Es un poco cansino oir repetir el sonsonete de “El agua es de todos” para pretender justificar un expolio (uno más) de los que tan acostumbrados estamos los leoneses.
Y no me sirve el tan manido “se trata de un recurso natural” porque, hasta donde yo sé, también son recursos naturales el petróleo, el carbón y todos los minerales y nadie nos los regala por ese hecho.
Nunca se me ocurriría negar “agua de boca” a nadie, nada es tan valioso como para permitir que se deje morir de sed a quien no la tiene pero son otros usos que se dan al agua los que hoy traigo a colación.
El 31 de diciembre de 1987, y pese a la gran contestación y lucha popular en contra que había concitado, el gobierno socialista de Felipe González, cerró la presa de Riaño, justamente un día antes de que entrara en vigor la legislación comunitaria que lo hubiera prohibido.
La historia del Pantano de Riaño se remonta a los inicios del siglo XX, fue un proyecto de la dictadura de Primo de Rivera, retomado por la República, vuelto a poner de actualidad por la dictadura de Franco y, finalmente, ejecutado por un, supuestamente democrático, gobierno socialista, con un gran coste humano, etnográfico y medioambiental, cuyas consecuencias seguimos pagando hoy día.
Pero lo que es sangrante en la citada operación es que el motivo alegado para el cierre de dicho pantano y en el que se fundó la expropiación forzosa llevada a cabo fue, el aprovechamiento hidroeléctrico y convertir en regadío 90.000 hectáreas del sur de la provincia de León y del norte de la provincia de Zamora.
En el año 2011, 23 años después del cierre de Riaño, la propia Confederación Hidrográfica del Duero reconocía que todavía quedaban sin regar 41.000 de las hectáreas prometidas.
La Ley de Expropiación Forzosa española es muy clara y establece que cualquier expropiación debe hacerse indicando la finalidad de la misma y que el incumplimiento de dicha finalidad es motivo suficiente para la reversión de lo expropiado a sus antiguos propietarios.
Pues bien, no sólo no se ha cumplido dicha finalidad desde 1987, sino que ahora, en 2020, más de 32 años después del cierre, nos encontramos con la noticia de que la Confederación Hidrográfica del Duero cuestiona la viabilidad de los regadíos que faltan en Los Payuelos debido a la escasez de agua. Lo que no dicen, en ningún momento, es que 10 años después del cierre de Riaño, se realizó un canal para trasvasar aguas del Esla al Carrión y regar tierras en Palencia y Valladolid, que no estaban previstas, o por lo menos no aparecían contempladas en la justificación de las expropiaciones forzosas del Valle de Riaño. Aguas que, además, se emplearon para hacer navegable el Pisuerga y explotarlo con un barco turístico (vamos, nada que ver con el “agua de boca”).
Y lo que sobrepasa los límites del surrealismo es lo acontecido en el año 2017 en el que los regantes de Valladolid y Palencia tuvieron el agua de Riaño totalmente gratis mientras los regantes leoneses tenían que pagarla.
Se nos pueden dar toda clase de explicaciones sobre mayores o menores niveles de almacenamiento de agua, sobre la sequía y sobre el cambio climático pero decir que “El agua es de todos” mientras se benefician de ella siempre los mismos que, además no son los que la ven pasar por la puerta de su casa, tiene más de tomadura de pelo que de gestión seria de los recursos hídricos.
Llevamos años oyendo que las próximas guerras serán por el agua que lleva camino de convertirse en un bien preciado y escaso, desgraciadamente en nuestra tierra, algunos se aprovechan de ella sin necesidad de guerras, les bastó romper la espina dorsal de un pueblo, anegando el valle de montaña más próspero de la península, y siguen riéndose de nuestro dolor y sufrimiento.
El País Leonés produce el 85% de la energía del engendro autonómico pero, pese a ello, no sólo las industrias brillan por su ausencia en nuestro territorio sino que ni recibimos una mínima compensación por dicha producción, ni los ciudadanos leoneses vemos el mínimo descuento en las facturas energéticas.
Pese a todo esto, la sombra de la construcción de nuevos embalses (Órbigo, Omaña…) planea de nuevo, cual espada de Damocles, sobre la geografía leonesa.
¿No sería mucho más sensato, no seguir tentando a la suerte y dejar de destruir la naturaleza, lo que contribuye al cambio climático, con tanta obra faraónica que no sabemos a dónde nos va a conducir?