El 22 de diciembre de 2010, se realizó un acto en el que, por parte del Ayuntamiento zamorano, se procedía institucionalmente a borrar, para Bellido y la propia Zamora, la vejatoria denominación de Portillo de la traición, siendo sustituida por la de “Portillo de la lealtad.
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El 7 de octubre de 1072, moría a las puertas de la leonesa Zamora el rey Sancho II de León y primero de Castilla. Mas, por centrar, al menos someramente los antecedentes, cabe recordar:
Fernando I de León (último conde de Castilla, ascendido a tal honor por voluntad de su padre, Sancho III el Mayor de Navarra y el “alevoso asesinato” de su tío García Sánchez a las puertas de San Isidoro), por razones sobre las que no han conseguido ponerse de acuerdo los medievalistas, divide el Reino de León a su muerte, ocurrida en San Isidoro de León, el 27 de diciembre de 1065.
Sin embargo, y dado que su esposa Sancha I es, en realidad, la reina titular, la división no se hace efectiva hasta el fallecimiento de esta dos años más tarde, en concreto, el 7 de noviembre de 1067.
La partición del reino más importante de la península, y que tenía a sus pies a todos los reinos del Sur musulmán, es, por calificarlo con un solo vocablo, una auténtica desgracia, especialmente por las consecuencias, tanto de índole privado (de la familia real) como público (el Reino de León).
Los hermanos se van a sus respectivos lugares atribuidos por el padre: (Sancho, Castilla; García, Galicia; probablemente Elvira a Toro y Alfonso, a quien le ha correspondido la parte más importante (probablemente por haber sido juzgado el más capaz), se queda en León, con toda seguridad, acompañado de su hermana Doña Urraca, su siempre fiel consejera, lo que le valdrá críticas e incluso vejaciones posteriores, especialmente de parte de los que, teniendo la mente sucia, trasladan a los demás su propia inmundicia.
La guerra entre los hermanos se produce de inmediato con el resultado que conocemos: Sancho se apodera de Galicia y destierra a Sevilla a su hermano García; por lo que hace a León (después de la Batalla de Golpejera, en la que, una vez más triunfa el engaño, provocado por los consejos del Cid, sobre la buena fe de los leoneses que no quieren perseguir a cristiano que huye, entendiendo ganada la batalla), Sancho destierra a Alfonso a Toledo, se corona en León (él mismo, puesto que el obispo no accede a llevarlo a cabo), se apodera de Toro, que Elvira no es capaz de defender, y se planta ante Zamora que resiste durante más de siete meses un duro asedio puesto que los partidarios de Alfonso, encabezados por su hermana Urraca, no quieren entregarle la plaza.
La lógica del proceso se encaminaba a la rendición por hambre de Zamora, mas, en ese momento, se produce la salida, a la desesperada, de uno de los caballeros leoneses que defienden la plaza. “Diestro en el hablar fingido”, como afirma el romancero, consigue engañar a Sancho (pretextando enseñarle una puerta por la que podrá entrar en Zamora sin dificultad alguna) al que mata, según algunos autores, en posición nada honrosa.
A continuación, consigue regresar a Zamora donde, suponemos, sería recibido como un héroe por sus conciudadanos y no como un “traidor”, apelativo que le colgó la historiografía castellana posterior, comenzando por los romances que fueron tomados, como suele ocurrir en la época, especialmente cuando tratan de fabricar un relato de la historia contrario a los intereses leoneses, como verdad revelada.
El manto de la incuria fue tal que tuvieron que pasar 938 años para que los propios habitantes de Zamora, después de intentos varios, aceptaran cambiar el famoso “portillo de la traición” (lugar por el que se supone volvió Bellido a su ciudad) por el más ajustado a la realidad, “portillo de la lealtad”.
Y ello, curiosamente, no por iniciativa de los mismos zamoranos sino de un juez jienense asentado en dicha ciudad (Federico Acosta Noriega, 23 de septiembre de 1908-Salamanca, 10 de septiembre de 1985) que, después de concursos poéticos y simulacros de juicios, consiguiera crear un estado de opinión favorable a Bellido y su inocencia.
Así, el 22 de diciembre de 2010, se realizó un acto en el que, por parte del Ayuntamiento zamorano, se procedía institucionalmente a borrar, para Bellido y la propia Zamora, la vejatoria denominación de Portillo de la traición, siendo sustituida por la de “Portillo de la lealtad.
En ese momento, se colocó una placa en la que se puede leer: “Por este lugar, según la tradición, entró Bellido Dolfos tras dar muerte al rey Sancho de Castilla y liberar del cerco a la ciudad de Zamora…con el reconocimiento eterno de los zamoranos”.
Lamentablemente, y a pesar de que muchos historiadores aseguran que no hay constancia de que Bellido matara al rey Sancho, sino que fueron los trovadores y juglares los que urdieran esa historia (que no deja de contar con todos los elementos propios de un buen serial al uso), algunos guías de Zamora siguen cometiendo la estupidez de seguir denominando a la aludida puerta con el deshonroso nombre, especialmente para los propios zamoranos, de “Portillo de la traición”.
Flaco favor que nos hacemos a nosotros mismos y que confirma, una vez más, aquello de que a los enemigos no hay que buscarlos lejos pues están entre nosotros. Esos sí que merecen el claro apelativo de «traidores», a la memoria, a sus antepasados y, en suma, a la identidad leonesa.
- Texto: Hermenegildo López.
- Fotografías: Martínezld
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La también olvidada gesta de Arias Gonzalo y sus hijos
Cercada Zamora por Sancho, los zamoranos, en previsión del ataque que se avecina, eligen como su caudillo a Arias Gonzalo y de esta forma pueda defender a su señora Urraca. Mostrando iniciativa Urraca desafió a su hermano Sancho antes de sufrir el ataque de las tropas de su hermano. Siete meses y seis días dura el asedio a Zamora, ganándose la frase de «no se ganó Zamora en una hora».
El caballero Vellido Dolfos, partiendo desde el interior de la ciudad, consigue los favores de Sancho II y finalmente lo ejecuta a pie de la muralla el 6 de octubre de 1072 en el lugar conocido en la actualidad como Cruz del Rey Don Sancho.
Momentos después se adentra en la ciudad por una abertura del lienzo del muro de la ciudad hoy llamado Pórtico de la Lealtad.
El caballero Diego Ordóñez de Lara, ante las murallas, insulta a los habitantes de la ciudad por la cobardía ante el regicidio. Arias Gonzalo recoge la afrenta para defender el honor de Zamora.
Al no permitirle luchar doña Urraca, envió uno tras otro a tres de sus hijos a batirse en duelo. Tres mueren combatiendo frente a Ordóñez en el Campo de la Verdad, pero el último derrota a Ordóñez antes de morir, salvando así la honra de la ciudad.
El Caballero Arias Gonzálo debió de nacer entre 1020 y 1030. Considerado como zamorano fiel y leal, por mandato de Fernando I Rey consorte de León y conde de Castilla, se convirtió en depositario de las últimas voluntades del rey y más tarde en preceptor de la infanta Doña Urraca de Zamora y en gobernador de la ciudad en 1072.
Esta situación se encuentra descrita en los cantares de gesta, así como en el Cantar de Sancho II. Las consecuencias del cerco de Zamora finalizan con la denominada Jura de Santa Gadea, una leyenda medieval transmitida por el Romance de la Jura de Santa Gadea y de la que hablaremos en otra ocasión (otra invención de los juglares castellanos).
Hoy un colegio público en Zamora lleva su nombre.