¿A qué aromas y sabores estaba acostumbrado Cervantes desde la infancia? ¿Qué echaría al puchero su madre?
La comida, o a veces la escasez de ella marcó tanto al escritor, que ya empieza a hablar de pitanza en la segunda frase del Quijote, como a gran parte de sus contemporáneos. Todos recordamos: «En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme», para dar paso a lo siguiente que escribe, precisamente la dieta del ingenioso Hidalgo Don Quijote: «Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda«. Esta casi tierna y un tanto socarrona descripción que encontramos en la primera página de las aventuras de Don Quijote de la Mancha ya se ha convertido en una referencia clásica de la obra y en indicio definitorio de la presencia que la gastronomía tiene en la narrativa de Cervantes.
Quijote y Sancho transitan por rutas envueltas de sabores, aromas y productos de la tierra, que el autor va citando con frecuencia como un elemento más de la obra, de tanta relevancia como otros, para diseñar y construir una de las historias más ricas y gustosas de la literatura universal. De tal manera que no es de extrañar, que sean frecuentes los estudiosos y amantes de la buena mesa hayan sabido entender todo su significado dedicando su tiempo a la recopilación de las recetas, los productos y sus aderezos, los fogones y los rituales que rodean el mundo gastronómico de Cervantes.
Con las obras de Cervantes y alguna exclusiva de cocina como la de Domingo Hernández de Macera (cocinero en la misma época del colegio Mayor de Oviedo en Salamanca) estamos ante un inventario de las principales preparaciones alimenticias que se podían encontrar en España durante el Siglo de Oro. Las andanzas del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha son la ocasión perfecta para conocer qué comían, -y cómo lo cocinaban-, hidalgos, campesinos, nobles, pícaros, y demás tipologías humanas que poblaron las llanuras y pueblos por los que discurren las aventuras y de los personajes de cervantes durante el reinado de los Austrias.
Entre las muchas ollas, sartenes y fogones, podemos encontrar, entre mil posibilidades más, el salpicón nocturno junto a la gallina que Sancho disfrutó durante las bodas de Camacho. En definitiva, toda la cultura gastronómica del momento reunida en un repertorio culinario abundante y glorioso, que sirve al mismo tiempo de testimonio de tiempos pasados y de invitación a su actualización, y a plantearse el ejercicio de reivindicar la parte étnica de nuestra gastronomía.
Gachas, migas y guisos de legumbres y verduras de la tierra, caza menor y casquería encebollada, sal y especias son algunas de las claves de lo que se cocinaba en aquella época, con grandes diferencias entre las casas nobles, las pobres y las hidalguías venidas a menos.
Algunos platos propios de la gastronomía cervantina, con raíces cristianas y árabes, sabrosos como pocos y con los que Don Miguel de Cervantes supo tanto salpicar sus obras como coger fuerza y ánimo para escribirlas.
Fuente y más info: http://www.turismocastillayleon.com/es/tapacervantina