El primer pendón que llegó a ondear en una de las torres de Granada, y ello en la apreciación del sabio Abad don Antonio Viñayo, habría sido el de Baeza, es decir el Milagroso e Invicto Pendón que se guarda en la Colegiata de San Isidoro.
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Uno de los hechos de armas que, sin duda, marcaron un antes y un después en la historia de lo que hoy conocemos como España, y hasta de la historia del mundo por las consecuencias y la trascendencia del mismo (intervención española posterior en la política europea y en la conquista del “Nuevo Mundo”), fue la toma de Granada. Con ello se cerraba un capítulo conocido como “la Reconquista”, vocablo que pretende explicar la lucha que se estableció entre cristianos y musulmanes por el dominio peninsular, a lo largo de ocho siglos, que situamos entre la batalla del Guadalete (con la entrada de las tropas de Táriq ibn Ziyad), en el verano del año 711, y la entrega de las llaves de la capital del reino Nazarí a Gutierre de Cárdenas, un personaje terminó siendo esencial en el reinado de Isabel la Católica y ocupó cargos de verdadera relevancia, entre otros el de Comendador mayor de León de la Orden de Santiago.
Según refieren las crónicas, el 1 de enero de 1492, vista la situación de falta de posibilidades de revertir los acontecimientos, por parte de los granadinos (se encontraban cercados y no veían otra salida que la rendición), el Comendador mayor de León se entrevistó con el emir de Granada Muhammad XII, conocido como Boabdil, se firmaron las condiciones de rendición y se acordó la entrega de las llaves de la Alhambra, símbolo del poder real, al día siguiente.
El día 2, pues, entraron las tropas cristianas acompañando a Fernando e Isabel y aquí se produce, al parecer, un hecho que hoy tratamos de rememorar. El primer pendón que llegó a ondear en una de las torres de Granada, y ello en la apreciación del sabio Abad don Antonio Viñayo, habría sido el de Baeza, es decir el Milagroso e Invicto Pendón que se guarda en la Colegiata de San Isidoro.
Digamos que no hay constancia documental de lo que afirmaba, pero el recordado Abad basaba su argumentación en el hecho de que, en algunas crónicas, se dice que “ondeó el primero el Pendón de Santiago, que lleva un caballero a galope, bordado sobre una tela de damasco”. Blanco y en botella.
Sabido es, sin embargo, que el Pendón de Santiago lleva bordada una cruz latina de gules simulando una espada con los brazos rematados en forma de flor de lis y una panela en la empuñadura. Por lo que se infiere que los cronistas debieron confundir a San Isidoro con Santiago e hicieron que figurara el pendón santiaguista, cuando, sin embargo, estaban ante el señalado de Baeza. Al César lo que es del César, una vez más.
- Texto: Hermenegildo López González
- Fotografías: Martínezld