Claro que hubo magnates que, en alguna ocasión, trataron de enfrentarse a su señor natural, a su rey, al rey de León; pero ninguno llegó a los extremos de algunos señores de lo que posteriormente se denominaría Castilla.
.
En el artículo anterior, habíamos dejado en el aire una pregunta y, naturalmente, debemos ahora intentar la respuesta.
¿A qué atribuir el hecho de que lo que llevara a cabo el Reino de León, durante varios siglos, como sabemos el más poderoso e influyente de la Península, pasaran tan pronto y de manera tan absoluta e inmisericorde al olvido? ¿Por qué y quiénes podrían ser los culpables de esta damnatio memoriae cruel y sin sentido aparente?
Hemos aludido, ya varias veces, en estas reflexiones, a una alteración de la psique, establecida por Sigmund Freud, y a la que denominó complejo de Edipo. Para nombrar esta desviación, se inspiró en el héroe griego hijo de Layo y Yocasta a los que el oráculo había anunciado que mataría a su padre y se casaría con su madre… lo que, desgraciadamente, se cumpliría en el futuro, a pesar de que sus padres intentaron abandonar al niño para que muriera.
Estamos hablando, más en concreto, de lo que Freud denominó complejo de Edipo positivo que se caracteriza por el odio al progenitor del mismo sexo y la atracción hacia el progenitor del sexo opuesto.
¿Y a quién debe ser atribuida la paternidad e incluso la maternidad del Reino de Castilla? Evidentemente, y sin ningún tipo de discusión, al que tomara el relevo del Astururum Regnun cuya capital había sido trasladada a Legio, al menos, desde la época de Alfonso III el Magno: al Reino de León.
Sin embargo, no todos los hijos son dignos de sus padres y, en el caso que nos ocupa, fueron, más bien, las apetencias de determinados personajes que quisieron, en su miseria, hacerse tan grandes e importantes como sus reyes… mejor aún, como dioses; así ha ocurrido desde el principio de los tiempos y así nos lo recuerda hasta el mismo Génesis. Siempre hay alguien que querrá hacer un edificio tan alto que pueda conquistar el cielo o realizar una obra cualquiera que le dé la impresión de igualarse al mismo Dios… ¿Pero y si no lo consigue? No importa, el objetivo no era tanto ese como el de la enemistad, la rebelión, la sedición…; en último término, quedarse con la herencia del padre y, dado que alguien podría afearle sus malas artes, tratar de borrar toda huella del que le había criado y protegido.
Claro que hubo magnates que, en alguna ocasión, trataron de enfrentarse a su señor natural, a su rey, al rey de León; pero ninguno llegó a los extremos de algunos señores de lo que posteriormente se denominaría Castilla. Y, como ocurre a menudo, estos se encargarían de cultivar, de divulgar y de hacer patente lo que ahora denominamos victimismo.
Mas, ¿cuáles podrían ser esos agravios que invocaría Castilla para, a la postre, y después de traiciones repetidas, separarse del reino matriz, por vez primera, insistamos en ello, por primera vez, en 1065?
Seguramente, en un rápido análisis, cabría afirmar que la primitiva Bardulia o el posterior condado de Burgos, podrían haber sido uno más de los que componían el Reino de León, si no hubiera aparecido la figura de un personaje, ciertamente atacado de un innegable complejo de megalomanía, algo que vino a complicarse con su escaso o nulo conocimiento de lo que podríamos definir como la lealtad.
Ello se demuestra, por ejemplo, en el momento en el que, incluso tras el perdón de su rey, Ramiro II (y ya sabemos cómo se las gastaba puesto que condenó a la desorbitación a su hermano Alfonso IV y a sus primos), siguió intrigando contra el Reino, actitud que continuará ejercitando durante gran parte del reinado del hijo de este, Ordoño III, casado, precisamente, con una hija del propio conde y recalcitrante traidor. Seguro que la psiquiatría también tiene catalogada una enfermedad para gentes como él. Dejamos al lector la libertad de calificarla.
Y, sin embargo, este personaje viene siendo considerado un héroe y tiene hasta su cantar de gesta, el Poema de Fernán González, algo que no ocurre, por el contrario, con el vencedor de Simancas. ¿No les suena a una situación semejante con el Cid y Alfonso VI? “¡Qué buen vasallo si hobiese buen señor!”. Y, después de lo constatado, ¿no sería mejor afirmar “qué buen señor a pesar de tan mal vasallo”?
Pero volvamos al Poema de Fernán Gonzáles ¿Qué importa ya si el conde ha sido transmutado por el monje autor del poema, en un honrado caballero, lleno de toda clase de virtudes, extremadamente piadoso y volcado en el monasterio de San Pedro de Arlanza?
Lo importante es arrimar el ascua del nacimiento de este personaje al monasterio citado (en contra, incluso, de las opiniones de Gonzalo de Berceo) y tratar de convertir al mismo en un lugar de peregrinación, algo que siempre dejaba muchas y abundantes limosnas.
Quizás ese aspecto incluso hagiográfico, si queremos definirlo así, no tendría gran importancia; muchos eran los lugares de peregrinación, de apariciones en batallas de santos como Santiago, San Isidoro, San Millán o hasta la mismísima Virgen María. Lo realmente determinante es que este tipo de mentiras, tejidas alrededor de un determinado personaje, serán tomadas como hechos ciertos por los cronistas posteriores; en este caso, no hay más que echar una ojeada a la Primera Crónica General coordinada por Alfonso el Sabio, origen de mucho de lo que se escribirá posteriormente y que, por lo mismo, se configurará como fuerza de ley, como verdad absoluta en aspectos históricos.
No podemos olvidar, naturalmente, que el citado poema del conde castellano, se compuso entre los años 1245 y 1250; dicho de otro modo, 300 años después de los acontecimientos, cuando el autor del mismo no pudo tener referencia alguna de lo que había llevado a cabo, ni siquiera para bien, el señor Fernán. Por eso, utilizando los artificios propios de la literatura heroica y echando mano de una desbordada imaginación, el monje del Monasterio de Arlanza construye una historia más próxima a sus deseos que a lo que realmente había acontecido.
Es más, han pasado ya 20 años desde que se produjeran el engaño y el robo de la herencia de Alfonso IX, perpetrados por la tan enaltecida Berenguela y su hijo Fernando contra los derechos de las infantas Sancha y Dulce. Es en ese momento también cuando comienza la persecución contra lo leonés y hasta de la quema de documentos que aportarían pruebas contra aquellos que en ese momento son elevados a los altares.
Por eso, cuando se recojan, poco tiempo después, todos los acontecimientos habidos a lo largo del Reino de León, en la Primera Crónica General, en la que el hijo de Fernando III, Alfonso X el Sabio colaborará activamente, los mismos serán transformados en hechos llevados a cabo por castellanos. Así, el Reino de León no pasará de ser una especie de protocastilla que no tendría razón de existir por ser una sociedad anquilosada, inútil, incapaz de conseguir nada ni hacer nada de interés, ni ganar un metro de tierra a los invasores musulmanes sin el empuje de Castilla y los castellanos… que, por cierto, ni siquiera existían cuando se creó el Reino de León.
Incluso a lo poco que se escribió sobre héroes leoneses se le pasará el filtro de la castellanidad más castellana, y así Bernardo del Carpio, según se nos cuenta, nieto de Alfonso II el Casto del Reino de los Astures, lo convertirán en castellano; ¿cómo no? Probablemente de Valladolid, que ni siquiera existía
Es más, ¿qué falta hacían ni el Reino de los Astures ni el Reino de León, si se bastaba un Fernán González para crear un país, derrotar a todo un ejército de moros aun antes de nacer, si era necesario? Porque, como puede constatarse, Castilla está hecha por y para este conde; es su viva imagen y, aunque no hubiera nacido aún, es su señor desde la invasión de los musulmanes y, a pesar de todo ello, consigue también liberarla de esos reinos cristianos que la tenían subyugada. Juzguen (estrofas 158 y 159 del poema):
- Pero de toda España, Castilla es lo mejor,
- Porque fue de los otros el comienzo mayor,
- Guardando e teniendo siempre a su señor
- Quiso acrecentarla así el Nuestro Criador,
- Aun Castilla, la Vieja, al mi entendimiento
- Mejor es que lo ál, porque fue el cimiento,
- Ca conquirieron mucho, magüer poco conviento,
- Bien lo podedes ver en el acabamiento.
- .
Con esto ya tenemos bastante por hoy. Se impone una pausa para tomar resuello y continuar en la próxima entrega.
- Textos: Hermenegildo López
- Fotografías: Martínezld