Ordoño, sin embargo, no tenía ni el coraje ni las cualidades de su padre. A ello vino a sumarse el hecho de que, por decirlo de alguna manera, dormía con su enemigo
En los finales de octubre del año 956, moría en Zamora Ordoño III, hijo de uno de los más importantes reyes que tuvimos en el reino de León, el gran Ramiro II, el de la batalla de Simancas, aquel del que un cronista llegó a decir que “no sabía descansar”.
El cuerpo de este Ordoño fue trasladado desde Zamora y enterrado en la Iglesia de Palat del Rey, pequeño templo que, como se sabe, fue parte de los palacios del rey Ramiro y que duerme casi el sueño de la paz, bastante olvidado, al lado de la plaza cubierta de León. Había sido regalado por el invicto Ramiro a su hija Elvira que había querido entrar en religión. Allí, al lado del sarcófago de su padre, fue enterrado Ordoño. Años después, también encontraría aquí su descanso su medio hermano Sancho el Craso Más tarde los tres reyes citados serían trasladados a la basílica del Santo Isidoro, pero, en un principio, según refieren las crónicas, no en el Panteón de Reyes, según se dice, el más bello lugar de enterramiento, sino en una de las capillas laterales del lado del Evagelio, donde ya estaba Alfonso IV, llamado el Monje.
Pero alguno de nuestros lectores podría preguntarnos: ¿Y por qué hemos elegido este rey bien a pesar de desconocer la fecha de su fallecimiento?
Pues porque durante su reinado se dan una serie de circunstancias verdaderamente importantesque nos invitarían a llevar a cabo una breve,pero interesante reflexión,apoyada, en principio, en tres razones nada desdeñables:
1: Las luchas intestinas de corte centrípeto (véase Castilla o Galicia) y las pugnas por la corona que se produjeron durante su reinado de tan solo 5 años y 6 meses.
2: La consolidación, en cierto modo, de la constitución del denominado condado de castilla y las consecuencias que del hecho se derivarían en el futuro.
3: Un verdadero embrollo en los aspirantes al trono y los reyes que le sucederían. Baste con decir que, en el período de apenas 47 años tuvimos 5 reyes, y para mayor complicación, uno de ellos que reinó dos veces, Sancho I el Gordo, o el Craso.
Situemos pues a la persona
Ordoño, como hemos aludido anteriormente, era hijo del gran Ramiro II y le fue impuesto, como se acostumbraba en la época, el nombre de su abuelo paterno: Ordoño, el que se halla enterrado en la girola del primer templo leonés, la Catedral gótica de Santa María.
Su madre Adosinda, primera mujer de Ramiro, era hija de uno de los hombres más influyentes del momento, Hermenegildo Gutiérrez, mayordomo de la corte desde Alfonso III el Magno.
Comenzó a sustituir en las labores del reino a su padre Ramiro, después de su última campaña, en 950, en la que aún venció a los musulmanes en Talavera de la Reina. Pero el Invicto volvió muy cansado de la misma; podemos decir que físicamente agotado y, de regreso de un viaje a Oviedo, en la tarde del día 5 de enero del año 951, hizo penitencia pública, a imitación de San Isidoro (algo que haría más tarde Fernando I) y falleció en la pequeña iglesia de Palat del Rey.
Ordoño, sin embargo, no tenía ni el coraje ni las cualidades de su padre. A ello vino a sumarse el hecho de que, por decirlo de alguna manera, dormía con su enemigo…, como en la conocida película. ¿Por qué afirmamos esto?: Por mor de las alianzas que su padre había establecido con el siempre beligerante, eterno traidorzueloy que en nada disimulaba sus afanes de secesión, Fernán González, encerrado dos veces en León por Ramiro II, fue casado con Urraca Fernández, hija de este conde.
¡Qué contrasentido tener que oír ahora que los leoneses queremos separarnos de Castilla cuando fue siempre Castilla, desde este conde Fernán, la que se quiso separar de León…! ¡Cómo cambian los tiempos, cuánto atrae el poder y hasta qué punto influyen los medios y la propaganda en las mentes poco informadas o prestas a la manipulación!
Como decimos, este Fernán o Fernando González, por decirlo de algún modo, conde de Castilla (algo que necesitaría una larga explicación, pues habría que decir mejor conde de Burgos), había conseguido, pues, casar a una de sus hijas, Urraca Fernández con Ordoño. Hija de Sancha de Pamplona, era nieta de la que tejió más alianzas e intrigó, probablemente, más que nadie en la historia de la Península, Toda Aznárez, de la que habrá que ocuparse algún día; hasta el nombre le hace justicia:
De hecho, esta Urraca Fernández de la que hablamos, se casó en tres ocasiones, por ello fue reina de León por dos veces (con Ordoño III y con Ordoño IV, llamado el Malo; al menos no se confundía en el nombre del marido), y también fue reina de Pamplona por su matrimonio con Sancho Garcés II. Todo un personaje, pues; pero que, a pesar de ello, no fue capaz de igualar en tejemanejes a su abuela Toda. Del primer matrimonio nació un hijo Vermudo II, que sería llamado el Gotoso, padre de nuestro siempre reivindicado Alfonso V, el de los buenos Fueros. Bermudo conseguiría ser rey algo más tarde, después de las peleas de sus tíos y primos.
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Decimos entonces que este Ordoño III, más que luchar contra los enemigos del Sur, tuvo que ocuparse de los problemas que le generaba su propia familia. Sí es cierto que dirigió, entre otras, una gran expedición en la que consiguió llegar hasta Lisboa y traer un enorme botín, de resultas de lo cual pudo firmar un pacto con el Califa de Córdoba, lo que le permitió un cierto sosiego en ese punto. Algunos historiadores afirman, sin embargo, (no pueden resistirse a la tentación de minimizar lo conseguido por el Reino) que fue Ordoño el que pidió el pacto; pero lo cierto es que los negociadores musulmanes se trasladaron a León y no al revés.
Hay que recordar también aquí, entre ellos, la presencia de un gran personaje de origen judío, HasdayIbnSaprut, director general de aduanas y, entre otras cualidades, gran filósofo y prestigiosísimo médico que curaría de su gordura a Sancho el Craso.
Resuelto el problema del Sur, Ordoño pudo ocuparse también de los que querían reducir sus dominios, especialmente por el Este del Reino, esos que intrigaban sin cesar en su contra: el reino de Pamplona y el conde Fernán González, a los que vinieron a sumarse también algunos condes gallegos, los diversos pretendientes al trono, como el hijo de su tío, Alfonso IV y hasta su medio hermano Sancho, hijo de Urraca Sánchez de Pamplona… Un verdadero culebrón como puede colegirse.
La historia pone, en algunos casos, a determinados personajes en su lugar y así, los del reino de Pamplona que pretendían ahogar al Reino de León en su avance hacia el sur, se verían, más tarde, ahogados por aquellos a los que potenciaban: el futuro reino de castilla les impidió ampliar su territorio, al cerrarles toda posibilidad de conquista sobre los musulmanes.
Es de interés traer ahora, a ese respecto, una cita del cronista Sampiro, nacido en el año 956, en la leonesa Zamora, para que se vea que no nos inventamos nada: “El hermano del rey, de nombre Sancho, tomado consejo de acuerdo con su abuelo García, rey de Pamplona, y con Fernán González, conde de los burgaleses, cada uno con su ejército, se acercaron a León para arrojar del reino a Ordoño. Pero este estuvo bastante activo para defender las ciudades y vindicar el cetro del reino, teniendo que volver los agresores a sus propias tierras y el susodicho conde Fernando, queriendo o no queriendo, se acercó a su servicio.” Era la actitud habitual de este conde insidioso y perjuro; cuando veía que las circunstancias le llevaban a perder, se volvía sumiso, para, cuando se presentaba la ocasión, volverse de nuevo contra su rey y señor natural…
Ya en la época de su padre Ramiro, según cuenta el cronista, había hecho lo mismo varias veces: «Fernán González y Diego Muñoz ejercieron tiranía contra el rey Ramiro, y aun prepararon la guerra. Mas el rey, como era fuerte y previsor, cogiólos, y uno en León y otro en Gordón, presos con hierros, los echó en la cárcel” ¿Y este es tenido por un héroe? Ver para creer…
A pesar de todo, y aun no contando con grandes dotes para el gobierno, intentó continuar la labor emprendida por su padre Ramiro II, en orden especialmente a la reorganización del reino, a la repoblación de los territorios conquistados en años anteriores y, sobre todo, para evitar los problemas de la nobleza levantisca, fortalecer las instituciones reales, algo que también había iniciado su padre.
Este es, pues, uno de nuestros reyes, quizá de los más olvidados, puesto que cuando se habla de Ordoño, siempre se piensa en el segundo, olvidando que tuvimos otros dos, uno de ellos llamado el Malo
- Textos: Hermenegildo López
- Fotografías: Martínezld