Magnífico estreno de la ópera Boris Godunov y sus espectaculares coros
ENRIQUE SANCHO
La parte negativa son las cuatro horas de duración, los largos solos interpretados por bajos y barítonos de distinto timbre y el retorcido y tristón argumento. La positiva, sin duda, el espectacular coro que en ocasiones llega a las 120 voces, la novedad de una nueva producción que recoge partes de las dos versiones de esta poco conocida ópera y el buen nivel de todos los intérpretes.
El Teatro Real de Madrid estrena el viernes 28 de septiembre la versión completa de Boris Godunov, con la instrumentación original de Modest Musorgski de 1872 y la incorporación de la escena de la catedral de San Basilio, de la versión de 1869, que inicialmente fue prohibida, tal vez la parte más bella de toda la larga ópera. Habrá representaciones hasta el 18 de octubre.
La ópera rusa es densa, con voces graves e interpretaciones excesivas de solos, lo que se suele denominar la opéra dialogué. Además, en este caso, el argumento es tortuoso, aunque no se ajuste a la realidad del personaje histórico, concentrado totalmente en el drama psicológico de Boris Godunov, el zar progresista que teóricamente hizo asesinar al hijo de Iván el Terrible para llegar al poder y que sucumbió al sentimiento de culpabilidad que le invadió por ello. En realidad, parece que Dmitri Ivánovich, hijo pequeño de Iván el Terrible, pero sin derecho a la sucesión porque la Iglesia Ortodoxa no reconoció el séptimo y último matrimonio de su padre, murió al cortarse él mismo la garganta durante un episodio epiléptico.
El Boris histórico empezó su carrera como un gobernante liberal y progresista. Apoyaba la libertad de expresión, las ideas ilustradas, quiso fundar universidades con profesorado extranjero, incluso importó la manera occidental de afeitarse. El día de su coronación, el Boris Godunov histórico afirmó: en mi país no habrá gente pobre. Lamentablemente no pudo cumplir su promesa.
En todo caso, la ópera se centra en el drama de Boris, en las aspiraciones de un falso Dimitri que reclama el trono y, especialmente, en el pueblo ruso, que en ocasiones permanece callado y en otras se convierte en el personaje trágico principal de la ópera. Y es ese pueblo, representado por un espectacular coro de hombres, mujeres y niños, con más de 120 voces, lo mejor de esta ópera. Suele decirse que los coros de la escena frente a la catedral de San Basilio y la del bosque Kromi son algunos de los más impresionantes de la historia de la música. En la versión que se estrena en Madrid el Coro Intermezzo y la Orquesta Sinfónica de Madrid y los Pequeños Cantores de la JORCAM, ponen la nota más brillante de la representación. Además de sus voces hay que destacar su perfecta presencia en el escenario, con movimientos elegantes, poses estudiadas y correctas salidas y entradas llenas de armonía. Son como un ballet minimalista en perfecto orden.
Pero no faltan otras figuras en Boris Godunov, empezando por la dirección musical de Hartmut Haenchen, que vuelve al Teatro Real después del éxito de su interpretación de Lady Macbeth de Mtsensk, la pasada temporada, el director holandés Johan Simons que corre a cargo de la puesta en escena así como el bajo Günther Groissböck que debutará en el rol titular de la ópera, acompañado por grandes intérpretes en los papeles protagonistas: Dmitry Ulyanov (Pimen), Anatoli Kotscherga (Varlaam), Stefan Margita (príncipe Chuiski), Michael König (Grigori), Julia Gertseva (Marina) y Andrey Popov (el Idiota). Hay que destacar especialmente al bajo-barítono Evgeny Nikitin que hace el papel del jesuita Rangoni y que en el pre-estreno de la ópera asumió también el del protagonista Boris, por enfermedad de Günther Groissböck. Pocas veces se tiene la oportunidad de apreciar al mismo intérprete en dos papeles y con ligeros cambios en el timbre de voz.
Coincidiendo con el estreno de Boris Godunov, el 28 de septiembre se inaugura la exposición Los otros artistas del Teatro Real, con la que se celebra su 15º Aniversario, y en la que se pretende mostrar el trabajo que se realiza en sus talleres, donde nacen los elementos escenográficos que crean el espacio dramatúrgico de cada ópera, así como los trajes, pelucas y demás elementos utilizados en la caracterización de los personajes.