamos explicar al principio.

El Reino de Pamplona no parece ser consciente de que su hegemonía ha terminado y de que, ni leoneses ni castellanos están dispuestos a mantenerse en el papel secundario que les había atribuido Sancho el Mayor. No es fácil conjugar, entonces, la obligación de actuar como rey, con atribuciones sobre una parte del Condado de Castilla, territorio reclamado por Fernando, como ocurría en el caso de García III; incluso su hermano, como conde heredero del mismo, pero, al propio tiempo, como rey de León, no podía permitirlo… y pasó a reclamar los territorios que, en algún momento, se habían denominado la “Castilla Vieja” (Castella Vetula) y que algunos entienden como pago por la ayuda prestada a su hermano en la Batalla de Tamarón, algo que no entendía así Fernando. A considerar también otros territorios en litigio que pertenecían a la dote de Sancha, como se ha explicado más arriba.

batalla de atapuerca

Representación histórica de la Batalla de Atapuerca. Fotografía: Asociación «Amigos de Atapuerca

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Representación histórica de la Batalla de Atapuerca. Fotografía: Asociación «Amigos de Atapuerca

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Representación histórica de la Batalla de Atapuerca. Fotografía: Asociación «Amigos de Atapuerca

Lo que, en un principio, pareciera “un reparto amigable del condado de Castilla” se va a convertir en un problema insoluble, especialmente en el contexto de la política que sigue Pamplona. Hemos de señalar, a este respecto, que dicho reino parecía haber abandonado la idea de expansión de sus territorios hacia el sur, en lucha contra los musulmanes, y así, durante casi 40 años las fronteras del mismo permanecerían inalterables. Se consideraba, incluso, más productivo, intervenir en los asuntos de los demás, apoyando ora a los unos ora a los otros y cobrando siempre las parias correspondientes; un caso paradigmático sería,en ese sentido,la injerencia del rey García en los asuntos zaragozanos, a la muerte de Sulaymān al-Mustaīn (1046), prestando su apoyo a Yūsuf al-Muẓaffar, gobernador de Lérida, opuesto a su hermano Aḥmad al-Muqtadir. Este tipo de política no era, ni siquiera, del agrado de sus súbditos, y muy especialmente de los nobles, acostumbrados a encontrar en la guerra contra los sarracenos, unas innegables ganancias, tanto en dinero como en territorio.

Así las cosas, y ante las diferencias de enfoque que se daban en el Reino de León, y las reclamaciones del mismo, se llegó al momento en el que el enfrentamiento entre ambos reinos, y en aquel contexto, se hizo inevitable; bien a pesar de que García había intentado resolver alguno de los problemas surgidos vinculando determinados territorios a la dote de su esposa Estefanía y reorganizando la zona desde el punto de vista eclesiástico. Ello no suponía, sin embargo, un arreglo definitivo puesto que, de otro lado, los tenentes de dichos territorios fueron escogidos entre los nobles pamploneses, algo que vino a crispar aún más a los anteriores dignatarios que, para mayor abundamiento, apoyaban a Fernando.

De nada había servido tampoco el hecho de que ambos hermanos se hubieran entrevistado más de una vez; por ejemplo, en la dotación del monasterio de San Julián de Sojuela o en el de Santa María de Nájera (12 de diciembre de 1052); la situación parecía abocada a una solución definitiva y en la que uno de los dos cediera en su real o supuesto derecho.

El chispazo definitivo que vendría a encender la mecha de la guerra ha sido interpretado de diferentes formas, atendiendo, como siempre, a los intereses de las partes. Para unos el origen se encuentra en una visita de Fernando a su hermano, cuando este se encontraba enfermo y, al parecer, no fue bien recibido; incluso intentaron hacerle prisionero. Posteriormente, y una vez repuesto, García tratará de reconciliarse con Fernando rindiéndole, a su vez, visita, mas este le encerró en un castillo de su propiedad en la zona del río Cea. Liberado García por sus partidarios, declarará la guerra formalmente a su hermano. Esta sería la versión del Silense.

Otros argumentan, por el contrario, que el enfrentamiento vino propiciado por la traición de uno de los nobles castellanos al que García habría ofendido… pero, en esta situación, según comentamos anteriormente, deberían encontrarse algunos más. Y, como siempre, no falta el agravio de una doncella, forzada por el rey García que debía entender suposición como la del propietario de vidas y haciendas; carácter, por lo que se dice, no le faltaba.

Fernando I y Sancha de León

Fernando I y Sancha de León. Colección de cuadros de los Reyes de León. Ayuntamiento de Valencia de Don Juan. Fotografía: Martínezld

El episodio de la doncella, por más señas hija del ayo del rey, Fortún Sánchez,es algo que, como diría el clásico, «se non è vero, è ben trovato»(que, por cierto, no fue verdad, ya que Fortún perdió la vida al lado de su rey). Embellece la historia, al gusto, y sirve también como fondo para alguna de las tan comunes “novelas históricas” que, a la hora de buscar información, apenas han superado la lectura de la Enciclopedia de Álvarez, segundo grado.

Pero eso ya no nos produce ni siquiera sorpresa o indignación; en esta era de la comunicación global, con todos los medios al alcance de quien quisiera informarse verazmente, todavía encontramos infinidad de referencias, incluso de la Real Academia de la Historia, en la que se sigue denominando al rey Fernando como “primer rey de Castilla”; al ejército leonés, el “ejército castellano” y a los súbditos del reino de León, “castellanoleoneses”. ¿Hace falta registrar mayor indignidad? ¿Alguna de las tan manidas regiones o comunidades autónomas aceptarían semejantes calificativos? Faltos de organismo oficial que defienda nuestra historia, a veces, no queda más que el recurso al pataleo o el de intentar, con nuestros escasos medios, contrarrestar este torrente de manipulación ¿interesada? que nos engulle y que hemos ya calificado de sistemática “damnatiomemoriae” contra el Reino de León. No nos preguntemos por qué…

La solución final llegó, como decimos, el día 1 de septiembre del año 1054. En las llanuras del valle de Atapuerca donde han hallado la presencia de unos ancestros de hace varios cientos de miles de años y donde, a no dudar, se habrían dado otras tantas luchas, se enfrentaron el ejército leonés de Fernando I y el que comandaba García III, en el que se encontraban, no solo pamploneses, sino elementos aragoneses, encabezados por su medio hermano Ramiro, y con el apoyo de algunos gobernadores musulmanes adictos al rey de Pamplona.

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Cada año se recrea la Batalla de Atapuerca en esta localidad burgalesa

La fortaleza y pericia del ejército leonés, que ya había sido probada en batallas tan importantes como Castromoros o, incluso, Simancas, se impuso, sin mayores problemas, al enemigo y, como añadido, García perdió la vida en la batalla. Aquí también encontramos su punto, casi necesario ya, de leyenda o de interrogante: ¿acaso fueron los partidarios de Vermudo III, enviados expresamente por la reina Sancha, los causantes directos de la muerte del rey, contraviniendo la orden de Fernando I de apresar a su hermano vivo? ¿O sería más bien alguno de aquellos magnates preteridos en el reparto de las tierras en disputa?

A señalar, según los cronistas, la magnificencia de Fernando (conviene adular siempre al vencedor) que incluso veló el cuerpo de su hermano y permitió fuera llevado para su enterramiento en el Monasterio de Santa María la Real de Nájera que el mismo había fundado, considerando la fecha de dicha fundación el 12 de diciembre de 1052. Al sepelio, al parecer, habría asistido el propio Fernando, acompañado por un grupo de caballeros leoneses.

Las consecuencias de la batalla: las tierras que Fernando I reclamaba como suyas, por haber sido conde de Castilla, pasaron al Reino de León, al que pertenecían, algunas desde la época de Ordoño II, y se estableció, de manera definitiva, la frontera entre dicho reino y el de Pamplona en la línea del Ebro, desde el Camino de Santiago en Logroño.

Fernando se convirtió, de facto, en el rey más importante de los reinos cristianos e incluso tomó como protegido suyo a su sobrino Sancho Garcés IV al que apoyó para suceder a su padre en el Reino de Pamplona.

Y, para terminar, diremos que, en recuerdo de los hechos, y en el lugar en el que murió García III, se colocó, al parecer a instancias del propio Fernando, una enorme piedra, de unos dos metros y medio de alto, que se denomina Fin de Rey. En efecto, allí terminaron las esperanzas de un personaje que, entre otras causas, no supo medir su ambición o no alcanzó a calibrar la fuerza del enemigo al que se enfrentaba.

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