90 años hace ya de aquel vaivén, en que Genaro Blanco dio el peor de sus traspiés en aquella trágica madrugada de Viernes Santo, así como lo ven.
La biografía de Genarín tiene varias similitudes con las historias de ‘La Celestina’ y ‘El Lazarillo de Tormes’. El protagonista es el pícaro, categoría social procedente de los bajos fondos cuya conducta está marcada por el engaño, la astucia, el ardid y la trampa ingeniosa, necesarias para poder sobrevivir.
El amor al vino y al orujo lleva a estado eufórico necesario para encandilar a la gente, hacer que piquen el anzuelo para aliviarles el peso de la bolsa de dinero, obteniendo su merecido provecho.
Son anticlericales, en cuanto saca a relucir una crítica de la moral imperante en cada época, tratada de imponer por una iglesia, en la que sus miembros son retratados de manera singular actuando en contradicción con sus predicas.
En el caso de la obra de Fernando de Rojas, el amor, pasión irresistible que ha desatado los instintos más primarios de los seres humanos, ha sido utilizado por los pícaros a lo largo de la historia, para su propio beneficio. La figura de la Celestina la vemos siempre encarnada en el Genarín buscado por jóvenes de familias adineradas del rancio León, que reían sus chascarrillos y le invitaban a una copina de orujo, para conseguir que les introdujera en los ambientes de los lupanares más selectos del barrio de San Lorenzo.
En la vida de Lázaro encontraremos mucha más similitud con la de nuestro Padre Genarín, este huérfano, criado en la inclusa, tuvo que ganarse la vida desde muy pequeño ejerciendo los mil y un oficios, para poder sobrevivir, en tiempo de hambres y necesidades, lo que supuso que tuviera por necesidad que avivar el ingenio.
En resumen, Genarín, encarna en su tiempo la figura del pícaro, como lo hicieran antes la Celestina o el Lazarillo. Como ellos, pero en ese León de principios del siglo pasado, el pellejero dirigió sus pasos de una forma muy particular, dejando en la ciudad una profunda huella.
La historia
Genaro —o Jenaro, según otras fuente -Blanco Blanco (apellidos comunes en los huérfanos de León, en honor a la Virgen Blanca), llamado Genarín, pellejero de profesión, aficionado a la buena vida, al orujo, a las mujeres y los burdeles, al tute y a la garrafina, fue un hombre muy conocido en los ambientes más bohemios del León de principios del siglo XX.
Según recoge el Diario de León en su edición del 30 de marzo de 1929, Viernes Santo, Genaro fue atropellado por el primer camión de basura de la ciudad, mientras realizaba sus necesidades en la base del tercer cubo de la muralla de León, a la altura de la calle de Las Carreras, durante la madrugada del Jueves al Viernes Santo.
Hace años se publicó una esquela en La Democracia, en la que figura que dejó viuda y cuatro hijos y que «para identificar el cadáver fue preciso separar la camioneta» y que la camioneta estuvo a punto de atropellar a dos niños.
Tras su muerte, un grupo de cuatro personas (los llamados «Evangelistas») decidió conmemorar mediante la lírica y la poesía la vida de Genaro. Los evangelistas eran Nicolás Pérez Porreto (árbitro de fútbol), Eulogio el gafas (taxista de profesión, coplero aficionado), Luis Rico —hombre de buena familia que dilapidó su fortuna en juergas con sus amigos— y el poeta Francisco Pérez Herrero.
En la noche de Jueves Santo de 1930, estos hombres se reunieron en la Plaza del Grano visitando las tascas y bebiendo orujo, a la vez que recitaban poesía y conmemoraban la vida del personaje. La procesión creció en número de asistentes hasta que en 1957, las presiones del cronista Lamparilla hicieron que fuese prohibida.
La leyenda dice que tal prohibición fue debida a que ese año se encontraron las dos procesiones, la religiosa y la profana, y que al ser esta última más numerosa supuso un considerable enfado entre las autoridades. En 1979 (aunque se intentó en 1978), con la recuperación de la democracia,la celebración volvió ayudada por Pérez Herrero, único de los evangelistas sobrevivientes, el grupo de teatro La fragua comandado por Enrique Fernández Kike(dramaturgo, director y maestro teatral) y un grupo de jóvenes leoneses.
Los cuatro milagros de Genarín
Como parte de la leyenda, se le atribuyen a Genarín cuatro milagros:
- 1. La redención de la prostituta que lo encontró muerto, que, según la tradición, dejó la prostitución y se volvió a su Lugo natal.
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- 2. Un gol de la Cultural Leonesa, que llevaba muy mala temporada hasta que los evangelistas de Genarín decidieron bendecir el campo de juego del estadio de la Cultural, al parecer con orujo, la noche anterior. El partido del día siguiente no empieza bien, por lo que uno de los evangelistas se quejó a Genarín, tras lo cual, al sacar el portero contrario el balón, este entró en su propia portería.
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- 3. Un enfermo de riñón sufrió un terrible dolor mientras pasaba cerca de las murallas, necesitando hacer sus necesidades en el mismo cubo de la muralla donde años atrás había muerto Genarín. En ese momento sintió un gran alivio tras lo cual vio que había orinado una piedra del tamaño de una nuez, solucionándosele sus problemas de riñón.
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- 4. Un individuo se dedicaba a robar las ofrendas (el orujo, el queso, el pan y la naranja) que los devotos, a través del «hermano colgador», dejan cada año en la hornacina de la muralla. El ladrón escalaba la muralla y las robaba, hasta que Genarín le hizo resbalar y el hombre se rompió la cadera.
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La cofradía
Escrita está esta historia en los viejos murallones de esta ciudad, grabada en la memoria de sus mas viejos ciudadanos, que sonrientes siempre recuerdan la algarabía de la Semana Santa. Rito ancestral sobre la muerte. Antiguo ritual del orujo.
Genarín es la más atípica procesión de la Semana Santa Leonesa. Festividad poética en honor a un viejo pellejero, borrachín y putero, que llenó de anécdotas y chascarrillos a la ciudad de León en los años 20, haciéndose merecedor de un recuerdo eterno a través de la mas surrealista y onírica de las procesiones de la Semana Santa Leonesa.
En León, todos los Jueves Santos, sobre las doce de la noche, sale de la Plaza del Grano, la Procesión de la Cofradía de Nuestro Padre Genarín, conocida también como el Entierro de Genarín. Procesión de borrachos que festejan al orujo y los versos irónicos y lascivos que escribieron y escriben los seguidores del Santo Pellejero.
Sus textos, su iconografía, elaborados por sus fieles seguidores, artistas y bohemios de esta ciudad, agrupados en la Cofradía de Nuestro Padre Genarín, sobrepasan con creces las expectativas de imaginación y cachondeo que se pueda esperar en la Semana Santa Leonesa.
La procesión del «Entierro de Genarín»
Todos los Jueves Santos, año tras año, haga frío o calor, llueva o no, la Cofradía de Nuestro Padre Genarín saca su procesión por las calles de León.
Por la noche, a la una de la madrugada (más o menos), en ese momento en el que las luces de las farolas iluminan ese conocimiento antiguo que llena de magia todo lo que nos rodea, la Cofradía, después de haber cenado en un restaurante secreto del casco antiguo de la ciudad y haber bautizado con la mas castizas de las aguas benditas, el orujo, a los nuevos hermanos, se dirige a la plaza del Grano. Llevan con ellos la corona de laurel, previamente bendecida también con orujo, y los alimentos fundamentales de Nuestro Fundador: el orujo, el queso, el pan y una naranja.
La Plaza de San Martín ya está abarrotada de fieles seguidores de esta religión de juega y chanza. Ya se oyen los salmos propios de esta noche de Jueves Santo: “Genaro, Genaro, es cojonudo”, “Cocacola asesina, el orujo al poder”. Y todos, entre limonada y limosnada, esperan el paso de la Santa Procesión y la lectura de la Encíclica del año.
En torno a la una de la mañana de Viernes Santo, los cofrades cargan a hombros los pasos de la procesión: La Cuba (en el que van las ofrendas), la imagen de Genaro, la Muerte y la Moncha (prostituta que socorrió a Genaro tras el fatal accidente); la procesión es acompañada por cuatro cabezudos, que representan a los «evangelistas» de Genarín. Rodeados por antorchas la procesión se dirige hacia la primera parada del trayecto: la Calle de la Sal, donde se leen los versos correspondientes; la segunda parada es en la Catedral de León, donde de nuevo el brindis se acompaña con rimas.
Después de atravesar la larga Calle de Cardenal Landázuri (antaño la Canóniga Vieja) y tras atravesar Puerta Castillo, conocida como el «Arco de la Cárcel», la procesión llega a la última parada, la torre de la muralla donde Genarín encontró la muerte. Allí el hermano colgador trepará la muralla para depositar las ofrendas: queso, pan, naranjas, una corona de laurel y una botella de orujo.
La procesión disfruta de una gran popularidad en la ciudad de León: en los años 2015 y 2016, unas 30.000 personas siguieron su transcurso.
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