Se trata de una creencia muy arraigada en el Valle de Fornela y en todo el noroeste peninsular.
Este lunes 31 de octubre la localidad leonesa de Fabero recupera por segundo año una vieja tradición con la representación de la Santa Compaña, una creencia muy arraigada en el Valle de Fornela y en todo el noroeste peninsular.
Una tradición oral de tipo “premonitorio” sobre hechos transcendentes y definitivos. Y es que no existe un acontecimiento más inquietante para el ser humano que el “adios” definitivo.
También están ampliamente documentadas las llamadas “procesiones de ánimas o de difuntos”, que se sustancian en una ronda nocturna de una comitiva espiritual a la búsqueda de los “condenados a morir” en una parroquia o aldea.
Pues bien, lo que se quiere reflejar con esta procesión teatralizada es poner en valor todas estas leyendas que fueron tan populares antaño en nuestros pueblos.
La Santa Compaña
La Santa Compaña es una leyenda popular de Galicia y del noroeste de la península ibérica, sobre una procesión de ánimas. Esta misma leyenda, con variantes, está también presente en la mitología asturiana (donde es conocida como la Güestia), y en zonas como la Región Leonesa (provincias de Zamora, León y Salamanca) y Extremadura, norte de Portugal, y por extensión a toda su frontera con España, es muy conocida así en los lindes con Huelva, sobre todo en Ayamonte, Villablanca y toda la ribera del Guadiana, también en otras zonas de Castilla, bajo la denominación de Estantigua, incluso en zonas de Granada (provincias de Malaga, Granada y Almería)
Quizá la descripción clásica de la Compaña es la que hizo el folclorista Xesús Rodríguez López en 1895: «La compaña es la reunión de almas del Purgatorio para un fin determinado. A las doce de la noche se levantan los difuntos, salen en procesión por la puerta principal, una persona viva va delante con la cruz y el caldero de agua bendita, y no puede, bajo ningún pretexto, volver la cabeza. Cada difunto lleva una luz que no se ve, pero se percibe claramente el olor de la cera que arde. La comitiva tampoco se ve, pero se percibe el airecillo que produce su paso. El desgraciado director solo puede dispensarse de tan tétrico cometido encontrando a otra persona y entregándole la cruz y el caldero, antes de que haga un círculo en la tierra, con lo cual queda libre de dirigir la compaña».
Caminan emitiendo rezos (casi siempre un rosario), cánticos fúnebres y tocando una pequeña campanilla, y a su paso cesa previamente todo ruido de animales en el bosque: solo se escuchan unas campanas. Los perros anuncian la llegada de la Santa Compaña aullando en forma desmedida y los gatos huyen despavoridos, realmente asustados.
Se dice que no todos los mortales cuentan con la facultad de contemplar la «Compaña». Elisardo Becoña Iglesias, en su obra La Santa Compaña, el Urco y los Muertos explica que según la tradición tan solo ciertos «dotados» poseen la facultad de verla: solo los niños a quienes el sacerdote, por error, ha bautizado usando óleo de los difuntos poseen de adultos la facultad de ver la aparición. Otros, no menos creyentes en la leyenda, habrán de conformarse con sentirla, intuirla, etcétera.
Para librarse de la maldición de sumarse a la peregrinación de la Santa Compaña debe dibujarse en el suelo un círculo y entrar en él o bien acostarse boca abajo, o llevar una cruz encima, rezar sin escuchar los cánticos de la Santa Compaña o bien (en última instancia) salir corriendo.