La serrana villa de Candelario acoge el domingo 9 de agosto la Boda típica, fiesta de interés turístico regional que este año alcanza su 27ª edición. Ese día los padrinos del novio van a casa de éste, acompañados de la comitiva y el tamborilero. Desde allí, el cortejo marcha a la casa de la novia para rondarla y, tras las canciones, se dirigen a la iglesia.
El segundo domingo de agosto, desde el año 1989, tiene lugar la representación de una boda según los rituales de antaño. Ese día se pone en marcha un complejo entramado en el que los vecinos ofician de actores improvisados luciendo sus más vistosas joyas, trajes y peinados.
Generalmente los novios acordaban en invierno ( en época navideña ) qué domingo del verano querían casarse.
Todo comienza con la pedida de la novia, el padre del novio acudía acompañado de éste a casa de la novia para solicitar su mano. A continuación, se intercambiaban regalos, llamado «entrega de la cesta «, que contenía dulces variados. A partir de ese día, las dos familias se dedican a organizar los pormenores de la boda y se redactaban por escrito la hijuelas (un inventario de los bienes del ajuar).
El domingo antes de la boda, los familiares y las amigas de la novia hacían la cama a los novios y se exponía el ajuar para que los invitados fueran a verlo. El viernes anterior a la boda se corría por las calles el choto enmaromado que era el que se sacrificaba para dar el banquete. El sábado era un día en el que las mozas se dedicaban a los preparativos y los mozos, por la noche, salían de ronda.
El domingo, el día de la boda, la comitiva parte de casa del novio acompañados por el tamborilero a buscar a los padrinos y estos vuelven a por el novio, y todos juntos marchan a por la novia, a la que reclaman desde la calle con esta canción: ¡A por la novia venimos si nos la quieren dar!.
Finalmente todos se encaminaban a la iglesia cantando diversas canciones por la calle. Se abrían las puertas y les recibía el sacerdote con un monaguillo y , allí mismo, los casaban en el pórtico de la iglesia. Unidos ya en matrimonio, subían todos al altar mayor, donde comenzaba la misa y se realizaba el besamanos en la estola del sacerdote. Después, dos amigos de los novios realizaban la ceremonia de poner las velambres, que consistía en cubrir con una mantilla de blonda la cabeza de la novia y los hombros del novio mientras los esposos sostenían una vela encendida.
Transcurrida la ceremonia iban al banquete, que comenzaba invitando a todo el mundo a galletas y vino. Durante la comida se hacía entrega a la novia de una naranja que esta reparte entre sus invitados. Finalizada la comida, se realizaba el tálamo ante el atrio de la iglesia. Aquí se ponía una mesa y se sentaban los novios a recibir los numerosos regalos de los invitados, indicando en una nota si el regalo era para la novia o para el novio, a la vez se recibía un chascarrillo (un verso corto, generalmente atrevido y ocurrente ) en relación al regalo. Finalizado el tálamo se danzaban antiguos bailes como el llamado María Antonia (picao serrano típico de Candelario) o el de la botella, alrededor de una botella de vino y en el que los mozos y las mozas sacaban a los novios a bailar pagando cada baile. Tras el baile, se merendaban con jamón, chorizo, chocolate y agua de azucarillos.
El lunes de bodas también había comida y merienda para los invitados. En Candelario, al forastero que deseara casarse con una moza del pueblo se le exigía un tributo (pijardo) por llevársela del pueblo.
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