Capítulo IV. La represión
Carlos I regresó a España el 16 de julio de 1522, instalando la corte en Palencia. A partir de la llegada del rey, la represión contra los ex comuneros avanzaría a un ritmo mayor. Así lo demuestra la ejecución de Pedro Maldonado, líder salmantino y primo de Francisco Maldonado, ejecutado en Villalar.
Carlos I permaneció en Palencia hasta finales del mes de octubre, fecha en la que se trasladó a Valladolid donde, el 1 de noviembre, se promulgó el Perdón General, que daba la amnistía a quienes habían participado en el movimiento comunero. Sin embargo, un total de 293 personas -pertenecientes a todas las clases sociales y entre las que se incluían María Pacheco y el Obispo Acuña- fueron excluidas del Perdón General.
Se estima que fueron un total de cien los comuneros ejecutados desde la llegada del rey, siendo los más relevantes, Pedro Maldonado y el Obispo Acuña. Este último sería ajusticiado en el castillo de Simancas el 24 de marzo de 1526, tras un intento frustrado de fuga. A raíz de esta ejecución, Carlos I fue excomulgado por ordenar el ajusticiamiento de un prelado de la iglesia.
Las consecuencias fundamentales de la Guerra de las Comunidades fueron la pérdida de la élite política de las ciudades castellanas y leonesas, en el plano de la represión real; y en las rentas del Estado. El poder real se veía obligado a indemnizar a aquellos que perdieron bienes o sufrieron daños en sus posesiones durante la revuelta.
Las mayores indemnizaciones correspondían al Almirante de Castilla y Adelantado Mayor de León, por los daños sufridos en Torrelobatón y los gastos ocasionados en la defensa de Medina de Rioseco. Le seguían el Condestable y el obispo de Segovia
La forma de pago de estas indemnizaciones se solucionó mediante un impuesto especial para toda la población de cada una de las ciudades comuneras. Estos impuestos, naturalmente, mermaron las economías locales de las ciudades durante un periodo aproximado de veinte años, debido a la subida de precios. De igual modo, la industria textil del centro de la Península perdió todas sus oportunidades de convertirse en una industria dinámica.
La nobleza queda definitivamente neutralizada frente a la triunfante monarquía autoritaria; su segmento alto o aristocracia, se vio compensada por su apoyo al emperador, con cuyos intereses quedaba identificada estrechamente, pero quedando clara la subordinación de los súbditos al monarca. Las Cortes de Toledo de 1538, últimas a las que se convocó a la nobleza como brazo o estamento, sancionaron esa nueva forma de gobernar la Corona.
Textos: Prof. Dr. Hermenegildo López González y Martínezld . Colaboración historiográfica. Dr. José María Manuel García-Osuna y Rodríguez.