Cumpliendo con la tradición y el hermanamiento entre las localidades de Zamora y la Hiniesta, una comitiva integrada por representantes municipales y vecinos de la esta localidad ha peregrinado ayer miércoles hasta la capital donde han sido recibidos por el alcalde, junto con diversos concejales de la Corporación Municipal y miembros de la cofradía de la Virgen de la Concha en la tradicional rogativa que se celebra cada 25 de abril.
El encuentro se produjo en la plaza de San Lázaro y tras el saludo de los pendones de ambas cofradías, el alcalde de Zamora, Francisco Guarido, y el alcalde de la Hiniesta, Eugenio Gregorio Prieto, procedieron al intercambio de bastones municipales que simboliza el hermanamiento entre ambas localidades.
En este acto, en el que estuvieron presentes también los concejales Antidio Fagúndez, Mª Eugenia Cabezas, Sonia Calvo, Víctor López y Reyes Merchán, el alcalde de la Hiniesta invitó al alcalde de Zamora, y por extensión a todos los zamoranos a acudir el próximo 21 de mayo hasta aquella localidad, coincidiendo con la tradicional romería que la cofradía de la Concha realiza el lunes de Pentecostés. El alcalde zamorano aceptó gustosamente dicho ofrecimiento por lo que el intercambio de bastones entre ambos ediles volverá a producirse el lunes 21 de mayo, precedido de nuevo por el baile de los pendones y a la entrada de la localidad de la Hiniesta.
Francisco Guarido respalda esta tradición secular que simboliza la confraternización entre dos localidades vecinas con vinculaciones patronales. El alcalde no ha participado sin embargo en los actos religiosos anteriores y posteriores, que entran dentro de las creencias personas y no deben estar protagonizados por representaciones institucionales, si bien algunos de los concejales presentes participaron con posterioridad en la procesión y la ceremonia religiosa oficiada en la iglesia de San Vicente.
Guarido considera en este sentido, que se trata de un «símbolo de hermandad» en el que dos ayuntamientos y sus respectivos alcaldes protagonizan históricamente un acto institucional de intercambio de bastones; una tradición que debe mantenerse ya que se trata de un acto civil, independientemente de la participación en los actos estrictamente religiosos organizados por la Cofradía de la Virgen de la Concha, que entran dentro de las creencias personales.