El Instituto de Educación Secundaria «Fray Luis de León» es un centro de titularidad pública, dependiente de la Junta de Castilla y León.
En él se forman alumnos de Educación Secundaria Obligatoria, Bachillerato y Formación Profesional, tanto en la modalidad presencial como a distancia.El centro se encuentra en la ciudad de Salamanca, en la zona del Campus Universitario «Miguel de Unamuno».
El alumnado de la enseñanza presencial es mayoritariamente de la capital salmantina, aunque también hay un buen número de alumnos de los pueblos cercanos a la ciudad. En la Educación a Distancia están matriculadas personas sobre todo salmantinas, aunque también hay bastantes de otras provincias españolas.
El Instituto, que se creó en 1845, es el más antiguo de Salamanca y uno de los más antiguos de España. Además, es el mayor de la provincia salmantina, con una matrícula cercana a las 1.600 personas.
Quién era Fray Luis de León
Fray Luis de fue un poeta, humanista y religioso agustino español de la Escuela salmantina. Fray Luis de León es uno de los escritores más importantes de la segunda fase del Renacimiento español junto con Francisco de Aldana, Alonso de Ercilla, Fernando de Herrera y San Juan de la Cruz. Su obra forma parte de la literatura ascética de la segunda mitad del siglo XVI y está inspirada por el deseo del alma de alejarse de todo lo terrenal para poder alcanzar lo prometido por Dios, identificado con la paz y el conocimiento. Los temas morales y ascéticos dominan toda su obra.
Fray Luis nació en Belmonte en 1527 o 1528. Residió y cursó sus primeros estudios en Madrid y Valladolid, donde su padre, abogado, ejercía la labor de consejero regio. Cuando cumplió los catorce años, se marchó a estudiar a Salamanca, ciudad que constituyó el centro de su vida intelectual como profesor de su universidad. Allí ingresó en la Orden de los Agustinos (Orden de San Agustín), probablemente en enero de 1543, y profesó el 29 de enero de 1544.
Estudió filosofía con Fray Juan de Guevara y teología con Melchor Cano. En el curso de 1556-1557 conoció a fray Cipriano de la Huerga, un orientalista catedrático de Biblia en Alcalá de Henares, encuentro que supondría una experiencia capital en la formación intelectual de Fray Luis.4 Asimismo un tío suyo, profesor de la universidad salmantina, le orientó en esos momentos.
Entre mayo y junio de 1560 obtuvo los grados de licenciado y maestro en Teología por la Universidad de Salamanca. Comenzó entonces su lucha por las cátedras: la de Biblia, que había dejado vacante Gregorio Gallo, más adelante nombrado obispo de la diócesis de Orihuela, cátedra ganada por Gaspar de Grajal; la de Santo Tomás, que ganó al año siguiente, 1561, frente a siete aspirante y entre ellos el maestro dominico Diego Rodríguez. En 1565, al completar los cuatro años para los que había obtenido la cátedra de Santo Tomás, opositó a la cátedra de Durando, saliendo triunfador de nuevo frente a Diego Rodríguez, y se mantuvo en ella hasta marzo de 1572.
Estuvo un periodo en la cárcel (en Valladolid, en la calle que ahora recibe el nombre Fray Luis de León) por traducir la Biblia a la lengua vulgar sin licencia; concretamente, por su célebre versión del Cantar de los cantares; su defensa del texto hebreo irritaba a los escolásticos más intransigentes, en especial al profesor de griego León de Castro y al dominico fray Bartolomé de Medina, quien estaba molesto contra él por algunos fracasos académicos y redactó una serie de proposiciones que lo llevaron a la cárcel junto a los maestros Gaspar de Grajal y Martín Martínez de Cantalapiedra.
En prisión escribió De los nombres de Cristo y varias poesías entre las cuales está la Canción a Nuestra Señora. Tras su estancia en la cárcel (del 27 de marzo de 1572 al 7 de diciembre de 1574), fue nombrado profesor de Filosofía Moral y un año más tarde consiguió la cátedra de la Sagrada Escritura, que obtuvo en propiedad en 1579. En la universidad fue profesor de San Juan de la Cruz, que se llamaba por entonces Fray Juan de San Matías.
Las envidias y rencillas entre órdenes y las denuncias del catedrático de griego, León de Castro, entre otros profesores, le llevaron a las cárceles de la Inquisición bajo la acusación de preferir el texto hebreo del Antiguo Testamento a la versión latina (la traducción Vulgata de San Jerónimo) adoptada por el Concilio de Trento, lo cual era cierto, y de haber traducido partes de la Biblia, en concreto el Cantar de los Cantares, a la lengua vulgar, cosa expresamente prohibida también por el reciente concilio y que sólo se permitía en forma de paráfrasis. Por lo primero fueron perseguidos y encarcelados también sus amigos los hebraístas Gaspar de Grajal y Martín Martínez de Cantalapiedra. Aunque era inocente de tales acusaciones, su prolija defensa alargó el proceso, que se demoró cinco largos años, tras los cuales fue finalmente absuelto.
Tras salir de la cárcel, regresó a dictar su cátedra. Sus biógrafos cuentan que Fray Luís acostumbraba en sus años de docencia resumir las lecciones explicadas la clase anterior y que al volver a la Universidad, retomó sus lecciones con la frase “Decíamos ayer…” (Dicebamus hesterna die), como si sus 5 años de prisión no hubieran trascurrido.
En 1582 junto al jesuita Prudencio de Montemayor, fray Luis intervino en la polémica De auxiliis hablando sobre la libertad humana, lo que le llevó a ser denunciado nuevamente ante la Inquisición, aunque esta vez sin otra consecuencia que una suave amonestación del Inquisidor general, arzobispo de Toledo y cardenal, Gaspar de Quiroga.
La muerte le sorprendió en Madrigal de las Altas Torres cuando preparaba una biografía de Santa Teresa de Jesús, cuyos escritos había revisado para la publicación; admiraba la labor de la monja reformadora y había pretendido incluso que ingresara en su orden. Tras su muerte sus restos fueron llevados a Salamanca, en cuya universidad descansan. El pintor Francisco Pacheco lo describe así:
El rostro más redondo que aguileño; trigueño el color; los ojos verdes y vivos… El hombre más callado que se ha conocido, si bien de singular agudeza en sus dichos… de mucho secreto, verdad y fidelidad, puntual en palabras y en promesas, compuesto, poco o nada risueño.
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