En la Batalla de Alange, ocurrida el 15 de marzo de 1230, los efectivos musulmanes sufrieron una derrota completa y salieron en desbandada perseguidos por los leoneses, resultando el mismo emir Ibn Hud herido. Según Moreno de Vargas, el ejército leonés infligió una gran matanza en los musulmanes que huían hacia Badajoz a una legua de Mérida, en el denominado «Valle de la Matanza».
Situémonos en el tiempo. Nos encontramos en los finales del exitoso reinado de Alfonso IX (VIII de León). Sí, el mismo que convocó las primeras cortes con representación popular, el de la creación de la Universidad de Salamanca, el de la inauguración del Pórtico de la Gloria de la Catedral de Santiago (entre otras realizaciones, y bien a pesar de que, durante mucho tiempo, se vino pontificando que era un rey de poca importancia, precisamente para glorificar a su primo castellano, del mismo nombre y el primero de ese reino a pesar de que le denominan el octavo… Ver para creer)
Alfonso ha decidido aumentar sus territorios tratando de expansionarlo hacia el Sur, el único lugar que le es permitido, después de que, de las entrañas del Reino de León surgieran dos nuevas realidades geopolíticas: el reino de Portugal y el de Castilla.
Prepara, entonces sus tropas y así, entre otros hechos de armas (que iremos desarrollando en este digital) se produce la no muy conocida Batalla de Alange. Los hechos tienen lugar el 15 de marzo de 1230 y los efectivos musulmanes sufrieron una derrota completa saliendo en desbandada perseguidos por los leoneses. La derrota fue tal que resultó herido hasta el propio emir Ibn Hud.
Según Moreno de Vargas, el ejército leonés infligió una gran matanza en los efectivos musulmanes que huían hacia Badajoz a una legua de Mérida, en el denominado «Valle de la Matanza» (nombre este que se repite como resultado de otras batallas como, por ejemplo, la zona de Villadangos del Páramo donde tuvo lugar un más que sangriento encuentro en la época de nuestra recordada reina Urraca I de León)
Una fecha y una batalla muy desconocida para los leoneses que supuso la toma de Mérida y Badajoz por las tropas leonesas y en las que, así hay que reconocerlo, las milicias zamoranas situadas en vanguardia fueron absolutamente decisivas. Como resultado de esta batalla y del arrojo de dichas milicias, el rey Alfonso premió a Zamora colocando en su escudo el Puente de Merida. «Zamo[ren] sesfueruntuictores in prima acie».
Recientemente, esta gesta, olvidada y que había pasado desapercibida para los leoneses ha sido reivindicada por diversos autores y entidades como las asociaciones «Raigañu» de León, la badajoceña «Alfonso IX», Miguel Ángel de Diego Núñez de Salamanca o Ricardo Chao de León, entre otros, los cuales han contribuido a visibilizar la importancia de esta batalla.
No es la primera vez que se viene minimizando o incluso ocultando cualquier hecho significado de la historia de León; de ese modo, la mayor parte de los leoneses y leonesas de a pie seguirán pensando que la importancia del Reino, especialmente en la Época Medieval, no fue tanta como algunos reivindican. Cosas de algunos iluminados, dirán. Hasta paletos peligrosos que intentan manipular las mentes de los más débiles… ¿Pero no son otros los que, precisamente, propagan mentiras y nuevas identidades místicas, mistificadoras y hasta mezcladas sin el menos sentido histórico? Eso sí, hasta con el dinero de los leoneses y utilizando fundaciones que no tienen el menor sentido y que no serán capaces nunca de cumplir con el objetivo que se han propuesto: “crear conciencia regional”.
Esta batalla, sin embargo, al igual que otras muchas de las libradas por nuestros bravos antepasados, han contribuido a que el símbolo de nuestro Reino leonés ocupe, con la dignidad que le corresponde, una cuarta parte del Escudo Nacional.
Esto nos lleva, una vez más al pensamiento recurrente de estos días entre los buenos leoneses: esos concejales y concejalas que votan en contra de que nuestro pueblo recupere la identidad e importancia que siempre ha tenido y que ha sido secuestrada por el engendro autonómico de Castilla y León deberían comenzar a ilustrarse mínimamente en historia y cultura leonesas. Y eso sin olvidarnos de aquellos mandamases provinciales, autonómicos o nacionales que presionan a unos pobrines concejales para que se ilusionen pesando recibir de las cúpulas de sus partidos: ¿un paquete de lentejas castellanas? No esperen mucho más… León, por cierto, y en cualquiera de las circunstancias históricas que se estudien, siempre ha sido una tierra de valientes.
Fernando Ortiz de la Asociación Alfonso IX de Badajoz publica en el diario «Hoy» de Badajoz uno de los escasos artículos en los que se relata la batalla de Alange y la conquista de Badajoz el 19 de marzo de 1.230 por las tropas leonesas
«A finales de febrero de 1230, marchaba sobre el valle del Guadiana, tras haber incorporado a su reino la ciudad de Cáceres el año anterior, el potente ejército del leonés Alfonso IX (VIII en la cronología leonesa).
Dicen que el ejército del emir era inmenso, de unos 80.000 hombres, pero no había llegado a tiempo de impedir que los leoneses, con las huestes zamoranas y los caballeros de Alcántara al frente, asaltaran la ciudad de Mérida por el puente romano y se hicieran con su control a principios de marzo
El día 15, en las cercanías de Alange tuvo lugar una gran batalla, y los pocos jinetes que pudieron escapar y galopaban ahora en sus ensangrentados caballos para acogerse tras las imponentes murallas de Badajoz, decían que la mayoría de los guerreros musulmanes habían muerto en la terrible persecución que se desencadenó una vez que sus líneas cedieron ante el empuje cristiano, y el mismo Ibn Hud había resultado herido.
Los pobladores de la vega ya habían sufrido a los leoneses hacia cuatro años, en una de sus correrías en las que asaltaban y saqueaban rápidamente cuanto encontraban a su paso, pero ahora era distinto. El ejército que lideraba el anciano rey Alfonso avanzaba tranquilamente, casi como en un paseo triunfal, consciente de su superioridad y de que no quedaban enemigos de entidad entre ellos y Badajoz.
A las tropas del rey, con sus estandartes blancos con leones granates, seguían las cruces de colores de las diversas órdenes de caballería: el Temple, Santiago, Alcántara. las mesnadas de los obispos de Santiago, Oviedo, León, Zamora y Coria, e incluso mesnadas concejiles. Nada quedaba ya de las orgullosas banderas negras de Ibn Hud.
Los refugiados entraban precipitadamente por las puertas de la ciudad musulmana, que estaban abiertas de par en par, pero no encontraban la tranquilidad que esperaban, más bien lo contrario. La impresionante fortaleza no se aprestaba a la defensa. El escaso número de tropas que había dejado el confiado gobernador no alcanzaba ni para cubrir el extenso perímetro amurallado, y no se habían almacenado víveres para hacer frente a un asedio. Por este motivo, y ante el griterío desesperado de la población, el lugarteniente al mando de las tropas de la alcazaba descendió a caballo con su escolta del cerro de la Muela, al encuentro de la vanguardia leonesa y solicitó parlamentar con D. Alfonso: Badajoz sería suya si respetaba las vidas y haciendas de sus moradores, que pasaban a ser súbditos del rey de León.
Alfonso IX entraba al frente de sus tropas en la alcazaba, llegando hasta la mezquita del palacio del gobernador, que sería a partir de ahora la catedral. Corría el 19 de marzo de 1230, día de nuestro señor San José».
Fuente y leer más:
- https://www.hoy.es
- http://raigame.blogspot.com
- https://corazonleon.blogspot.com
- https://es.wikipedia.org/wiki/Alange
- http://extremadurapueblos.es
- https://aletaediciones.es/825-cruz-negra-integral.html