Este viernes 14 de febrero de 2020 ha tenido lugar la presentación del libro «Las Cortes leonesas de 1188. Primeras Cortes Parlamentarias», de Rogelio Blanco. Se trata de un libro editado por el Consejo Superior de la Casa de León en Madrid a través del Instituto de Estudios Leoneses. |
La declaración de las Cortes alfonsinas como la cuna del parlamentarismo es un hito de la historia leonesa y universal. Rogelio Blanco fue responsable del proyecto que se presentó en la UNESCO para que estas Cortes fueran reconocidas como “Memoria del Mundo”, no sin poca competencia. Fue un acto importante para conocer cómo se gestó ese proyecto, qué apoyos institucionales tuvo, y qué otros hechos históricos peleaban por hacerse con esa declaración. Además, contó con la presencia de Juan Pedro Aparicio y José María Merino, quienes sin duda, han sido figuras clave en este reconocimiento y en la puesta en valor de la historia leonesa. Finalmente, se repartió un ejemplar del libro a los asistentes y se debatió sobre la situación leonesa actual y la repercusión de la historia leonesa. La velada en la Casa se prolongó con un concurrido vino leones acompañado de viandas de la tierra. |
. Discurso íntegro del Alcalde de LeónLos libros de Historia, promovidos, aprobados y obligados, por la Junta de Castilla y León en los últimos años reiteran que la Comunidad es el fruto de la unión de los reinos de Castilla y León. La Fundación Villalar, ahora Fundación Castilla y León, lleva invertidos decenas de millones de euros en recordarnos a todos que somos “nueve provincias, un comunidad”, un soniquete machacón que, durante más de una década, nos recordó el peso de la unión en un territorio en el que nos sentíamos -casi todos- ajenos y extraños. Estoy seguro de que más la mitad de los nacidos en esa comunidad desconoce el resto de las provincias y quizá solo se ha aventurado en las límitrofes. Hartos ya de oír constantemente el gentilicio castellanoleonés en medios de comunicación, tertulias políticas y predicciones meteorológicas, los leoneses luchamos por nuestra identidad y nuestro reconocimiento. Prácticamente todos los leoneses lo hacemos pero, sin duda, entre todos, Rogelio Blanco Martínez ha destacado. Y por eso, y por tantas cosas más, es nuestro flamante Leonés del Año. Un título que viene a reconocer sus méritos pero que en esa ocasión también nos marca las limitaciones que tenemos los demás de no haber podido continuar la ingente tarea que él comenzó, con tesón, honestidad y mucho, mucho trabajo, para dar a conocer el pasado de León y nuestro orgullo. Hace solo unas semanas, en medio ya de esta vorágine desatada por unas declaraciones que realicé en el mes de noviembre en una tertulia en el programa de La Brújula de Onda Cero, me preguntaban sobre el desafío independentista de León y sus causas. Simplificando destaqué el error de partida. No queremos independencia, queremos autonomía. Algo obvio para todos los leoneses pero no para el resto de un país que desconoce la importancia y relevancia que el Reino de León ha tenido en la gestación y desarrollo de este país, de esta nación de naciones y de identidades. Queremos reconocimiento a nuestra identidad pero, sobre todo, a nuestro derecho como región histórica, un derecho que aparece en esos mismos libros de Historia cargados de error y que está explicitado en el artículo 143 de la Constitución Española. Desde esas declaraciones han pasado, como en carrusel, declaraciones altisonantes, insultos, negativas, acusaciones de independentistas, rebeldes, paletos, provincianos, inoportunos y oportunistas, provocadores e incendiarios… Acusaciones nunca cimentadas, pero sí muy, muy interesadas. Ninguna de estas argumentaciones ha podido echar abajo la reclamación del derecho sólo ha intentado desacreditar a quienes lo invocan. La cuestión leonesa ha servido para poner en el centro del debate la situación de una provincia que, como vosotros sabéis mejor que nadie, se desangra por la emigración, el envejecimiento y la despoblación, pero también por la falta de oportunidades. Un objetivo cumplido. Además, hemos logrado que estos dos meses se hable más en los medios sobre León que en los cuarenta años precedentes de democracia. Del Reino, de la provincia, de las Cortes… Segundo objetivo logrado. Porque, como destacábamos hace un mes cuando, en León, presentamos el libro de Rogelio Blanco hace dos años, el entonces presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, viajó a León para rectificar unas palabras suyas ubicando la Cuna del Parlamentarismo en el Reino Unido. Una radicación que suscriben los ingleses, por supuesto, y, lamentablemente, muchos españoles también. Y todo ello pese a que hace ya casi siete años, la UNESCO reconoció a León como Cuna del Parlamentarismo elevando a rango internacional un reconocimiento previo que, no sin dolor, aprobaron previamente las Cortes de Castilla y León tres años antes. Porque le pese a quien le pese, en aquel viejo Reino de León se sentaron las bases del parlamentarismo moderno, de muchos de los derechos que hoy reconocemos como fundamentales y de leyes que han sido el germen de la normativa internacional, como el Fuero de León que da base histórica al Cupo Vasco y el Fuero Navarro. En este mismo lugar, tan cargado de historia y de arte. Tan importante para la historia de España que pocos edificios concitan en su interior tanto valor patrimonial e histórico como esta colegiata de San Isidoro. León tuvo sus Cortes, las primeras con la participación del pueblo, en 1188. Esas Cortes que son el eje de esta magnífica obra de Rogelio Blanco y de las que hoy, por él y por su obra, se vuelve a hablar. He de reiterar que la recopilación histórica y documental de Rogelio nos trae normas y fechas que se han intentado ocultar por acción u omisión o, incluso, limitación. Limitando a las citadas Cortes a la ciudad de León cuando eran las Cortes de un Reino cuyo territorio actualmente ocupan las comunidades de Asturias, Galicia y Extremadura más el norte de Portugal y las provincias de León, Zamora y Salamanca además de las tierras de La Rioja, Castilla o Cantabria. Textos que subrayan la influencia e importancia histórica de León y que, aún hoy, se intenta esconder tras declamaciones, fundaciones o, incluso, libros de textos manipulados para cementar decisiones políticas y económicas que pueden y deben ser cuestionadas si no son justas. Textos que fueron arrinconados por la historia y que debemos proclamar. Textos que personas como Rogelio Blanco popularizaron, estudian y difunden con el claro logro del reconocimiento mundial de la UNESCO y que sirven para apoyar nuestra historia como pueblo y para que al orgullo de ser leonés per se sumara el orgullo de ser los primeros en cimentar normas que darían lugar a la democracia, no como la conocemos ahora, por supuesto, pero sí un reconocimiento de derechos nunca soñado antes en un mundo profundamente injusto y desigual. De esas Cortes y de esa historia nos habla esta obra de Rogelio Blanco, una de las personas que más luchó por el reconocimiento de León, y al que tanto le debemos los leoneses para afianzar nuestra identidad como pueblo. De esta obra y de sus trabajos de investigación aprendemos cada día, recuperamos nuestra historia, nuestra documentación, nuestro orgullo de pueblo. Un orgullo que, también, ha defendido siempre la Casa de León en Madrid, nuestra principal embajada, ese hogar para los más de 50.000 leoneses que residen en la capital y que han hallado en la Casa de la calle del Pez un referente único. Gracias, por lo tanto, a Rogelio, y a la Casa de León en Madrid por esta obra y por los trabajos que están preparando y que, estoy convencido, se convertirán en referencia para el estudio de la historia de León y para la recuperación de nuestra memoria. Algo tan importante en este momento actual en el que hemos de reiterar una y otra vez el porqué de nuestra reivindicación como Reino y como territorio, de nuestra raíz y de nuestro pasado. Porque, como también señala el libro, el pasado leonés ha intentado ser secuestrado o invalidado con términos y relatos que proponen la celebración de un inexistente histórico. Me siento totalmente orgulloso de poder estar aquí hoy presentado esta obra, hacerlo en la casa de los leoneses y ante leoneses. Y me siento especialmente satisfecho de que nos haya traído aquí, en esta mi primera visita como alcalde, una obra tan importante para nuestra Historia, para nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro como estas Cortes Leonesas que, hoy son más conocidas que nunca. Son el germen de los que somos y también, cómo no, de lo que queremos llegar a ser.
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Asimismo, al acto acudió el alcalde de León, José Antonio Díez, a quien se le nombró consejero honorífico del consejo Superior de la Casa de León en Madrid. |