León acoge la tercera edición del Festival de humor Días de Comedia con artistas de renombre.
“El Sevilla—Reflexiones del hombre lengua”
Hasta ahora El Sevilla no había hecho nada igual, aunque lo cierto es que esta propuesta cómico teatral llamada Reflexiones del Hombre Lengua, se parece poco o nada a los monólogos actuales. Ha actuado en más de 80 teatros con esta representación, donde no ha defraudado ni ha dejado indiferente a nadie. Sin embargo, es difícil explicar que por un lado, un tipo como El Sevilla aparezca en el escenario vestido de Sócrates, presumiendo y demostrando que sabe de filosofía lo que nadie podría imaginar, y que por otro, prostituya a su madre para adoctrinar al público con una de sus teorías, o desentierre a sus difuntos para utilizar el ataúd de retrete… Lo que es inaudito es que todo esto lo haga con elegancia y educación, sabio y obsceno al mismo tiempo y con un guion formidable que está haciendo que, quien acude al teatro, termine haciéndole reverencias a este irreverente Sevilla, más políticamente incorrecto que nunca, pero con una corrección digna de un señor
El intercambio
Eva ha decidido obsequiar a su esposo, Jaime, con un intercambio de parejas para celebrar sus veinte años de matrimonio, y de paso, oxigenar un poco la relación. Lo que, a priori, se contempla como una velada excitante y divertida, se convertirá en una auténtica pesadilla. El intercambio es una comedia rotunda, plagada de gags visuales y verbales. Todos los personajes exhiben una extraordinaria singularidad, que cuando se mezclan, provoca un cóctel explosivo. Se trata de una pieza que yo destacaría por su sencillez, que no por su simpleza. No ocurre nada, a priori, trascendental. Es la sucesión de situaciones, que desde un punto de vista estadístico, son altamente improbables, pero no imposibles, lo que provoca atracción, sorpresa e hilaridad en el espectador, pero nunca despierta escepticismo ante lo inverosímil. Creo que El intercambio, conecta con el público a través de la empatía/compasión que transmite la engorrosa coyuntura por la que transita el protagonista (sin merecerlo) durante toda la función.