Una conmemoración organizada por la Muy Ilustre, Real e Imperial Cofradía del Milagroso Pendón de San Isidoro y que ha presidido el obispo de León, Luis Ángel de las Heras. El alcalde de León, José Antonio Diez, ha asistido en la mañana de ayer a la misa y responso por los Reyes de León celebrado en la Basílica de San Isidoro.
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Un año más, como cada 6 de enero, a las 12,30 horas, festividad de los Reyes Magos, y como manda la tradición desde tiempo inmemorial, se celebró el solemne responso por los Reyes de León con una Misa de Pontifical oficiada por el nuevo Obispo de León, D. Luis Ángel de las Heras, en la Real Basílica de San Isidoro. Este año con las limitaciones sanitarias a causa de la pandemia de la covid 19. A la misa asistió además del Alcalde de León, Jose Antonio Díez, varios miembros de la Cofradía encabezados por su abad, el general del MACA, como máxima autoridad de las Fuerzas Armadas y dos hermanos de honor de la Cofradía del Milagroso Pendón de San Isidoro de León
Con anterioridad, entre las 11,30 y las 12,15 horas, la “Muy Ilustre, Real e Imperial Cofradía del Milagroso Pendón de San Isidoro” realizó, en el propio Panteón Real, el solemne turno de vela, en modo de guardia y oración. Pero este año debido a las restricciones sanitarias por motivo de la covid 19 la Cofradía del Milagroso Pendón se ha visto en la necesidad de reducir al máximo esta ceremonia tan importante y que se ha venido realizando a lo largo del tiempo en esta festividad del Día de Reyes, de tal modo que, con la autorización y el consenso del Cabildo Isidoriano, solo se realizó un único turno de vela y oración ante las tumbas de los Reyes de León en el Panteón Real, formado por los miembros del Cabildo, para mantener la tradición
Al finalizar la Misa se efectuó el Responso Oficial por los Reyes de León en el Panteón Real de la Colegiata de San Isidoro de León, que este año ha estado restringida al sr. Obispo de León, el Abad de la Basílica de San Isidoro y una representación del Cabildo Isidoriano, el cabildo de la Cofradía del Milagroso Pendón de San Isidoro encabezado por su Abad y el Primicerio, y el Alcalde de León, en representación del pueblo de León para rezar el tradicional responso por las almas de los Reyes de León.
El acto fue, como ya es habitual, amenizado por la Coral Isidoriana.
Intervención en el turno de guarda y vela del Abad de la Muy Ilustre, Real e Imperial Cofradía del Milagroso Pendón de San Isidoro
Ilustrísimas autoridades, Damas y Caballeros cofrades, hermanos todos en la fe y en el cariño a San Isidoro y a nuestra historia:
Acudimos hoy a la llamada de la Trascendencia, del recuerdo y del reconocimiento. Como viene siendo tradicional, esta Imperial institución, a la que nos honramos en pertenecer, organiza una vez más el Solemnísimo Responso a los Reyes de León. Este año, considerando la especial circunstancia del 1111 aniversario del Reino, hecho que coincidiría con la coronación, en el viejo solar de la Legio VI, del rey García I, hijo del gran Alfonso III el Magno.
Teniendo en cuenta la situación especial por la que transitamos, se ha decidido en Cabildo llevar a cabo un único turno de guarda. El mismo pretende, sin embargo, seguir representando el testimonio más palpable de nuestro reconocimiento, recuerdo y respeto por los que nos precedieron, por estos y todos nuestros reyes y reinas presentes o no en estos túmulos funerarios. Ellos, con aciertos y con errores (estaban también hechos de nuestro mismo barro), contribuyeron, junto con su pueblo y más que ningún otro, a construir el edificio de lo que hoy es España, sus valores, sus tradiciones y su relación con la Divinidad; y ello en situaciones mucho más complejas. Una prueba más que evidente es la brevedad de la mayor parte de sus reinados y la muerte de muchos de ellos ya sea en batallas, camino de ellas o de regreso de las mismas.
La vida, en aquella época, estaba puesta al servicio de un ideal superior y de alguno de aquellos valores sigue bebiendo nuestra Muy Ilustre Real e Imperial Cofradía, heredera directa de aquellos caballeros que, desde el glorioso Sitio de Baeza en el que se mostró, de forma palmaria, la intervención del Santo Isidoro, enarbolaron, a la cabeza de los ejércitos leoneses, la sagrada, milagrosa e invicta enseña de la que somos custodios. Hoy, en otras circunstancias muy diferentes, pero con el mismo espíritu, esta Orden, devenida en Cofradía se recoge en oración, arropada y hasta protegida por los recuerdos de aquellos que, en dificultas mayores que las nuestras, supieron asumir su alta responsabilidad y plantarle cara a la historia.
Resumiría lo dicho con otras palabras: La Imperial es, y así lo siente y proclama, el eslabón que une nuestro pasado glorioso con un presente siempre renovado, siempre difícil e incluso a veces, perturbador. Y una de nuestras obligaciones, asumidas de buen grado, es precisamente la de mantener vivo ese legado, la herencia de quienes, en momentos mucho más complicados, supieron hacer de estas tierras el Reino más importante de la Península Ibérica y darnos un nombre para la historia: nuestros Reyes, los cuales, a la cabeza de aquellas animosas mesnadas leonesas, nuestros antepasados, y fiados en la promesa de la Cruz y en nuestro Santo Protector Isidoro, además del hijo del Trueno, derramaron su sangre sin tasa ni medida, oponiendo feroz resistencia a los que defendían otros valores, creían en otros dioses y basaban sus relaciones sociales en conceptos bien diferentes.
Ello nos ha hecho ser, precisamente, como somos, nos ha permitido seguir creyendo en lo que creemos y nos ha dado también un marco de progreso en esa misma organización social que se gestó a lo largo de lo que algunos han denominado “los siglos oscuros”. Pero no nos dejemos confundir; al menos, por lo que a nosotros respecta, sin duda, no lo fueron tanto y así conviene, con satisfacción, recordarlo y reconocerlo.
Véanse, si no, la herencia que nos fuera legada y que, como luz en la tiniebla alcanzó a brillar, por vez primera, entre estas venerables piedras. Acabamos de cerrar el año del primer milenario del Fuero de León y su alfoz, otorgado precisamente, en el año 1020, por quien reconstruyera y dignificara estos sagrados muros, Alfonso V, el mismo que concibió este Panteón Real y trasladó aquí los restos de muchos de sus antepasados. Aquí fue donde sería enterrado el propio Alfonso, por su joven hijo Vermudo III, tras su desgraciada y prematura muerte en el cerco de Viseu.
Mas, si hablamos de luz, aquel Fuero de León apenas alcanzaría la calificación de destello comparado con lo que ocurriría también entre estos muros, en la primavera de 1188: las primeras Cortes en las que participaron los “cives electi”, los “Hombres buenos”, elegidos, cuando menos, en las 9 ciudades más importantes del Reino y que elaborarían la conocida Carta Magna Leonesa, confiriendo, de este modo, a la Urbe Regia, a León, el honroso título de “Cuna del Parlamentarismo”, de la Democracia, en suma. Si en las batallas se reconquistaban nuevas tierras, que posteriormente serían repobladas, en la retaguardia se dictaban leyes que es la mejor forma de consolidar las relaciones entre las personas y, por lo mismo, de levantar el edificio de lo que se denomina un país.
Ese mismo Alfonso, el Legislador, que bien se merece el apelativo, tendría la idea de crear, aquí mismo y hace justo 802 años, aunque la situara en la ciudad de Salamanca, la institución de enseñanza superior que merecería, la primera de España, el título de universidad.
Queridas damas y caballeros cofrades (ilustres invitados), ¿cómo no sentirse entonces agradecido, y orgulloso incluso, de semejantes tintes de gloria? Es muy probable también que las circunstancias actuales, nada favorables, es cierto, nos inviten de nuevo a reflexionar sobre la conocida frase de que “cuando el presente es incierto, solo el pasado justifica creer en el futuro”. Esa es, seguramente, una de las razones de nuestra presencia aquí: beber entre estos muros sagrados las esencias del Reino, sentir el pálpito de nuestra historia, empapar nuestras almas en los verdaderos principios y reforzar nuestras creencias con el apoyo de valores de eternidad, los únicos que nos podrán conferir la facultad de ser piedras vivas y no, precisamente, corcho que flota o veleta que sólo sirve para marcar la dirección del viento.
Aquí estamos pues, una vez más, recogidos al amigable frío de este sagrado lugar, de paso hacia la eternidad deseada, constituidos en comunidad orante y contemplativa, en un único y excepcional turno de guardia y oración que pretende ser, como siempre, el testimonio de nuestro reconocimiento de nuestro pasado, ante las tumbas de nuestros reyes, reinas y miembros de la familia real leonesa.
En este día sagrado de la manifestación del Niño Dios al mundo, la Epifanía, y con el mismo espíritu de siempre, esta Imperial Cofradía se ha recogido, una vez más, en oración, en este venerable lugar, y en la confianza de que los que aquí reposan a la espera de la Resurrección han alcanzado ya el perdón y descansan en el regazo amoroso del Padre.
Pero, bien a pesar de esa confianza, apoyada en la fe, nuestra obligación primera es también, como viene siendo tradición en la Iglesia, elevar, en primer lugar, de manera personal y en recogido silencio, nuestras plegarias, para, a continuación, hacerlo de forma comunitaria, trayendo a nuestra memoria a todos y cada uno de los que ciñeron la corona leonesa; algunos, como bien sabemos, y por las más diversas razones, no descansan en este verdadero pórtico de la gloria que preside la imagen del Cristo en Majestad reinando sobre el mundo, el Pantocrator o, como también se le denomina, el Cronocrator, el Señor del tiempo.
No es quizás ahora el momento, de recordar las circunstancias en las que fue coronado nuestro primer rey, García, que apenas ocupó el trono durante 4 años, pero sí es cierto que ante la fecha tan simbólica del milenario y como custodios de las esencias del Reino, bueno sería juramentarse, en estos santos lugares, para que la misma no transcurra en el silencio ominoso habitual en cuanto se refiere a nuestros acontecimientos históricos. No olvidemos que aquellos que desconocen su pasado no son capaces de interpretar su presente.
Ahí está, como prueba de nuestro buen hacer y que nos obliga a seguir en la misma dirección, el monolito que recuerda el 1100 aniversario de la fundación del Reino de León; quizá lo único que queda como testimonio visible de dicha fecha en la que esta imperial institución asumió un papel relevante. Consideración para con el pasado, responsabilidad en el presente y compromiso ante el futuro.
Oración
Señor del tiempo, de los reyes y de los ejércitos, he aquí, recogidos en oración a estos humildes servidores tuyos, los miembros de la Imperial Cofradía del Milagroso Pendón de San Isidoro y sus ilustres invitados; a los unos y a los otros, como a nuestros antecesores, nos has distinguido con tu amorosa protección en dificultades y batallas. Hoy nos encontramos aquí, en solemne vigilia y congregados en torno a los recuerdos de nuestros reyes, y también con motivo del 1111 aniversario de la coronación de nuestro primer rey. Con él nació una entidad que, en el correr del tiempo, llegaría a conocerse con el nombre de Reino de León y que supo llevar tu nombre y tu fe desde las montañas del norte hasta las cálidas tierras del sur. Doce siglos han pasado desde entonces, mas ¿qué son doce siglos para los que se mantienen en tu confianza y cuentan el tiempo en medida de eternidad?
Tú nos has recordado, por medio del apóstol Pablo, que una de las mejores obras del cristiano para conseguir que la tierra sea un lugar más habitable, es orar por aquellos que tienen altas responsabilidades de gobierno y, por lo mismo, entendemos nosotros que en la línea argumental estaría el hecho de agradecer su labor a los que habiéndola detentado han partido ya hacia esas regiones donde moras por los siglos de los siglos.
Dios nuestro, fuente de perdón y de salvación, por medio de tu Madre la Virgen del Camino, a la que nos diste como Reina y Madre del Pueblo Leonés, concede a los que hoy recordamos, reyes antaño de estas tierras por tu voluntad, que libres de sus ataduras del pecado y de la muerte sigan al Cordero en el séquito de los santos y alcancen el premio de sus trabajos en la vida eterna. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
Letanía final
No te acuerdes, Señor, de nuestros y de sus pecados.
R. Cuando vengas a juzgar al mundo.
Señor, Dios nuestro, dirige nuestros pasos en tu presencia.
R. Cuando vengas a juzgar al mundo.
Concédeles y concédenos, Señor, el descanso eterno,
Cuando vengas a juzgar al mundo.
Todos: Señor, ten piedad, Cristo, ten piedad, Señor, ten piedad.
Rezo del Padre nuestro
Libra, Señor, sus almas.
R. De las penas del infierno.
Descansen en paz.
R. Amén.